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Opinión

De la Farc a las Farc

03/09/2019
Por: Adrian Restrepo Parra, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

En la guerra era común referirse en plural a la guerrilla Farc. De allí, las expresiones “las Farc” o “las guerrillas de las Farc”. Pero la realidad militar y política era distinta. Eran una guerrilla con un comando unificado encargado de la cohesión y la orientación político militar: la Farc. Sin embargo, en el posacuerdo esa unidad de mando entró en colapso y afloraron las Farc.

En la guerra era común referirse en plural a la guerrilla Farc: “las Farc” o “las guerrillas de las Farc”. Tal referencia permitía pensar que actuaban como un cuerpo federado, distintas guerrillas agrupadas bajo un mismo paraguas ideológico y político, pero autónomas. Sin embargo, la realidad militar y política era distinta.

Una guerrilla con una férrea disciplina y con un comando conjunto encargado de la cohesión y la orientación político militar de catorce mil militantes que conformaban el Ejército del Pueblo.

Por tanto, hablar en plural de las Farc encubría el hecho de ser una sola guerrilla con unidad de mando: la Farc. Durante el proceso de paz y, especialmente después de la firma del Acuerdo, la unidad de mando consolidada en la guerra entró en colapso.

A pesar de los esfuerzos por socializar el Acuerdo e intentar convencer a toda la militancia de la guerrilla Farc para que lo avalaran, prontamente aparecieron los disidentes.

Los procesos de paz logran, como muestra la experiencia internacional y nacional, que la mayoría de los combatientes dejen de serlo, pero no logran que todos lo hagan. Las disidencias en los procesos de paz suelen llegar al 10%.

En el surgimiento de las disidencias hay dos factores centrales, uno interno y otro externo. El interno remite a la guerrilla, la cual debe preservar la cohesión interna de la organización. Dicha cohesión y capacidad de mando debe darse durante el proceso y después del mismo.

Regularmente, la cohesión se mantiene todavía durante el proceso de negociación porque la jerarquía de mando y el entorno militar aún persiste, pero en el escenario de posacuerdo, la dirigencia político-militar deja de serlo.

En el posacuerdo prima el aspecto político y con él viene una variación sustancial de las maneras de lograr acuerdos internos y dirimir las diferencias. Esto hace que las “herramientas” utilizadas en la guerra para frenar a los disidentes ya no tengan pertinencia en la paz.

El factor externo obedece a la responsabilidad estatal en la implementación de lo acordado. La experiencia internacional sugiere realizar en los dos primeros años, después de la firma del Acuerdo, la reincorporación social, económica y política de los exguerrilleros con el propósito de alejarlos efectivamente de la guerra y otras violencias.

En un escenario ideal, la exguerrilla debería mantener la cohesión interna de manera que el compromiso de dejar las armas lo cumplan todos sus miembros. Y el Estado, en cabeza del gobierno, debería cumplir cabalmente con su parte.

En la situación del Acuerdo con Farc, el factor interno muestra una gradual transformación de esta organización política. Los cambios comprometen su unidad de mando, al punto que, hoy día, sí podemos hablar en plural de las Farc.

Después de la firma del Acuerdo aparecieron las disidencias, la más representativa en cabeza de Gentil Duarte, quien había estado en la última conferencia guerrillera en Yarí donde respaldaron el Acuerdo.

Estas disidencias se reclaman Farc. Pero no son las únicas. La más reciente es la encabezada por Iván Márquez, quien en su momento calificó de disidentes a Duarte, John Cuarenta, entre otros. El sector de Márquez también se reclama Farc.

Las disidencias no están agrupadas y difícilmente lograran hacerlo porque el proceso mismo de paz las dividió. Gentil Duarte no apareció en el grupo de Márquez porque Duarte considera que, de volver Márquez, Santrich, entre otros, a la guerrilla Farc lo harían en condición de militantes rasos y no como comandantes.

Hay tantas Farc como disidencias. Pero hay más Farc, está el grueso de la población exguerrillera que sigue en el proceso de paz; sin embargo, de esa población debe diferenciarse quienes están en el proceso, pero se apartaron de la organización política legal Farc.

Son exguerrilleros que ya no creen ni en la exguerrilla ni en las disidencias, son personas que quieren reiniciar una vida común. Y, por supuesto, está la Farc, el partido de la rosa.

A las dificultades internas de cohesión se articulan los obstáculos de la implementación a cargo del gobierno Duque. La dilación en la implementación, las amenazas del gobierno y su partido de hacer ajustes sustanciales al Acuerdo, entre otros, son desincentivos para que los exguerrilleros continúen en el proceso.

En estas circunstancias, la posibilidad de estabilizar el Acuerdo pasa porque el Estado colombiano en cabeza del gobierno redoble esfuerzos por cumplir con lo acordado.

Hacerlo permitiría consolidar la existencia del sector Farc que quiere cumplir con el Acuerdo, ese sector firmó un pacto nacional para sacar las armas de la política. De lo contrario, seguirá el fortalecimiento de las Farc armadas que no tienen capacidad de tomarse el poder en el país, pero sí de perpetuar las violencias que subsisten en los mismos territorios que el Acuerdo prometió pacificar.   

Este texto fue publicado en La Silla Vacía el viernes 30 de agosto de 2019


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

 

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