Opinión

Vibrar con aproximadamente 350 artistas en escena, interpretando una de las cantatas más imponentes de la música occidental, Carmina Burana de Carl Orff, mientras se levantan pancartas que gritan un auxilio al gobierno sobre la educación pública, es una de las formas  de protesta creativa y con fundamentos que ha tenido el movimiento estudiantil en el país, tras los meses de paro por la crisis que se vive actualmente.

Así lo vivimos más de 1.200 personas el pasado sábado 24 de octubre en el Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo de la Universidad de Antioquia, lugar en el que se presentó esta obra en el marco del Festival Internacional Corearte Medellín 2018 y, donde los asistentes fuimos testigos de un espectáculo que en épocas anteriores era solo para las clases económicas altas.

El evento llenó su aforo y dejó con ansias de verlo y escucharlo, a unos cuántos más que por la cantidad de asistentes no pudieron ingresar.  Ese, el llenar todos los asientos, debe ser el sueño a cumplir en los escenarios artísticos de un país en el que la guerra siempre ha recibido más recursos que la cultura y donde además, existen poblaciones que han tenido que irse a la cama escuchando un concierto de disparos y no uno de música clásica.

Algún día tendremos esa Colombia donde a los niños y jóvenes les ofrezcan empuñar un instrumento musical, un cuaderno y no un arma. Llegará ese momento en que todos nos vamos a dejar tocar por el arte y seremos más amigos de llenar teatros como el de la UdeA, donde se ofrecen semanalmente eventos públicos que abren las puertas a la ciudad para sumergirse en el mundo de la cultura.

Y es que han sido la música, el teatro, la presentación de libros y la danza, los que han mantenido viva a la Alma Máter en estos tiempos de paro que vacían los salones de clase, pero en los que la UdeA, con su programación cultural ha mantenido esa fuerza por seguir culturizando y formando a la sociedad.

Esa oportunidad es la que no podemos permitir que nos quiten, tenemos que convertir a la cultura en ese motor de movilización y concientización frente a las desigualdades y la indolencia de aquellos que pretenden cerrarle las puertas a los miles de colombianos que aspiran tener una educación pública y de calidad.  Por esos que crecen en el campo, en los barrios más alejados y que quieren tocar un violín, es por quienes tenemos que luchar.