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Cerca al epicentro de la epidemia: Profesor de la UdeA cuenta su experiencia desde Corea

Por: Fabián Casas Arroyave

Profesor Sección de Anestesiología. Epidemiólogo Clínico de la Universidad de Antioquia.

A finales de enero de 2020, emprendí mi viaje a Seúl, Corea del Sur, para realizar una pasantía en el área de anestesiología e investigación clínica en el Hospital de la Universidad de Seúl, ubicado en el distrito de Bundang, en la provincia de Geonggi-do, la cual rodea la ciudad. Esta pasantía hace parte del convenio de cooperación suscrito entre la Universidad de Antioquia y la Universidad de Seúl, la más importante del país, y de mayor reconocimiento en el sureste asiático.

Arribé a la ciudad el 30 de enero. Pero, inicié formalmente mi rotación el primero de febrero. Una vez realicé el reconocimiento respectivo del hospital fui informado por sus directivas sobre la existencia en Corea del Sur de los primeros ochos pacientes con Coronavirus Covid-19.  De hecho, cuatro de esos pacientes, todos de nacionalidad China, se encontraban allí hospitalizados. Convirtiendo a Corea en uno de los primeros países con este nuevo patógeno.

Hasta ese momento, la epidemia del Covid-19 era para el mundo un problema chino que poco o nada debía preocupar al resto del planeta. Sin embargo, al pasar los días, varios países asiáticos fueron reportando los primeros casos de esta enfermedad. 

Y mientras eso sucedía, Corea inició los primeros pasos para enfrentar una posible epidemia: Identificar posibles pacientes portadores a través de control de temperatura en todos los aeropuertos y sitios públicos del país, incluido los hospitales. (Ver foto) Prohibir los vuelos procedentes de la provincia de Hubei en China y más importante aún, desarrolló en conjunto con la industria farmacéutica del país, pruebas de laboratorio precisas, rápidas y, sobre todo, que estuvieran ampliamente disponibles en todo el territorio nacional.

Pese a esas acciones, a mediados de febrero ocurrió lo inevitable cuando se habla de este tipo de escenarios. En la ciudad de Daegu, al sureste de Seúl, se generó un foco de infección que rápidamente fue identificado, y en cuestión horas (nota: un buen análisis epidemiológico de este tipo de eventos se hace en horas y no en días), las autoridades encontraron el paciente cero. Fue una mujer que días atrás había estado en China, la cual pertenecía a un culto religioso y había estado en contacto con más de 2.000 personas en varios servicios religiosos. Una vez identificada la fuente, las autoridades hicieron lo que hasta este momento ningún país ha realizado (y no fue justamente poner la ciudad en cuarentena), y fue realizar más de 200.000 pruebas de laboratorio en menos de 2 semanas a todas las personas, tanto sintomáticas como asintomáticas, que tuvieron algún contacto con las personas identificadas de dicha secta religiosa.

En cuestión de días la tasa de personas infectadas creció hasta el pico de 800 pacientes por día. Para finales de febrero y principios de marzo, Corea del Sur era el segundo país más afectado por la infección de coronavirus, después de China, con casi 7.000 pacientes y 62 fallecidos a principios de este mes.

Este punto marcó el inicio de una carrera contrarreloj. Las autoridades tomaron decisiones como: el aplazamiento de todas las actividades escolares en el país y suspensión de todas las actividades culturales y recreativas masivas. Fomentaron el teletrabajo y la teleducación en los centros universitarios. Además, promovieron la desinfección frecuente de los espacios públicos.

También, se crearon varias estrategias para la identificación y el rastreo de potenciales infectados, entre ellas, los centros drive-througt. Si una persona presenta síntomas, acude en carro a estos centros y le toman las muestras sin que se baje del vehículo. En caso que el paciente no tenga carro, las autoridades sanitarias van hasta la residencia y toman las muestras. Así el paciente no abandona la auto-cuarentena.

Para el 8 de marzo se estaban realizando casi 3.700 pruebas de coronavirus por millón de habitantes en todo el país; mientras que en Italia, convertido para entonces en el segundo foco epidémico después de China, solo realizaba 830 pruebas por millón y Estados Unidos 5 por millón (fuente: CDC de los Estados Unidos).

