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Opinión

No debe haber guerra

23/03/2017
Por: Francisco Cortés Rodas, Director Instituto de Filosofía, UdeA

"...En suma, la paz es una política de Estado, que supone el esfuerzo y la voluntad de varias generaciones para alcanzarla y no debe depender del arbitrio político de un presidente, de la voluntad de partidos o del hastío de una parte de la sociedad..."

La paz es una política de Estado no la política de un presidente. “La paz es una situación que se caracteriza por la ausencia de la fuerza”, escribe Hans Kelsen. Cuando se plantea la cuestión de cómo puede asegurarse la paz, o de cómo puede eliminarse la guerra de las relaciones entre los hombres, la respuesta más evidente que se ha dado desde el inicio de la modernidad es centralizar el empleo de la fuerza dentro de la comunidad.

Para establecer la paz estatal interna, el derecho debe servir para definir las condiciones bajo las cuales los individuos pueden obtener su seguridad por medio de leyes y tribunales. Esto permite hacer que prevalezca la seguridad jurídica. Según Hobbes, el temor ante la muerte violenta, así como el deseo de seguridad de la vida y la propiedad, son las razones que en el estado de naturaleza o de guerra conducen hacia la paz de una sociedad civil.

De conformidad con Hobbes, Kant considera que el conflicto tiene raíces en la naturaleza humana. Kant ha visto al hombre como una complexio oppositorum, es decir, en el hombre hay una disposición belicista y una disposición política. La paz no es lo natural entre los hombres, sino una conquista de su voluntad consciente.

“El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza, es más bien un estado de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades no se han declarado, sí existe una constante amenaza. El estado de paz debe, por tanto, ser instaurado” (Kant). Salir del estado de naturaleza para constituir una sociedad civil mediante el contrato originario es un imperativo de la razón, un deber. Pues “la razón práctico-moral formula en nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra” (Kant).

En suma, la paz es una política de Estado, que supone el esfuerzo y la voluntad de varias generaciones para alcanzarla y no debe depender del arbitrio político de un presidente, de la voluntad de partidos o del hastío de una parte de la sociedad.

En este sentido, mi tesis es que la paz alcanzada en el Acuerdo Final y el proyecto de realizarla en todos sus aspectos deben ser defendidos por la sociedad civil, por encima de los intereses particulares de los distintos actores políticos, del cansancio de la sociedad con una obligación compleja, y de los problemas morales y políticos que acompañan una negociación política con una guerrilla no derrotada en la guerra.

Un modelo de sociedad moralmente perfecta, en el que se cumplen las normas del derecho sin excepción y la ley penal se impone en su plenitud, es un modelo elaborado lejos de nuestra realidad.

“Si queremos, como dice Virginia Wolf, pensar la paz en la realidad”, debemos reemplazar el normativismo ingenuo, por un normativismo reflexivo, que tenga contacto con la realidad. El Acuerdo Final, que es un proyecto de paz, expresa ese normativismo reflexivo que piensa la paz en la realidad. Continuaré en otra columna.

Este texto fue publicado en el periódico El Colombiano el martes 21 de marzo de 2017


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

 

 

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