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Opinión

Sin Quino seguirá firme el mundo según Mafalda

02/10/2020
Por: César A. Orozco R., profesor titular pensionado, UdeA., pediátra neonatólogo y perinatólogo, especialista en Docencia Investigativa Universitaria.

«... Se fue Quino y deja adeptos con un legado inmaterial de mensajes y lecciones; será amado y recordado y que, a pesar de su enfoque pesimista y humanista de la realidad, no impide que sus historias estén llenas de ternura y muestren una simpatía por las víctimas de la vida...»

Mafalda, una tira cómica planetaria que encontró hogar entre las páginas de Joaquín Salvador LavadoTejón, alias Quino el 29 de septiembre de 1964, se convirtió en el símbolo de la rebeldía y fe de que es posible un mundo mejor; ha pasado de ser un ícono de la esencia argentina a un emblema universal del pacifismo contestatario, con sagaz postura de crítica en referencia a las realidades que enfrenta el mundo; omnipresente, hasta en las sopa, y de la que nunca su autor pudo escaparse en las nuevas creaciones y a pesar que había dejado de hacer la tira cómica en el semanario Siete Días Ilustrados desde el 25 de junio de 1973, con 1.928 tiras y 9 años de existencia.

Mafalda una contestaría pacifista y respetuosa que llevaba a flor de piel la franqueza infantil, de ideas progresistas, nihilista, ingenua, astuta y plena de humor en medio de la cotidianeidad del hogar, que quiso cambiar al mundo con ironía, de reflexiones políticas y bélicas de la sociedad y del orden mundial.

Mafalda hace reflexionar a sus lectores de temas profundos con enmascarada intelectualidad, siempre esperó sentada en la silla a que los adultos le respondan las cosas espontáneas y libres, una prócer de la generación que vivimos en el silencio de la desigualdad y la injusticia; hace al lector enfrentarse a la burocracia, a los errores de la autoridad, a las instituciones inútiles o a la estrechez de miras.

Mafalda para describir la realidad recurrió a su filosofía a través de imágenes, letras y humor gráfico para resolver los problemas políticos, sociales, económicos y culturales, las desigualdades, inquietudes e inseguridades de los ciudadanos de a pie, de la clase media emergente que han luchado por sobrevivir, despotricaba de la vanidad, la codicia, la soberbia del poder y la extrema desigualdad.

Mafalda conquistó al mundo con contenidos pedagógicos en el ámbito de lo filosófico y los valores éticos, en las esferas de lo social y político en las diferentes sociedades, tanto en la natal Argentina como en los países en donde trascendió fronteras; se ha traducido a más de 30 idiomas y editado hasta en el braille en 2016; toca asuntos no sólo para el momento del nacimiento en 1964 sino también para las generaciones venideras, ¡por siempre seguirá vigente, transgeneracional, no envejecerá!

Perpetuamente llevará el inconformismo, la esperanza de que todo cambiará, que habrá más sensibilidad en lo humano y lo ambiental. Siempre plantea temas del rol de las mujeres en las sociedades, el libre pensamiento y de expresión, los absurdos de la condición humana, de la política, la corrupción y la burocracia, la hipocresía y falsía de la familia y los matrimonio; es una apología de la vida en gracia con la interdependencia permanente de la naturaleza y la gente, y el elogio a la convivencia.

Un personaje de centro, una socialista y progresista que lucía en sus viñetas los desencantos propios de todos los izquierdistas del siglo XX sin hacer contrarrevolución, y gran crítico de las brechas e inequidades sociales del capitalismo neoliberal, aunque haya sido fruto de la misma sociedad de consumo, embebida en la globalización, los designios del mercado y la especulación financiera.

Mafalda ama a los Beatles, el Pájaro Loco, la democracia, el feminismo, los derechos de los niños, la lectura, la paz, la libertad, la televisión sin series, correr al aire libre y jugar a los cowboys. Odia a James Bond, las armas, la guerra, la injusticia, el hambre, la violencia y el racismo y tomar sopa. Acusa, a través de sus dichos y acciones, la maldad, la incompetencia de la humanidad y la ingenuidad de las soluciones propuestas para los problemas mundiales.

