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Opinión

El corazón late mientras puede

10/06/2019
Por: Judith Nieto López, profesora Escuela de Microbiología UdeA

« ...  No tuvo palabras durante su partida; no hubo tiempo para decirlas ni para acompañarlas del gesto histriónico, de la risa que lo hacía inconfundible, aquella que marcaba la alegría permanente del hombre de teatro que por sus trajes no se sabía si iba o venía del escenario ...»

Como ya lo he consignado en otros textos, cuando he tenido que apurar la palabra enlutada, hoy lo vuelvo a hacer; pero esta vez desde la propia letra que parece hablar: ¡morir es quedarse en silencio!…

Todo corazón late mientras puede, pero cuando dicho órgano no consigue cumplir más esa función, entonces el cuerpo donde habita empieza inmediatamente a enfriarse y a perder el color, hasta terminar acogido por el silencio.

Esta vez, ese silencio guardó para siempre las palabras pronunciadas de modo alegre y amable por el abogado de oficio que fue Ramiro Tejada.

No tuvo palabras durante su partida; no hubo tiempo para decirlas ni para acompañarlas del gesto histriónico, de la risa que lo hacía inconfundible, aquella que marcaba la alegría permanente del hombre de teatro que por sus trajes no se sabía si iba o venía del escenario.

Se sabía, sí, que era Ramiro Tejada, el actor, el crítico de arte, el que aportó a la cultura de Medellín. El abogado estudioso y quien muy seguramente, por su condición artística y humanística, se preocupaba más por el hombre que por el acusado o, finalmente, el condenado.

Duele saber que se fue así, sin decir adiós; pues muy seguramente, si hubiera podido, lo habría hecho… Él se habría despedido hasta de sus contertulios del restaurante La Comedia, uno de sus habituales lugares, donde lo vi por última vez el pasado 17 de abril, cuando se acercó para saludar con sus amables muestras de vida, con su espíritu siempre iluminado por su característica animosidad.

Pocos días después de ese encuentro, el corazón de Ramiro Tejada ya no pudo latir más. El domingo 12 de mayo me enteré de su muerte, de la que no tuvo escapatoria, como tampoco la tendré yo, quien escribe sobre el Ramiro que ya no saludará más de beso en la mano a las mujeres ni sonreirá a sus amigos por las calles de Medellín.

Sí, el corazón late mientras puede, y el corazón del teatrero que aspiró en otros tiempos a la Alcaldía de Medellín se detuvo el 11 de mayo de 2019. Ese día su vitalidad de siempre se aquietó, posiblemente acompañado del canto de los primeros versos de Si la muerte pisa mi huerto de Miguel Hernández: “Si la muerte pisa mi huerto/¿Quién firmará que he muerto de muerte natural?”.

Tan insólita noticia permite especular que tal vez, allá donde esté, si es que se está después de muerto, Ramiro esté repitiendo las palabras de Beraldo —el receloso personaje de Moliére—: “Que cada uno asumiendo sus riesgos, puede creer lo que le plazca”.

Sin embargo, no se trata de creer, sino de confirmar que algún día el movimiento “martilleante” del corazón se detiene, y con él se detiene una vida, más no el recuerdo de esa vida detenida. Así quedó la vida del histriónico Ramiro, a quien se le vio por última vez en la Universidad de Antioquia en un concierto sinfónico de salsa, pues él estaba en todas partes, máxime si el escenario del lugar estaba dispuesto para la alegría.

Sí, se ha ido Ramiro Tejada, el actor del sombrerito; y con esa partida dejó huérfana y en silencio a su Exfanfarria Teatro. Luego de esta inesperada noticia, todos hemos quedado callados; menos sus palabras… Aquellas que ahora, sin Ramiro Tejada, todavía se dicen y se repiten, incluso aquellas reservadas para el silencio hasta cuando el corazón no pueda latir más…

Nota:  Este texto fue publicado en el periódico Alma Máter, edición 687 del mes de junio de 2019


Nota

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