Opinión

Desde la oficina un ligero murmullo, una brisa llena de números: uno, dos, tres… Me asomo discreto. Un grupo de muchachas se mueve en la armonía de una danza discreta.

Desde ayer, acogido en este espacio de la universidad, la editorial. Calidez en el recibimiento y a la vez una simpatía menuda, una discreción atenta. Siento que entro en un espacio humano marcado por la experiencia, el amor, la vocación.

Para mí es una especie de sitio de culto. Pero desprovisto de cualquier fanatismo. Es más bien un lugar en el que las personas giran movidas por un amor. O será más bien una forma refinada de amistad.

Amistad por algo, un objeto. Acá es donde se hacen los libros. El objeto de esa amistad son ellos, uno por uno. Cada libro y con él las personas, quien lo escribe y aquel, que por un tejido de azares, será quien lo lea.

De esta editorial siempre he tenido el más alto concepto. Y ahora, por una bendición de la U, estoy acá, entre ellas. La mayoría de las personas aquí son mujeres. Y yo me digo: hay una virtud de mujer en este aire, una inteligencia de mujeres, un tacto hacedor y de minucioso cuidado.

Acabo de pasar silencioso entre ese murmullo, salí un momento a respirar la emoción de estar aquí. Me dije: entre libros, donde se hacen los libros. Ellas saben, paso a paso, el movimiento ritmado de un libro. Ese objeto que pasa de una luz a otra. De la luz oscura de la creación a la pequeña luz benéfica de cada lectura.

Y me digo: esta universidad es lo máximo. En una esquina de su campo, en un espacio sosegado y conversador, un grupo de personas se une, se junta, dispone. Lo que siento es que aquí todo el mundo funciona como un relojito.

Mi momento, la efervescencia de muchas lecturas. Leo libros dedicados a los tiempos de los hombres en que se toca el límite de la dignidad. Tiempos de oprobio, de crueldad y extrema violencia. En esos tiempos y lugares en que no se puede pensar ni conversar ni mucho menos leer.

En circunstancias así una persona daría cualquier cosa por un libro. La memoria trata de sostener un retazo, una frase, un verso. Pero la indignidad sabe que debe llegar hasta allí y apagar esa llama.

Estas lecturas (Levi, Amery, Kertesz, Kluger, Klemperer) me han despertado, me han hecho pensar en la relación con los libros. Esa relación no salva, no blinda, no garantiza ningún absoluto. Es un hilo, delgado y frágil para tejer, entre uno y los otros, redes de fraternidad, comprensión, misericordia.

No otra cosa que la defensa de los libros en tiempos oscuros. Aquí se hacen libros. Y la Universidad existe para leer día y noche. Ese es su insomnio, acaso su lucidez, su consciente desvelo.

Que la esencia de la universidad está en los libros es algo que no requiere ser explicado. La universidad es, en cada persona, el libro que lleva. Y que la lleva, hacia dónde no lo sabemos. Es por eso que la universidad es una aventura.

Y mi tiempo aquí, en este universo concentrado y feliz, una completa ventura.

Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.