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Academia

Humboldt permanece en Colombia

03/09/2019
Por: Gabriel Jaime Gómez Carder- Divulgador científico y exdirector del Planetario de Medellín

Alexander von Humboldt brilla con protagonismo en la historia de Colombia. El paso del prusiano por estas tierras significó innegables aportes científicos. Su nombre, sin embargo, eclipsa el gran trabajo que, simultáneamente, desarrolló el payanés Francisco José de Caldas.

Retrato de Alexander von Humboldt, realizado en 1806 por Friedrich Georg Weitsch. Fotógrafo: Karin März.

Desde Cartagena de Indias hasta Pasto en el sur de Colombia, el nombre de Alexander von Humboldt es un referente cultural para viajeros y naturalistas. De buenas los alemanes que cuentan con un embajador permanente en estas latitudes vecinas al ecuador terrestre y que el científico prusiano diera a conocer, a través de su libro Viaje a las regiones equinocciales, las tierras del Orinoco, del Magdalena y del Amazonas donde el día tiene una duración igual a la de la noche.

Humboldt entró a Colombia, por aquel entonces el virreinato de la Nueva Granada, por las bocas del Sinú y recaló en Punta Gigante, cerca de Playa Blanca, en Barú, para observar un eclipse de luna que le permitió determinar con precisión la longitud de Cartagena y navegar luego por el río Grande de la Magdalena, desde el Dique hasta el puerto de Honda, en donde remontó la cordillera a lomo de mula hasta llegar a Santafé de Bogotá, en donde ya lo esperaba el sabio Mutis, director de la Real Expedición Botánica y conocido ya en Europa como uno de los amigos de Linneo.

Humboldt no venía solo. Como compañero de su aventura lo seguía el médico y botánico Amadeo Bonpland, a quien conoció en París, y se le recuerda como el gran recolector de un rico herbario que más tarde le serviría a los especialistas para inventariar buena parte de la flora americana.

Varios factores determinaron el éxito de la gira de Humboldt en la América española, entre ellos, tener unos pasaportes abiertos para investigar y coleccionar todo tipo de especímenes, hablar el castellano, tener un plan de trabajo definido y, sobre todo, tener una personalidad atractiva, adornada de un pomposo título nobiliario.

Alexander von Humboldt venía de la nobleza prusiana, educado en el seno de la élite berlinesa y, por lo demás, heredero de una rica fortuna. La idea de estudiar la naturaleza como un todo la traía en mente desde sus años juveniles, cuando en Jena tuvo oportunidad de conocer a Goethe y Schiller, quienes definitivamente influyeron como inspiradores de una visión estética y holística que buscaba captar un cuadro o conjunto de lo observado sin perderse en el detalle especializado.

Humboldt había estudiado física, química, mineralogía, botánica y astronomía como autodidacta, con maestros particulares y en la misma escuela de minas de Friburgo, sin llegar a ser un doctor de ninguna universidad en particular. Sin embargo, al científico berlinés se le considera el padre de la geografía moderna y uno de los padres de la geografía de las plantas.

En Ibarra (Ecuador), Humboldt conoció a Francisco José de Caldas, este sí un autodidacta de tiempo completo en materia de ciencias naturales. En un principio las relaciones fueron muy cordiales y el intercambio de saberes entre uno y otro fue generoso y fluido. Solamente cuando Caldas supo que no estaba incluido en la expedición de Humboldt para continuar por el sur como naturalista agregado, el payanés se sintió dolido y francamente decepcionado. La verdad, valga decirlo, es que Caldas se montó en una ilusión sin tener certeza de una invitación confirmada.

La pregunta que hoy me hago, cuando conmemoramos el 14 de septiembre los 250 años del nacimiento de Humboldt, es por qué el prusiano brilla como una estrella de primera magnitud y Caldas apenas si alcanza a ser reconocido con el pomposo título de «el Sabio Caldas». Por qué los colombianos no hemos aprovechado, como sí lo han hecho los alemanes, para promover en el país los sitios y lugares por donde pasó Francisco José de Caldas observando la naturaleza, haciendo registros con el barómetro, tomando puntos geodésicos con el octante, recolectando plantas, rocas y fósiles.

Creo que la respuesta a esta pregunta, a esta inquietud, se debe en buena parte al desconocimiento de la vida y la obra del genio de Popayán y a nuestra falta de interés por el estudio de las ciencias. Es en cierta forma una injusticia con Caldas no divulgar su obra a través de libros, documentales, exposiciones, concursos. Contrasta, este año de 2019, la gran prensa que ha tenido Humboldt en su aniversario con el silencio bajo el cual se opaca la vida de un genio que, como lo ha demostrado el doctor Darío Valencia Restrepo en una reciente disertación, trabajó en la geografía de las plantas en simultaneidad con quien se considera uno de los padres de esta disciplina.

Por fortuna la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Colombia, otorga este año la medalla Humboldt- Caldas como reconocimiento científico al investigador destacado en el campo de la Fitogeografía o Geografía de las  lantas. Una gran oportunidad para reconocer los méritos del alemán y también de nuestro primer científico colombiano.

Mientras tanto, hagamos un alto en el camino para valorar y cuidar nuestra biodiversidad. Sin duda, nuestro mayor tesoro natural. Por dicha Colombia es todavía un país verde, es decir, un país con esperanza. Que Humboldt y Caldas permanezcan unidos para siempre es nuestro mayor deseo. Y que de Alemania aprendamos mucho de su esmero por cuidar y conservar la naturaleza.
 

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