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Día de la Mujer: Otras voces que gritan

  • ​​​La docente Ross Marín Cardona, directora del grupo de teatro de la Facultad de Medicina, escribió un ensayo con una profunda reflexión sobre la Mujer en Colombia y en la actualidad. Un texto que dignifica y exalta la labor de las mujeres luchadoras y conmemora este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
  • El grupo de teatro de la Facultad preparó una representación en video, del texto Isola Sola, como un regalo especial y significativo para todas las mujeres que hacen parte de la comunidad universitaria. En la obra un grupo de mujeres dialogan entre sí y para sí; con sus cuerpos cansados y sus rostros meditabundos sostienen diálogos profundos y desgarradores que giran en torno a la soledad. Lo puedes ver AQUÍ.

 

“Yo no quise comer. ¿Para qué comer? Ya no tenía sentido comer. Se come para vivir y yo no quería vivir. Ya no tenía sentido vivir.” (1990.) Esta es la voz de la maestra, un personaje de la obra La maestra de Enrique Buenaventura, director y dramaturgo quien pone a la mayoría de sus personajes a narrar y a denunciar la viloencia en la que han estado inmersos muchos colombianos.

            La violencia en Colombia se convierte en fuente de inspiración para Enrique Buenaventura y otros creadores del teatro colombiano de mediados del siglo pasado; todos ellos en sus obras denunciaron situaciones de abuso político, económico y sexual en contra de la población, hombres y mujeres que padecen y han padecido la despropiación de sus tierras, el sometimiento y el silenciamiento de sus voces. Una violencia ejercida por el poder y amparada por la justicia estatal, donde las víctimas son los protagonistas de sus propias historias.

            Buenaventura en algunas de sus obras, en este caso La maestra, convierte a la mujer en víctima, receptora corporal del maltrato físico, social y moral, además, es la protagonista del martirio. En la obra el autor narra la agresión y violación de un grupo de soldados, (al parecer conservadores) a la maestra de una aldea llamada La esperanza, nombre asignado por el padre de ésta, quien es asesinado tras las tapias de su casa por ejercer las funciones de alcalde, título y oficio que el mismo se impuso al fundar la aldea en unas tierras que no tenían dueños. Nunca el padre como alcalde, ni la maestra como maestra recibieron sueldo alguno, pero sí el desprecio y el maltrato de quienes deseaban gobernar y adueñarse de sus tierras. En La maestra y otras obras como La orgía, La autopsia, La tortura, La denuncia, Buenaventura crea un teatro político, con una estética y una postura clara, inquisitiva, capaz de denunciar y poner en tela de juicio las irregularidades y el maltrato que cometen unos contra los otros.

            Al leer detenidamente La tortura, otra obra de Buenaventura, pienso en muchas mujeres colombianas que han sido víctimas, sometidas y maltratadas por su pareja; muchas veces a cambio de una buena mesa, una casa elegante, unas medias veladas sin rasguños, unos zapatos vistosos y elegantes, exhibidos en unas piernas bronceadas, largas y musculosas que llaman la atención de los otros, incluso de ellas, las otras mujeres. Algunas otras  sometidas por las circunstancias, la soledad, la pobreza y hasta la discapacidad como le pasa a Lis, un personaje de la obra Fando y Lis de Fernando Arrabal (1955); y en muchas ocasiones sucede que él, la pareja, el papá, el hermano, el tío o el amigo, “simplemente” es un hombre violento, con taras del pasado que no ha podido superar;  pero también hay quienes se atreven a afirmar: -esa es su naturaleza-; y es ahí donde aparece mi grito… ¡hasta cuándo! mujeres… ¡hasta cuándo¡ ¿hasta cuándo nos callaremos y seguiremos siendo el gancho en el que el hombre cuelga un vestido bello para exhibirlo a los demás? y que una vez usado, se tira, se rompe, se chuza, se hace a un lado o se desaparece para tomar otros ganchos. Nuestras voces no pueden seguir siendo acalladas, mucho menos silenciadas para siempre como le ha sucedido  a miles de mujeres, sin importar la edad, la profesión o el vínculo que se tenga con el agresor.

