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martes, 16 de abril 2024
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¿Qué nos deja el Covid-19? ¿Volveremos a ser los mismos? - Maria Teresa Rugeles

La respuesta a este interrogante será abordada desde diferentes puntos de vista por cada uno de ustedes, pero en todas las respuestas probablemente encontraremos algo en común: No, no volveremos a ser los mismos.  

Es improbable seguir siendo la misma persona después de vivir más de 60 días enfrentando necesidades, temores, inseguridades, dificultades, egos, ansiedades, algunos padeciendo una soledad abrumadora, mientras otros experimentando diversas formas de hacinamiento en su propio hogar. En mi caso, vivir en la incertidumbre del día a día ha sido un reto enorme, pues me considero una persona obsesiva con la planificación. Para aquellos que me conocen bien, saben que esta situación ha sido una de las más difíciles que he tenido que afrontar y que como en todas las circunstancias anteriores de mi vida, he intentado aprender la lección que traen para superarlas con éxito.  

Después de que el virus se hubiera propagado por varios países del mundo y finalmente llegara a Colombia, me pregunté cuál era mi responsabilidad científica y social en esta pandemia. Había sido formada con recursos del estado y recibido por más de veinte años financiación gubernamental para dedicar a la investigación. Además, había invertido más de media vida estudiando los virus, en particular, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, agente causal del Sida. Aunque la respuesta parecía a todas luces obvia, la decisión no era fácil de tomar: decidir aportar desde mi profesión implicaba además de incrementar el riesgo de contagio, renunciar, sin saber por cuánto tiempo, a estar con mi familia: mis hijas.

En ese momento, de solo imaginarlo, se me llenaron los ojos de lágrimas. De Dani, mi hija menor nunca había estado separada más de diez días por motivo de algún viaje de trabajo. Sin embargo, la ilusión y el optimismo de poder aportar de alguna manera a superar el desafío que nos imponía esta pandemia terminó por no dejarme otra alternativa que regresar al laboratorio.

Fueron días muy difíciles, de seis horas de sueño, a dieciocho horas de trabajo, para llegar a un lugar donde no encontraba la sonrisa de Dani, ni la pregunta diaria: “mamita, ¿cómo le fue hoy en el trabajo?”. Sin embargo, cuando confirmamos el aislamiento del virus SARS-COV-2 nos llenamos de alegría, recibimos la recompensa por todo el esfuerzo dedicado y nos llenamos de energía para continuar trabajando, ya que ahora sí contábamos con una herramienta concreta para aportar y solo faltaba descifrar el camino para que este desarrollo científico, el virus creciendo en un tubo de ensayo, se materializara en un protocolo de desinfección, en una estrategia terapéutica, en alguna solución que permitiera aminorar el aislamiento social y poder devolverle al país la esperanza que necesitaba.   

Con el impacto mediático de la notica, la ansiedad incrementó, pues la responsabilidad y el compromiso social escalaron a un punto, que por momentos creí no ser capaz de soportar. Fue ahí cuando empecé a sentir aún más los efectos menos tangibles del Covid-19, pero quizás los que hoy me hacen sentir una mujer diferente. Hoy tengo la certeza que, a pesar de la discapacidad de Daniela, no soy indispensable; mi hija mayor, Maria Andrea así me lo demostró. Todo el tiempo sentí el amor de mi familia; reconocí a mis verdaderos amigos y lo equivocada que estaba con algunos otros, me reencontré con personas de mi infancia y de diferentes etapas de mi vida, quienes se hicieron presentes durante todo el proceso. También tuve la fortuna de conocer personas nuevas, con quienes compartí el mismo propósito: ayudar a la sociedad a salir adelante de esta coyuntura. A todos ellos, gracias porque fue precisamente por ellos que logré salir victoriosa de esta situación.

Finalmente, no volveré a ser la misma después del Covid-19, porque ya no doy nada por sentado y porque durante este tiempo me permití recordar el valor de lo esencial: un abrazo, una caricia, un café, una conversación, una caminata. Reafirmé la importancia de la familia y los verdaderos afectos; de trabajar en equipo; de estar unidos, de ayudarnos y cuidarnos, y confirmé que solamente trabajando juntos como sociedad, con resiliencia, empatía, solidaridad y optimismo, seremos capaces de salir adelante y fortalecidos de este nuevo reto.

 

Ma. Teresa Rugeles L. Bact. MSci. DSci.

Profesora Titular, Facultad de Medicina UdeA

Coordinadora, Grupo Inmunovirología

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