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La segunda vuelta o el reacomodo de las fuerzas uribistas

22/06/2018
Por: Juan Carlos Arenas Gómez, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

"...La coalición ganadora, encabezada por el Centro Democrático, fue integrada por los partidos tradicionales y las formaciones partidarias derivadas de este tronco. A esto debe sumarse, el apoyo explícito y –según se juzguen las prácticas- desvergonzadas de los grandes conglomerados de comunicación, los gremios de la economía y las principales iglesias con sus respectivas expresiones partidistas..."

La segunda vuelta presidencial enfrentó a dos grandes coaliciones, más un sector de la dirigencia que decidió apostarle al voto en blanco como manifestación de su no adhesión a las alternativas en contienda.

El índice de participación fue levemente inferior al de la primera vuelta, es decir, dejaron de asistir a las urnas un poco más de 125.000 ciudadanos. Mientras que el voto el blanco –cuya expectativa de crecimiento había sido reforzada por los medios de comunicación y la manifestación de dos de los candidatos derrotados en primera vuelta– creció sólo un 2.44%, con un impacto insignificante en la votación agregada. Como efecto de la leve reducción de la participación y del comportamiento del voto en blanco, el número de ciudadanos que apoyaron a alguna de las candidaturas tuvo una reducción del 3.1%, cosa que también puede juzgarse como normal dentro de los estándares característicos de las segundas vueltas presidenciales.

La coalición ganadora, encabezada por el Centro Democrático, fue integrada por los partidos tradicionales y las formaciones partidarias derivadas de este tronco. A esto debe sumarse, el apoyo explícito y –según se juzguen las prácticas- desvergonzadas de los grandes conglomerados de comunicación, los gremios de la economía y las principales iglesias con sus respectivas expresiones partidistas. El resultado favoreció ostensiblemente a Iván Duque con un respaldo superior a los 10.3 millones de votos, es decir, un crecimiento de un 27% respecto a la votación obtenida por el Centro Democrático en la primera vuelta y un apoyo casi del 54% de todos los ciudadanos que acudieron a las urnas.

Paralelamente, la candidatura derrotada estaba constituida por una convergencia de las fuerzas que apoyaron a Petro desde la consulta interpartidista –Decentes, MAIS, UP–  con un sector mayoritario del Polo democrático y del Partido Verde, así como una pequeña facción del partido Liberal y un cuantioso grupo de organizaciones sociales, comunitarias, artísticas y de intelectuales. Todos ellos, con un trabajo no siempre coordinado, lograron movilizar el apoyo ciudadano en muchas regiones del país en contraste con la fuerza de las maquinarias políticas, la movilización de recursos de los empresarios, de las iglesias y de los medios de comunicación masiva. Esta votación estuvo por encima los 8 millones, con un crecimiento del 39.6% frente a la primera vuelta y un respaldo total del 41.8% de los ciudadanos que votaron en segunda vuelta.

Estos resultados dejan abiertas las puertas para la implementación de las nuevas reglas sobre la oposición política. El reto del gobierno presidido por Duque -que controla las mayorías parlamentarias, tiene la confianza de los empresarios y la simpatía desbordada de los medios de comunicación- será el de brindar las garantías institucionales y de protección para los diversos grupos que se declaren en oposición. Este reto va más allá de los llamados a la unidad nacional e implica el imperativo ético político de recocer la divergencia y de proteger no solo a los sectores políticamente organizados, sino también a los líderes y organizaciones sociales más vulnerables en el territorio.

Mientras que, para la convergencia de la Colombia humana, la implementación de esta nueva figura impone la necesidad de construir una coalición más allá de la coyuntura electoral. Esta tarea, además de exigir la domesticación de los egos, implica concentrarse en un trabajo coordinado en el parlamento, que permita proyectar la convergencia de centro izquierda como una fuerza política que ofrezca una alternativa de poder para las elecciones de 2022. Un buen punto de partida para guiar el trabajo parlamentario, tanto en términos de iniciativa legislativa como de control político, son los XII puntos suscritos entre Petro y el Partido Verde.


Nota

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