            El maltrato a la mujer en Colombia es un tema de todos los días, y cada vez que escucho una historia cercana, una noticia en la radio, en la televisión o en las redes sociales, me siento desfallecer. Hace poco en la Universidad de Antioquia una estudiante de Educación dijo: -voy a realizar un performance que parte de una experiencia propia… ¿será que puedo?-, -claro que sí-, dije.- Y así fue: una tarde llegué al hall del bloque 9 de la UdeA, y aquella estudiante estaba allí, llevaba puesto un vestido blanco y cargaba en sus manos un ramo de flores blancas y un papel enrollado, su mirada y su postura corporal reflejaban misterio, tensión y tristeza, tanta, que yo evitaba mirarla.  Cuando nadie lo esperaba extendió en el piso una cartulina blanca, allí estaba dibujada la silueta de una mujer. Minutos más tarde dejó caer las flores encima del croquis y en una simultaneidad se desvaneció y cayó sentada encima de la cartulina, sus movimientos eran parsimoniosos y ceremoniales, tomó un marcador y escribió con furia encima de la silueta: -Para todos sigues viva… cuidaremos a tu bebe. 1994 - 2018. Cuando nadie lo esperaba sonó estridentemente la canción de Juan Gabriel Amor eterno… todos nos paralizamos y los rostros de algunos se inundaron de lágrimas y dolor, al tiempo que ella denunciaba con vehemencia el asesinato de su gran amiga y compañera de trabajo a manos de su exnovio. Allí rondaba el silencio y la impotencia acompañada de un coro de gemidos.

            La voz de la estudiante se convierte entonces en otra voz que grita y reclama justicia por el asesinato de su amiga. Y yo me pregunto: ¿Cuál justicia? ¡Si en mi país solo existe la injusticia! y cómo no llamar injusticia a las decisiones de las autoridades que consienten que más de un agresor, asesino y violador, vaya unos días o unos años quizá, de paseo por las cárceles, y luego lo dejan en libertad, disque por buen comportamiento, porque no encontraron pruebas suficientes para condenarlo o porque no representa un peligro para la sociedad… ¿No representa un peligro para la sociedad alguien que ha violado y asesinado a su víctima? ¿Alguien que ha secuestrado, torturado y desaparecido a una mujer, alguien que…? Entonces… ¿Quién representa un peligro para la sociedad?

            Sumado a la injusticia de las autoridades y al comportamiento atroz de algunos hombres, hay algo preocupante e inexplicable en el accionar de muchas mujeres que han sido maltratadas y sometidas una y otra vez, y es la resignación y las frases absurdas con la que tratan de resolver y esconder el suplicio en el que viven: - Él siempre ha sido así, yo lo perdono porque es muy bueno conmigo-, Él es el hombre de la casa, quién, sino él para cuidarnos y darnos lo necesario a mis hijos y a mí-, -Yo me acostumbré, además, esa es su naturaleza-… ¡Vaya naturaleza humana! ¡Inaceptable! Es que no podemos aceptar la violencia, mucho menos justificarla, tampoco convertir a los hombres en protectores y proveedores de alimento y vestido, mucho menos vendarnos y lacrar nuestros oídos ante la realidad, realidad del pasado, del hoy y tal vez del mañana.

Parece que la violencia se ha convertido en un personaje que deambula por todos lados y en todos los tiempos… he llegado a pensar que esto importa poco y a veces es un asunto solo de los familiares y los dolientes de las víctimas; pero son muchas las historias de mujeres, incluso de hombres que este tema nos indigna; mujeres como La maestra que un día deciden no comer, hay muchas, heroínas como Antígona,  que se han inmolado pero no sin antes exponerse ante las fuerzas del poder para buscar a su hermano, familiar o amigo desaparecido, secuestrado o asesinado, hay un montón, Noras, como la Nora rebelde que expone Ibsen  en su obra, las vemos hoy en las calles, en los juzgados, en los hogares, incluso en diferentes muestras artísticas, haciendo una revolución y una denuncia a… ¿Será que un día nos escucharemos?  

Ross Marín Cardona

 
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