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Opinión

Yo no tengo covid, tengo hambre

23/07/2020
Por: Judith Nieto López, escritora y profesora Escuela de Microbiología UdeA

«... Es una respuesta inconcebible y de claro desconocimiento de la realidad, sobre todo cuando semanalmente el país registra con nuevas cifras el acrecentamiento de un genocidio como el que hoy recae sobre líderes sociales cada vez más estigmatizados, amenazados y sacrificados...»

El domingo 19 de julio recibí en mi celular una foto con una pinta que deja leer el texto del que me valgo para titular las presentes líneas. La sobrecogedora foto fue enviada por una de mis amigas con la que intercambio bellezas y horrores que solo se pueden compartir en estos tiempos de particular incertidumbre. Y no sé, todavía no logro saber qué fue lo que más me impactó al abrir mi WhatsApp y encontrarme con un texto y una figura así de conmovedores; no sé si el sobresalto fue por el contenido del mensaje o por la imagen en la que, junto al letrero pintado con aerosol, se ve a un hombre vestido de chompa roja —el color con el que durante la pandemia empezaron a denunciar las situaciones de hambre los pobres y grupos más vulnerables del país—, gorra y pantalón negros; una fotografía que me dejó tan pensativa y que aún me perturba cada vez que la vuelvo a mirar.

El hombre está sentado en la baranda de un balcón y parece custodiar la pinta de denuncia escrita en rojo sobre blanco: “Yo no tengo covid, tengo hambre”, fue lo que, además de perturbarme, me animó a escribir esta columna inspirada en esa denuncia y en esta realidad de desposesión en la que ha quedado una buena parte de la población colombiana.

Sí, la queja justa no pasa, pues el hambre y la carencia absoluta son lo que hoy sortean tantos habitantes de nuestro país, cada día más signado por la inequidad. Esta circunstancia obliga a protestas pasadas por lo simbólico, transmitidas por las redes y que muestran claramente la otra realidad dejada al descubierto por este virus veloz que ha convertido a los más frágiles en las víctimas más claras de la enfermedad y la desposesión.

Se trata de un reclamo por el alimento del que tantos carecen, un lamento que continuará y que podrá ser tan viral como el mismo covid-19, mal del que ahora unos padecen y otros tememos.

Es así como la figura y el letrero de la foto corresponden a un panorama que solo muestra noticias desalentadoras; unas, procedentes de esta crisis sanitaria que se prolonga como un tiempo sin respuesta; otras, resultado de medidas tomadas por el gobierno, como fueron los infortunados días sin IVA, o la apresurada reapertura económica. Ambas circunstancias exacerbaron los contagios, que antes parecían controlados por las medidas lideradas principalmente por los gobiernos locales.

Entonces, este mal implacable nos puso a vivir ante tiempos inciertos y en los que, a la par con la enfermedad y el temor al contagio, está el empobrecimiento visible de la población, que se las ingenia para denunciar la situación de indigencia por la que pasa.

Aunque muchos no lo crean, los expertos en materia económica destacan cómo en Colombia “El verdadero drama tangible de la economía son ocho millones de desempleados generados por la reducción de la producción y por los trabajadores decepcionados que dejaron de buscar empleo”, es lo que declara Eduardo Sarmiento en su columna de El Espectador titulada “El nuevo contexto de la equidad”, publicada el 19 de julio, el mismo día en que recibí la foto en el WhatsApp.

Con esta preocupante cifra de desempleados, acelerada entre abril y mayo, según la misma columna —dato que hoy debe ser otro y superior—, podemos imaginar cuántos compatriotas están pasando hambre en este momento.

Es difícil pensar en un futuro claro luego del azote que ahora enfrentamos bajo llave y con un miedo neurotizante. Además de la plaga que no se detiene, sin duda los actuales son los tiempos del hambre, que seguirá asomándose incluso sin trapo rojo por balcones y ventanas. Ser indiferentes a esta otra calamidad que solo muestra a compatriotas con las manos vacías y repletas de oscuridad es estar condenados a seguir haciendo parte de un país donde nunca el día esperado será de día.

El panorama es desalentador, y lo es más cuando los que no tienen covid, ¡tienen hambre!


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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