Un cómic que, sin dejar de percibir una risa sardónica ante la realidad, se enmarca en una sutil crítica a las posiciones extremas de la vida, curiosa, reflexiva e inquieta siempre está preocupada por la humanidad. Por su clara posición, no es querida en algunos sectores; fue censurada en Chile, Brasil, Bolivia e, incluso, en la época franquista española, obligaron al editorialista a colocar una banda en la portada de la primera edición del libro con la que se declaraba una obra para adultos.

Mafalda, la contestaría inocente, de seis años y cuarto de primaria, vive en una cooperativa familiar sin jefe en el porteño rioplatense barrio de San Telmo con el padre, un anónimo, un oficinista vendedor de seguros, mesurado del gasto y quien no congenia con las nuevas generaciones; Raquel, la madre consejera, quien abandona sus estudios para dedicarse a los oficios de la familia y a tener la comida lista; Guille, el hermanito menor, travieso e irreverente con sus padres y amante de la sopa.

Mafalda es la líder del grupo de amigos que hablan de los problemas de la sociedad con pensamientos muchas veces opuestos: Felipe, el soñador, tímido y el perezoso con los deberes escolares; Susanita, su buena amiga conservadora, advenediza, chismosa, pendenciera y lenguaraz, racista y aporofóbica, amante de la oligarquía, la imagen y la moda, y quien aspira casarse y pertenecer a la clase social alta; Miguelito, el narcisista, quejoso, franco, inocente y soñador, humilde ante las críticas y polemiza los deberes infantiles; Manolito, un conservador, de aspiraciones capitalistas, hijo de un comerciante y quien se preocupa por los gastos e ingresos del almacén y en tener supermercados; y Libertad, hija de un padre socialista, anarquista, con ideas políticas en contra del sistema establecido y quien ambiciona cambiar la estructura social.

Se fue el padre de Mafalda a los 88 años, la dejó huérfana, dejó a la familia de relaciones difíciles y a los amigos entrañables, partió el gestor de la historietista del pacifismo, tímido, resistente a la fama y los reportajes; otro grande que abandonó la vida terrenal para encontrarse con los otros líderes de la no violencia, Martín Luther King, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y Mahatma Gandhi. Se fue quien trató con su comic cuadrar al mundo a sabiendas que era redondo, quien trató de pararlo para bajarse, quien incomodaba frecuentemente a los adultos con sus preguntas sobre el statu quo socialmente establecido y el manejo político del mundo, el gestor de la niña que le gustaría ser políglota y trabajar en la ONU cuando sea grande para ayudar al mundo y a la paz mundial.

En 2014 fue elogiado en España con uno de las mayores distinciones culturales del habla hispano, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, coincidiendo con el 50 aniversario de Mafalda. El jurado destacó la capacidad de Quino para percibir «la complejidad del mundo desde la sencillez de los ojos infantiles», y describió a Mafalda como «la niña inteligente, irónica, inconformista, contestataria y sensible». En el mismo año también fue homenajeado con la Orden Oficial de la Legión de Honor, el reconocimiento más importante que el gobierno francés le concede a un extranjero.

Se fue Quino y deja adeptos con un legado inmaterial de mensajes y lecciones; será amado y recordado y que, a pesar de su enfoque pesimista y humanista de la realidad, no impide que sus historias estén llenas de ternura y muestren una simpatía por las víctimas de la vida. Lo llora Mafalda y en sus adentros dirá: «Quino no te vayas, prometo tomarme la sopa»; y los adultos, «Quino, ya descansa de los absurdos de la sociedad, tomaremos tu lucidez y tu alma de niño reclamante, crítico e inconformista con la esperanza de construir la paz y de un mundo mejor».


Nota

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