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Opinión

Silencios cómplices

25/11/2019
Por: Fabio Humberto Giraldo Jiménez, profesor jubilado UdeA

«Como lo nuestro, lo propio, es hablar y no pelear, hablemos o que las flores, los lápices y las cacerolas hablen. Pero no más silencio frente a esta enemistad interna que termina coincidiendo con las enemistades externas».

¿Existe alguna justificación racional contrastable para que la UdeA, la segunda gran universidad del país por su eficiencia misional, sea anarquizada y violentada?

Ella es por principio y por su historial el lugar institucional donde se estudian y se generan propuestas de solución para superar las desigualdades y las discriminaciones; es el lugar donde pueden redimirse y progresar socialmente mediante la formación profesional muchísimos de aquellos que por condiciones sociales y económicas no lo podrían hacer en otra parte y con óptima calidad.

Siendo así, como lo ha probado ¿Por qué, entonces, al vandalizarla, se incluye a la institución y a su comunidad entre los culpables de la discriminación y la desigualdad? ¿Por qué hipócrita razón la usan como envilecido antro quienes dicen quererla, sabiendo como saben porque no son idiotas, que en ella se hace posible lo más “aristocrático” y sublime del conocimiento en las condiciones más democráticas y con los propósitos más democráticos?

Cómo es posible que, en esta Universidad, donde la administración, los empleados, los trabajadores, los egresados, los profesores, los estudiantes, los padres de familia y la sociedad se empeñan, con persistente convicción y diligencia, en buscar el progreso social de todos mediante el conocimiento, poniendo especial énfasis en “servir a los sectores más vulnerables de la sociedad con los instrumentos del conocimiento y del respeto a la ética” (Plan de Desarrollo 2017-20127. Universidad de Antioquia. Art, 6) 

¿Cómo es posible, digo, que se manifiesten también con total holgura y persistente repetición, al mismo tiempo y en el mismo espacio, comportamientos anarquistas, no solo el que es propio de los anarquismos que se pretenden redentores sociales,  sino también el anarquismo de los individualistas posesivos o anarcoindividualismo, el anarquismo de los golfos o anarcogamberrismo y, por supuesto, el anarquismo de los malandrines que usan tanto el anarquismo político como el anarquismo gamberro para sus fechorías? 

A mí me resulta artificiosa, complaciente y hasta cómplice la idea de que semejante convivencia ocurre porque la universidad es el reflejo de la sociedad. Lo será sí, en un sentido descriptivo; pero no lo puede ser en un sentido prescriptivo, porque de serlo la universidad misma y en general la educación no tendría sentido. Sería como si al egresar de la universidad, como de una de nuestras terribles cárceles, saliéramos peor que como entramos o mejores en lo peor.

Por el contrario, la universidad, como el hospital por ejemplo, aunque con propósitos distintos, es el lugar del deber ser. A la universidad se llega para salir como mejores personas porque en ella y con ella se busca la belleza como ideal estético, la justicia social como ideal político y la verdad como ideal epistemológico. Es un contrasentido estudiar para envilecerse.

Creo, sinceramente, que muchos, a mi modo de ver demasiados y durante mucho tiempo, hemos silenciado ese deber ser ético de la universidad privilegiando el deber ser técnico. En la manigua de los afanes pragmáticos hemos perdido el valor de los principios; aunque no es posible descartar que exista también algún grado de indiferencia e insensibilidad o alguna forma de consentimiento.

Al perder de vista la integridad de la universidad dejamos un vacío físico y cultural que otros han convertido en “manga” y en sarao. El ensordecedor silencio en el que estamos nos va convirtiendo en cómplices por omisión, porque esta es una de esas situaciones en las que la soberanía de la universidad está en peligro y su rescate no es solo responsabilidad de la administración sino de todos, y no en el sentido genérico sino del todos en cada uno.

Como lo nuestro, lo propio, es hablar y no pelear, hablemos o que las flores, los lápices y las cacerolas hablen. Pero no más silencio frente a esta enemistad interna que termina coincidiendo con las enemistades externas.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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