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Opinión

Tópicos peligrosos

05/10/2020
Por: Heiner Mercado Percia, egresado Instituto de Filosofía UdeA

«... Romper con los lugares comunes no es fácil, toda vez que son alimentados por el discurso de líderes a través de un instrumento que potencializa sus efectos, como son las redes sociales,...»   

Usualmente la palabra “tópico” se emplea como sinónimo de “tema”, pues se la relaciona con el término inglés “topic” –o “topical”–. El caso es que el término “tópicos” se refiere a “lugar”, y de ahí que “utopía” signifique “sin lugar” o “lugar que no existe”. Pero el uso que quiero destacar aquí es el de la retórica clásica.

La retórica de los siglos v y iv era eminentemente práctica, una empeiría, como la denomina Platón en su diálogo Gorgias (462 c-e). Los oradores tomaban partes o frases completas de discursos ya pronunciados para adaptarlas a otras situaciones similares (cfr. Platón, Menéxeno, 263 b). Aristóteles expone una teoría de los tópicos en el libro II de Retórica, definida como un medio para la selección de enunciados (1396 b 18). En ese sentido, la tópica es un método que facilita la búsqueda de aquellas palabras que podemos decir frente a cualquier asunto con miras a la persuasión. El desarrollo de un método de los lugares comunes sirvió posteriormente para clasificar un conjunto de formas fijas (clichés) que ayudaban a responder casi siempre a la pregunta ¿qué decir? o ¿qué argumentar? En otras palabras, en una discusión siempre es posible que los interlocutores reutilicen palabras y frases completas que consideran pueden asegurar una eficacia persuasiva. Hasta ahí no hay ningún problema.

Sin embargo, el peligro de los tópicos reside precisamente en que se convierten en clichés. Fórmulas repetitivas como “Sé tú mismo”; “Ya ha descansado el pobre”; “Todo es relativo”; “La vida es el valor supremo”; “No debemos juzgar a nadie”; “Solo cumplo con mi deber”, o “Todos harían lo mismo”, nos llevan, como advierte Aurelio Arteta en su libro Tantos tontos tópicos, a la costumbre de dejar de analizar, evaluar o pensar de manera crítica ciertos asuntos, así como a la pereza mental y a la reiteración de todo tipo de prejuicios (2012, p. 10). Los tópicos se convierten entonces en frases que se usan de manera ciega, son automatismos que sirven para quedar bien en una discusión y, con ello, se evade la necesidad de ampliar los puntos de vista y la responsabilidad de las consecuencias de su uso debido a su carácter anónimo e impersonal, a que provienen de cierta tradición o están presentes en las creencias de una “mayoría”.

Entre los tópicos que expone Arteta se destacan los ya desgastados “Todas las opiniones son respetables” y “Condenamos la violencia, venga de donde venga”, los cuales son usados en muchas partes del mundo, pero nuestros tópicos, los que venimos usando frecuentemente en relación con nuestra realidad nacional cuando ocurren hechos de violencia y que se exponen masivamente en las redes sociales hasta producir náuseas, son los de tipo: “El que a hierro mata a hierro muere”; “Ojo por ojo”; “Murió en su ley”; “Fue por lana y salió trasquilado”; “Uno menos…”; “Pobre madre…”; “Por algo fue” o “Por algo le pasó” (algo tuvo que haber hecho…); “El que nada debe nada teme”; “Pasó a mejor vida” (como sarcasmo); “El que siembra vientos cosecha tempestades”; “Quién los manda...”; “No estarían recogiendo café”; “Por qué no se detuvo” o “Dizque líderes sociales…”.

Por desgracia, estas frases no solo sirven para evadir la argumentación, sino que, de manera consciente o inconsciente, mantienen este estado de violencia en el país. Lo curioso es que muchas de estas frases, verdaderos clichés, son refranes de origen bíblico, lo cual puede darnos una idea de las características de nuestro “cristianismo”. No obstante, insisto en que estas frases han contribuido a normalizar la violencia. Ya nos parece normal que sea el homicidio o la agresión física la respuesta natural y esperada contra el opositor político, el líder social, el ladronzuelo, el guerrillero o el paramilitar.

Dos casos recientes pueden dar cuenta de esto: el primero, el del joven estudiante de Derecho que fue torturado por agentes de la Policía y que desencadenó una serie de protestas a nivel nacional en contra del Gobierno y de esa institución, acostumbrada a usar la violencia ilegítima. El segundo caso es el de Juliana Giraldo, asesinada por un miembro del Ejército en Cauca. En ambos casos, la reacción de muchos en las redes sociales se apoyó precisamente en estos clichés que se suman a otros ya también desgastados, como “La paz de Santos”; “Nos vamos a volver como Venezuela” y “Le entregaron el país a las FARC…”, y cuya influencia fue determinante en el plebiscito por la Paz de 2016.

Para colmo de males, otros tópicos son usados por quienes dicen sostener una posición de “centro” para advertir que no son “ni de derecha ni de izquierda”, con lo cual pretenden oponerse usando frases como “Deje el odio”; “No hay que polarizar”; “Hay que tender puentes”; Hay que sumar y no restar”; “Debemos pasar la página”; “Somos una oposición constructiva”; “No hay que politizar”; “Así no se protesta…”; “Soy apolítico…”; “Yo no paro, yo produzco”, etcétera. Estos clichés, terminan infantilizando el debate político, cuando no impidiéndolo al provocar un desdibujamiento de la democracia como sistema político que, si quiere ser auténtica, debe siempre promover la discusión pública y pacífica entre contradictores.

Todas estas frases que se usan de manera automática están distorsionando la forma en que se comprenden los hechos, perpetúan los prejuicios sociales, e impiden que se den mejores discusiones, y lo más lamentable, están revictimizando a aquellas personas que padecen la violencia, alejando aún más toda posibilidad de solidaridad. Romper con los lugares comunes no es fácil, toda vez que son alimentados por el discurso de líderes políticos a través de un instrumento que potencializa sus efectos, como son las redes sociales. Con todo, identificarlos y exigir una explicación sobre su uso e interpretación –a aquellos que lo ven como comodines para ganar una discusión–, puede servir para enfrentarlos.
__________________

Referencias

Aristóteles. (1994). Retórica. Q. Racionero (trad.). Gredos

Arteta, A. (2013). Tantos tontos tópicos. Ariel

Platón. (1992). Diálogos II. Gorgias, Menéxeno, Eutidemo, Menón, Crátilo. J. Calonge, E. Acosta, J. Oliveri y J. Calvo (trads.). Gredos.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. 

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