La conmemoración de la Batalla de Boyacá hace parte de las celebraciones bicentenarias que se iniciaron en Iberoamérica desde el 2010. El 7 de agosto del 2019 en particular se conmemora el triunfo del ejército patriota dirigido por El Libertador Simón Bolívar, sobre las tropas realistas bajo el mando del coronel José María Barreiro. El enfrentamiento, que tuvo lugar en un cruce de caminos que conducían a la capital, hizo parte de la campaña del Nuevo Reino de Granada iniciada en Venezuela, en la que las armas patrióticas cosecharon triunfos sistemáticos en Paya (27 junio), Gámeza (11 julio) y Pantano de Vargas (25 julio). El éxito en Boyacá cerró aquel ciclo de victorias, pero sobre todo significó un giro determinante en el rumbo de la guerra, puesto que desmoralizó y dispersó al ejército realista al cortarle la retirada a Santa Fe, capital del virreinato, a la vez que la despejó para Bolívar y sus tropas. En efecto, El Libertador entró a dicha ciudad el 10 de agosto, a pocos días de la huida del virrey Juan Sámano a Cartagena, cuyos partidarios nunca recuperaron la provincia, en aquel entonces centro político y administrativo del virreinato.

Lo sucedido en Boyacá es uno de los momentos de mayor gloria militar en el camino hacia la expulsión definitiva de los representantes de la monarquía española en el continente, y allí radica su importancia. Pero, además, aquella victoria significó avanzar hacia el establecimiento formal de una república, con la conformación del Congreso de Angostura, en el que se proclamó la Ley Fundamental de la República de Colombia que formalizó la unión de la Nueva Granada y Venezuela, nombró a Bolívar presidente, y al antioqueño Francisco Antonio Zea vicepresidente de esa nación en ciernes. Por otro lado, el éxito en la campaña libertadora, permitió que José María Córdova saliera de la capital para reclamar por las armas el centro de Antioquia, estableciendo en Rionegro su centro de operaciones, desde el que coordinó la toma de este territorio.

Nueve años después del 20 de julio, lo sucedido en Boyacá evidencia un proceso de largo aliento. Un periodo de gran complejidad y de interminables luchas, sobre el que no hay mucha claridad en la realidad actual colombiana, y que sigue generando confusión en torno a qué se conmemora en uno u otro momento y por qué. Es importante aclarar entonces que estas conmemoraciones se plantean como una forma de revivir solemne y metafóricamente la Independencia, y aquello se conseguirá generando espacios de educación y reflexión sobre los sucesos claves que determinaron la existencia de la nación colombiana.

Las conmemoraciones son pues, una práctica cultural de mucha trascendencia para una sociedad, en la medida que estimulan y construyen la memoria colectiva, fomentan la consciencia histórica y nos permiten asignar un significado a ocurrencias o vida de individuos o grupos, que consideramos importantes para lo que somos como sociedad.

Ahora bien, no deseamos una conmemoración que haga apología de individuos o eventos, si no una conmemoración que sea la oportunidad para difundir, educar, construir y reforzar la identidad nacional. Una conmemoración que renueve el vínculo entre los sucesos del pasado y el presente, para aplicar la historia a nuestra vida diaria asegurando su impacto en nuestras acciones y procesos de toma de decisiones como sociedad. Si simplemente dejamos que las cosas pasen sin recordar, con el tiempo y la sobrecarga de información común a estos días, nos volvemos insensibles a los legados de nuestro pasado.

Es por ello que insistimos en el bicentenario como una excusa para hacer balances, estudiar, revisar, repensar, replantear, discutir, pero sobre todo educar. Tal como se propuso y se hizo durante el 2010. Si bien, la batalla de Boyacá aparece ya en el ocaso del bicentenario, y en alguna medida es el inicio del cierre de la conmemoración, la intención es dejar las puertas abiertas a la consciencia histórica, en lugar de cerrarlas y sentenciarlas.