Opinión

Pobres de espíritu e ignorantes los pueblos que recurren a la violencia para resolver sus contradicciones. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica entre 1968 y 2018, el conflicto armado en Colombia dejó casi 263.000 muertos, es decir, cerca de 4.400 por año. Por supuesto, el eslabón más débil es quien más sufrió, pues de cada diez muertos ocho eran civiles.

En nuestro país, según el Instituto de Medicina Legal, cada día son asesinadas treinta personas, siendo Antioquia el departamento con más homicidios. Las riñas causan estos homicidios en siete de cada diez casos. Y adicione los catorce sucesos diarios de agresiones contra mujeres en Antioquia, propios de una sociedad sexista.

También, es indignante y dolorosa la muerte diaria de un niño colombiano por desnutrición, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística.

¿Qué clase de sociedad permite que sus niños mueran por falta de alimento ante tanta abundancia? Es claro que la inequidad cobra víctimas y más aún nuestra indiferencia. Pero las armas y la violencia nada resuelven.

Somos universitarios. Nuestras herramientas para transformar la sociedad son los argumentos, el estudio, las letras, las artes, la música, la poesía, las obras, los inventos, el diálogo y la crítica. Nuestras mentes y expresiones conmueven los corazones. Nuestros hijos, niños y conciudadanos nos ven con ojos de admiración y deseo de saber. Allí radica nuestra labor.

Caminantes somos, en un mundo de dolor y desesperanza. Pero en el que, también, encontramos la alegría profunda de compartir una comida, unas ideas de algo leído, el disfrute de una melodía, el deleite de un buen ritmo o de un furtivo recital de un universitario. Inventos, composiciones, aparatos y juegos son creados en nuestra Universidad para el regocijo de la humanidad.

Eso hacemos los universitarios, compartir el gozo del conocimiento para resolver los problemas de la sociedad y reducir sus brechas. Atentos a este propósito, resguardamos y compartimos nuestros libros, aprendizajes, dudas y experiencias con humanos dispuestos a retribuir a la sociedad con esmero y en paz o, al menos, a dialogar con tranquilidad.

La violencia, las armas, los artefactos explosivos y las riñas alejan a la universidad de su quehacer. Rechazo las formas que atacan nuestro carácter público y mucho más aquellas que derivan en enfrentamientos que ponen en riesgo la vida. Suficiente padecimiento el de nuestra nación como para que nuestro campus sea invadido por la intimidación y la agresión.

Martin Luther King demostró que la lucha por los derechos civiles se gana por medio del discurso apasionado, la marcha pacífica y la solidaridad por nuestros hermanos, sin distingo. El amor es la emoción clave que permite la unión y el logro de cosas más allá de nuestra voluntad, como lo predicó King y lo explica Martha Nussbaum en Emociones Políticas.

Es más, Martha Nussbam muestra como lo público crea un valioso espacio para el amor y la imperfección humana, que son sopesados con la búsqueda de la justicia. Lo público, resulta en el resguardo protector de la promoción del bien común y la oportunidad para el disenso, el consenso y la participación. Es inaceptable que desconocidos atenten contra la Universidad y el patrimonio de la sociedad.

El respeto a la vida, la serenidad y la armonía con la naturaleza y nuestros conciudadanos son principios innegociables en nuestra institución. Por coherencia, la madurez intelectual y el conocimiento nos inspiran solidaridad y fraternidad. La vía de los hechos y las acciones violentas solo radicalizan, dividen y promueven odios.

Bien lo dice Boaventura de Sousa Santos: corazonar, para emancipar a nuestros pueblos oprimidos, es liberar el corazón del oropel del colonialismo, los prejuicios y los patriarcados, para seguir nuestra intuición. Seguir los sentidos y raíces de nuestros pueblos requiere de la meditación y tranquilidad que solo el ser en paz alcanzan.

El Mahatma Gandhi nos enseñó que la perseverancia y la no-violencia son las formas más nobles y grandes con las que un pueblo puede transformarse. La educación es nuestra única herramienta. Por eso rechazo los desmanes reiterativos en la Universidad de Antioquia y a quienes los ejecutan. Yo defiendo a nuestra Alma Máter, estoy en contra de la violencia. ¿Me acompaña?