Opinión

Luego de transcurrir por cargos menores en los que se debe asumir el liderazgo, tomar decisiones y dirigir el curso de un grupo, y tras analizar los conceptos y acciones de algunos dirigentes "modernos", me doy cuenta que para liderar se necesita mucho más que carisma, ideas, formación académica o ganas de incidir en la sociedad.

Algunas formas de gobierno denominadas "progresismo" tienen grandes problemas para su aplicación en poblaciones en vía de desarrollo.

En estas latitudes, refuerzan el ego y el entusiasmo de dirigentes jóvenes, inteligentes y carismáticos, y los llevan a proponer con certeza ideas extraídas de sociedades con un grado de desarrollo diferente, propiciando que en el proceso sean abolidas de la toma de decisiones la historia real de una comunidad y la proyección (que ha sido marcada por brechas sociales y políticas), generando una fórmula perfecta para el fracaso de estos dirigentes: jóvenes convencidos de estar innovando, orgullosos de presentar ideas creativas pero que carecen de planes de aplicación progresiva ajustados al contexto social histórico, actual y futuro cercano.

Ahora, ¿cuál es el éxito electoral de estos "progresistas"? Aterrizan en una sociedad ávida por cambios políticos, sociales, económicos y ambientales, una sociedad que carga en sí el despertar de las generaciones modernas que han reconocido la equidad y los derechos humanos y civiles como una deuda del pasado y como una necesidad del presente y el futuro.

Así, llegan impulsados por el anhelo de miles de personas que desean y auguran un cambio, que tienen miedo de perder la oportunidad de una forma diferente de política, y que paradójicamente se desalientan rápidamente al experimentar múltiples desaciertos fundados en decisiones "modernas" que carecen de correlación con las realidades presentes y futuras.

¿Están condenados al fracaso? en gran parte sí. Estos dirigentes “innovadores” pueden ser obstinados, obtusos y tienden a poner como ejemplo el éxito en poblaciones externas de las ideas que ahora ellos plantean, evidenciando la falta de contexto de tiempo y lugar.

Además, debido a su inexperiencia en dirigir, querrán mostrarse autoritarios y seguros, eliminando la posibilidad de controversia en los debates, precipitando el uso de mecanismos represores del estado y en definitiva sumergiendo el curso de sus comunidades en una secuencia de errores diferentes a los del pasado, pero que generan en los electores modernos una sensación de arrepentimiento y en el grueso de la población desconfianza en los idealistas que proponen un cambio de los paradigmas sociales y políticos que rigen una sociedad en desarrollo.

Finalmente, la misión de aquellos quienes creemos en la necesidad de un cambio, es mantener una posición crítica, sin aceptar por complicidad o por resignación la política del menos peor, manteniendo la participación en los espacios de construcción colectiva y exigiendo a los mandatarios independiente de sus ideales o corrientes políticas la adopción de decisiones que permitan el desarrollo social y económico acordes a la complejidad y realidad de nuestras poblaciones.

Nota