Z7_89C21A40L06460A6P4572G3304

Teclas de Ayuda de acceso Rápido

ALT + 1 Inicio

ALT + 2 Noticias

ALT + 3 Mapa de sitio

ALT + 4 Búsqueda

ALT + 5 Preguntas frecuentes

ALT + 6 Atención al ciudadano

ALT + 7 Quejas y reclamos

ALT + 8 Iniciar Sesión

ALT + 9 Directorio telefónico

Letra:

Contraste:

Clic aquí para ir a la página gov.co
jueves, 18 de abril 2024
18/04/2024
Síguenos
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3305

Opinión

Z7_89C21A40L06460A6P4572G3307
UdeA Noticias
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3386
Opinión

Adiós a un lázaro anónimo

17/12/2020
Por: Mauricio López Rueda, periodista UdeA

«... Paz en la tumba de ese bondadoso y optimista ser humano, ejemplo para quienes aún gozamos de nuestra vida y vivimos quejándonos por cada cosa que nos pasa, como si todo fuera el fin del mundo.»

En esta inmensa y yerma tierra que llamamos humanidad, abundan las historias de desventurados, de seres inefables con los que se ceba el destino, desde la primera palmada que los despierta a la vida hasta los sibilantes suspiros de su agonía.

Son todos ellos como Lázaro, seres reclamados constantemente por la muerte, y que no entienden qué hilos incomprensibles los mantienen sujetos a la vida, aunque de una manera tan precaria.

Hay entre esos lázaros, sin embargo, algunos como el Lazzaro feliz de la película de Alice Rohrwacher, tan aclamada en Cannes en 2018. Ese Lázaro, desdichado como todos los demás, se aferra de principio a fin al optimismo, como el Cándido de Voltaire y, de alguna forma, triunfa sobre la muerte, aunque muere.

También en las cercanías de nuestro pequeño universo, Medellín, habitan seres que luchan contra la muerte, o que no se rinden ante ella a pesar de que les muerde los pies, todos los días, y triunfan, al final de todo, cuando la oscuridad arrincona sus vivencias, porque dejan recuerdos deambulando en las mentes de quienes los conocieron, de quienes lo amaron.

Juan Carlos Mosquera era una de esas personas, uno de esos lázaros anónimos que parecen estar destinados al sufrimiento para que los demás apreciemos un poco la suerte que nos ha tocado.

Nació en Medellín, aunque sus padres eran oriundos de Condoto, municipio chocoano devastado por la guerra y la minería, legal e ilegal, donde la gente suele morirse de paludismo, malaria, balas y abandono, aunque a uno que otro desdichado le toca cargar con males peores y más extraños, como el síndrome de Marfan, que sólo les da a 3 de cada 10 mil personas en el mundo.

La madre de Juan Carlos murió de esa rara enfermedad que afecta los músculos y el corazón, obligando a sus víctimas a caminar despacio, a llevar la voz a rastras y a caerse de cuando en cuando como si una roca se les hubiese caído encima.

Juan Carlos, a quien todos en la Universidad de Antioquia conocían como ‘Mosquera’, ‘Mosquerita’ o ‘Morocho’, heredó esa fatalidad y tuvo que llevarla consigo hasta el final de sus días. Murió este año después de muchas batallas, a los 34 años de edad, de un infarto fulminante porque su corazón, cargado de amor, pero no de sangre, funcionaba, desde hacía mucho, al siete por ciento de su capacidad.

Mosquera se había granjeado el cariño de mucha gente en la Universidad de Antioquia por su indeleble optimismo. Se presentó y pasó a Economía, en 2008, y se graduó entre 2012 y 2013, con excelentes notas. Luego trabajo en la oficina de deportes, cuando esta quedaba al lado de los camerinos, y también participó en algunos proyectos con su facultad, entonces podía.

Todo eso lo logró con el lastre de su síndrome, que cada vez lo afectaba con mayor fuerza. Medía un metro y 95 centímetros, era enjuto y parecía que sus huesos estaban devorando, poco a poco, su escasa carne. Caminar lento y garetas, y hablaba muy despacio, como entre dormido.

Jamás bebió, no era de fiestas y siempre se le encontraba en su casa de Moravia, un segundo piso al borde de la Regional, donde vivía con uno de sus hermanos, pues sus padres ya habían fallecido.

Sonreía siempre y no se quejaba de su enfermedad. Se la pasaba pensando en qué trabajar y en cómo curarse. Soñaba con tener familia y ser corredor de bolsa. Era tenaz, no se rendía.

Miguel Cadavid, el profe eterno de la selección de fútbol de la UdeA, era uno de sus mejores amigos, y se convirtió en su bastón en esos años de continuo deterioro. Iba por él hasta la casa y lo llevaba al hospital, le ayudaba con dinero, le buscaba empleo y lo mantenía contento con chistes benévolos.

Otros imitaron a Miguel. Varios decanos, estudiantes y empleados del Alma Mater se la pasaban al tanto de la situación, desde Jonathan, jugador del equipo de fútbol, hasta Estiven, estudiante de Economía que también habitaba Moravia. Se preocupaban Blanquita, la empleada de la cafetería de Deportes, la de ‘Salario’; Felipe Rodríguez, el Vicedecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales; y Sergio Restrepo, decano de Economía. Incluso el Rector de la Universidad John Jairo Arboleda, llegó a visitarlo en el hospital San Vicente, cuando allí estuvo internado el valiente economista.

Y con toda esa fuerza se cargó Mosquera para luchar, hasta las últimas consecuencias, pero no fue suficiente. Falleció de un paro cardíaco, aunque con una mueca de satisfacción en el rostro. Quienes lo conocieron se quedarán para siempre con el recuerdo de un hombre que luchó, sin descanso, por aferrarse a la vida, un hombre que no lastimó, que no engañó, que siempre fue honesto con todos quienes lo rodearon.

Se murió anónimamente, como tantos héroes, como tantos lázaros que, aunque destinados a la desdicha, prefieren sonreír y no llorar, porque para ellos, cada momento en el mundo, cada sonrisa, cada respiración, vale cualquier dolor y sacrificio.

Paz en la tumba de ese bondadoso y optimista ser humano, ejemplo para quienes aún gozamos de nuestra vida y vivimos quejándonos por cada cosa que nos pasa, como si todo fuera el fin del mundo.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. 

Z7_89C21A40L06460A6P4572G3385
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3387
Correo del contacto
[57+4] 219 50 19
Z7_89C21A40L06460A6P4572G33O4
Z7_89C21A40L06460A6P4572G33O6
Lo más popular
Z7_89C21A40L06460A6P4572G3340
 
Universidad de Antioquia | Vigilada Mineducación | Acreditación institucional hasta el 2033 | NIT 890980040-8
Recepción de correspondencia: calle 70 No. 52 - 21 | Apartado Aéreo 1226 | Dirección: calle 67 No. 53 - 108 | Horario de atención
Conmutador: [57 + 604] 219 8332 | Línea gratuita de atención al ciudadano: 018000 416384 | Fax: [57 + 604] 263 8282
Peticiones, quejas, reclamos, sugerencias, denuncias, consultas y felicitaciones
Política de tratamiento de datos personales
Medellín - Colombia | Todos los Derechos Reservados © 2020