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El bioterio, cuyo significado etimológico es “lugar para la vida”, es un lugar acondicionado para el cuidado y bienestar de animales de laboratorio, y como tal es una notable contribución a la investigación en ciencias médicas y veterinarias. El Alma Mater cuenta con un bioterio de 15 años de trayectoria, ubicado en la Sede de Investigación Universitaria, SIU. El trabajo experimental que tiene lugar allí cuenta con el aval del Comité de Ética en Experimentación Animal –CEEA– de la Universidad.

La naturaleza de los trabajos adelantados en el bioterio dista mucho del imaginario producido por los ensayos con animales de algunas industrias. En ese sentido, el Artículo 25 de la Ley 84 de 1989 establece que el Ministerio de Salud solo autorizará modelos de experimentación animal “siempre y cuando esté demostrado que los resultados experimentales no puedan obtenerse por otros procedimientos o alternativas, y solo cuando sean necesarios para controlar, prevenir, diagnosticar o tratar enfermedades que afecten al hombre o al animal”.

La conformación del CEEA garantiza la transparencia de estas valoraciones éticas, pues la normatividad establece que mínimamente debe estar integrado por un veterinario del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA; un representante de la autoridad administradora de los recursos naturales, que en ámbito local es el Área Metropolitana; y un representante de las sociedades protectoras de animales.

El nacimiento del bioterio SIU

El Médico Veterinario José Ignacio Calle, actual coordinador del bioterio, dice que la filosofía inicial del proyecto fue “dar a la SIU características que resultaran atractivas para los investigadores en respuesta a sus necesidades científicas”. Así, grupos de investigación como el Pecet, el Grupo Neurociencias de Antioquia, GRIPE, BCEI, y el Programa de Ofidismo y Escorpionismo, fueron dotados de un espacio idóneo para sus proyectos.

Antes de mudarse a la SIU algunos de estos grupos ya tenían animales de laboratorio, como el Pecet, que los albergaba en la residencia de Prado Centro donde hoy se sitúa la Corporación Académica para el Estudio de Patologías Tropicales. Otros grupos estaban radicados en la ciudad universitaria, pero las condiciones y los espacios para sus animales no eran adecuados.

Por entonces varios investigadores proyectaban estudios con animales libres de patógenos específicos (SPF por sus silgas en inglés), los cuales deben estar en condiciones macro y micro ambientales sumamente controladas por las características de sus investigaciones, lo que incluye variables como la temperatura, la humedad, la calidad del aire, etc. Por ejemplo, el Grupo Investigador de Problemas en Enfermedades Infecciosas, GRIPE, había alojado en la Facultad de Medicina algunos equipos para filtración del aire.

Por tanto se determinó diseñar el bioterio con una zona para animales convencionales y otra para animales SPF. La infraestructura se completa con puertas de acceso controlado con tarjetas electrónicas; zonas para el cambio de vestuario; cámaras para el cuidado de las especies y los equipos; estanterías, camas, cajas y cuartos especializados para el mantenimiento y cuidado del animal de laboratorio; lavadoras, secadoras, esterilizadoras y otras tecnologías para el mantenimiento de ratones, ratas, hámster, conejos, gallinas, caracoles y distintos tipos de insectos. Dichas especies llegan por donación durante las pasantías de los investigadores locales en el exterior o a través de importaciones de distintas cepas, transacciones que a 2017 sumaban aproximadamente un total de 286.

Los investigadores deban seguir estrictos protocolos antes de ingresar a las zonas de estudio y experimentación, como ducharse y cambiarse de ropa para no ingresar partículas contaminantes, especialmente al bioterio SPF. Esto permite el cuidado de las condiciones ambientales y tecnológicas descritas anteriormente, lo cual posibilita el consistente aporte del bioterio de la SIU a la investigación, trascendiendo incluso las fronteras regionales.

Aportes derivados

“Toda mi investigación gira alrededor de los modelos experimentales de enfermedades neurodegenerativas en el bioterio, desde el modelo de infarto cerebral en ratas hasta el modelo de Alzheimer en ratones transgénicos –señala Gloria Patricia Cardona, investigadora del Grupo Neurociencias de Antioquia, GNA–. Investigamos para conocer estas enfermedades y poder revertirlas a futuro en humanos”.

Por su parte, Marlene Jiménez, también integrante del GNA, dice: “Hemos trabajado con extractos de aguacate para evaluar el modelo ambiental de Parkinson inducido por neurotoxinas y con modelos con alteraciones específicas causales de la misma enfermedad. Realizamos un tamizaje de varios compuestos para identificar cuáles tienen mayor potencial antioxidante y restauradora de la capacidad motriz”.  

Finalmente, de acuerdo con Sara Robledo, investigadora del Pecet, sin la experimentación con animales no sería posible justificar estudios con humanos. “Es indudable el aporte del modelo animal para la investigación clínica. Por ejemplo he trabajado con modelos de infección por malaria, leishmaniasis, enfermedad de Chagas, y la evaluación de biomateriales con potencial para implantes óseos e implantes cardiovasculares, logrando incluso el desarrollo de medicamentos”, afirma.