Después de detectar los infectados, las autoridades hicieron, en mi concepto, el trabajo más importante cuando ocurren este tipo de situaciones, y es justamente encontrar nexos epidemiológicos entre los infectados y generar medias efectivas contra la propagación comunitaria. Estas dos estrategias en su conjunto han servido para identificar y controlar los diferentes puntos de infección por fuera de la ciudad de Daegu, aún inclusive en la ciudad de Seúl.

Adicionalmente, y en asocio con empresas innovadoras, se han creado aplicaciones para teléfonos inteligentes que en tiempo real enseñan la ubicación de los diferentes focos de infección en todo el país y mantienen a la comunidad actualizada con relación a la tasa de infección y letalidad de la enfermedad. Esta estrategia en particular me ha llamado ampliamente la atención debido a que las autoridades, sin caer en el pánico, han sido transparentes y honestas con la población frente a lo que ocurre minuto a minuto con la epidemia. Esto junto con el civismo que ha mostrado la población coreana, sirvió para cambiar los estilos de vida de su población en aras de lograr el control efectivo de la epidemia, sin la necesidad de recurrir cuarentenas o bloqueos generalizados ni mucho menos cerrar fronteras o prohibir los vuelos de todas las latitudes del planeta, como lo están haciendo en otros países.

Al momento de escribir esta crónica, la tasa de infección cayó a menos de 100 pacientes por día en cuestión de dos semanas (ver figura 2) y la letalidad es de tan solo el 0,6%, 5 a 10 veces más baja que la reportada en Italia, Francia o España. Por ahora, la cifras de infectados reportada por el CDC Coreano es de 8.162 casos, con 75 muertes confirmadas.

¿Y el papel de la Universidad?

La Universidad de Seúl es un referente académico nacional, y como tal, ha estado a la altura de la situación. El equipo de profesionales y científicos de este centro han ayudado a generar y delimitar las principales recomendaciones sanitarias que se han implementado en todo el país. El trabajo de sus profesores y científicos ha sido fundamental no solo para el adecuado análisis epidemiológico de los casos reportados, sino también para la caracterización de los pacientes que presentan la enfermedad y de los que fallecen por ella.

El trabajo articulado entre la Universidad y las autoridades nacionales y locales, con el esfuerzo de sus profesionales médicos y enfermeras, en sus dos hospitales (los más grandes del país), ha sido indispensable para lograr el control de la infección y el oportuno manejo de los pacientes con la enfermedad. Ellos son en parte los responsables de que una enfermedad que está alcanzado nivel de letalidad es del 6 al 10% en ciertos países, no sea mayor del 1% en este país.

 A estos profesionales, mis más sentido respeto y reconocimiento por su vocación y servicio a pesar del riesgo para su propio bienestar.

Lecciones que aprender

Es claro que tratar de hablar del control efectivo de una pandemia de esta magnitud puede sonar un poco desafiante, sobre todo, cuando apenas estamos viendo sus efectos y desconocemos la dirección que pueda tomar en este país u en otro. Sin embargo, se debe resaltar que Corea del Sur, por ahora, está haciendo las cosas bien y está demostrando al mundo una posible receta de cómo manejar esta situación: trabajo articulado academia-estado-empresa, rápida implementación de medidas preventivas, detección temprana de casos con masificación de pruebas diagnósticas y análisis epidemiológico y enfrentar la realidad de frente a la comunidad pero sin caer en el fatalismo y el pánico.

Dudo sinceramente, que cerrar fronteras y poner países completos en cuarentena sea la solución más adecuada para este problema sin que antes se hayan agotado todas las medidas anteriormente mencionadas, cosa que ningún otro país a diferencia de este, ha logrado.

Ahora la reflexión que como sociedad debemos hacernos es justamente de qué manera podemos contribuir a que estas medidas realmente sean efectivas para enfrentar la crisis. Y creo que la fórmula sigue siendo la misma para cualquier país del mundo: seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias, cambiar nuestros estilos de vida, y sobre todo, evitar caer presos del miedo y la desesperanza. Todos tenemos que poner de nuestra parte.

 

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