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Manilargos

25/07/2017
Por: Wilson Orozco, profesor titular Escuela de Idiomas, UdeA

"... Ojalá entonces no esté muy lejano el día en el que los jugadores sean realmente un ejemplo de ética y de juego limpio. Y que por ahí derecho le colaboren a los árbitros. Que no simulen faltas, que no se revuelquen, que no parezcan muertos para hacer entrar a la Cruz Roja, y una vez afuera, resucitar patéticamente..."

Fue un domingo de tantos, era una fría noche, y solo alrededor de quince mil almas veían jugar al Atlético Nacional. De pronto, gol de este al Bucaramanga. Normal. Lo que siguió fue también la triste ruta de la normalidad en Colombia, y más específicamente en el fútbol. El gol había sido hecho con la mano, y su maradoniano autor, Luis Carlos Ruiz, salió a celebrar como si hubiera sido la gran gesta.

La segunda parte del esperpento fue para el estupor y para la pena ajena: el árbitro validó el gol, todos los jugadores del Bucaramanga tuvieron que protestar, uno de ellos se ganó una tarjeta amarilla, solo la insistencia de todo el equipo logró que el cuarto árbitro le informara a su colega arbitral que, en efecto, el gol había sido con la mano. Se agradece poseer tecnología que ayude en estos casos, pero da grima ver la actitud del jugador de Nacional, en la típica viveza colombiana: hacer el gol con la mano, quedarse callado, no reconocer la falta; peor aun, celebrarlo.

Y lo anterior hace parte del día a día en el fútbol colombiano, metáfora y repetición de lo que vemos en nuestro diario vivir: el ya conocido “el vivo vive del bobo”. Y en el fútbol se hace más evidente y patético, por cierto. Paga uno la boleta para ver fútbol, pero termina uno de estupefacto espectador de simulaciones de faltas de unos jugadores bastante malos, aunque peor actores (y aquí los incluyo a todos, incluso a los del Medellín).

Simulando todo tipo de faltas e ingeniando todo tipo de artimañas, promocionadas por técnicos bilardistas y mañosos del tipo Pecoso Castro (que lo he visto con mis propios ojos, tirando pelotas a la cancha para interrumpir el juego).

Tretas alentadas además hasta por los mismos hinchas que las ven justificadas cuando las hace su propio equipo, pero, cuando el equipo contrario les da de su propia dosis, se desgañitan protestando a más no poder. Coherencia, por favor, señores. Triste es entonces lo de las simulaciones de esos farsantes que, cuajos como ellos solos, al menor contacto, caen desplomados como si fueran bailarinas de ballet.

Revolcándose como si estuvieran en vía, no de ir a un hospital, sino a su propia tumba. Aunque eso sí, a la hora de pegarle a una mujer en un ascensor, o de violarla en manada en un hotel, ahí sí son muy machos. Felicitaciones, farsantes. Y ahora que escribo la palabra “farsante”, recuerdo que al Barça le dicen precisamente el Farsa por su reconocida tradición para el (mal) teatro.

La imagen de Busquets revolcándose en el césped, y luego mirando de reojo para esperar la tarjeta roja al jugador que supuestamente le hizo falta, es realmente patética. Busquen al Busquets en Youtube, es como para la triste y desconsolada risa. O Ronaldo, a quien un escritor, dados los pucheros y morisquetas del engominado delantero, además de sus simulaciones y exageraciones de penaltis, bautizó perfectamente como “Penaldo”.

Ojalá entonces no esté muy lejano el día en el que los jugadores sean realmente un ejemplo de ética y de juego limpio. Y que por ahí derecho le colaboren a los árbitros. Que no simulen faltas, que no se revuelquen, que no parezcan muertos para hacer entrar a la Cruz Roja, y una vez afuera, resucitar patéticamente. Qué pereza. Cuando esto realmente suceda, las cámaras prácticamente dejarán de ser necesarias. Y así, realmente, aplaudiéremos la nobleza y no la viveza.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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