Opinión

El 97% de la población colombiana tiene acceso a energía eléctrica, según datos del Sistema de Información Minero Energético Colombiano, una proporción mayor a la mundial que alcanza el 83%, según la Agencia Internacional de Energía. Pero, al comparar con otros países latinoamericanos de desarrollo similar, Colombia se encuentra por debajo del promedio regional. Por ejemplo, en Argentina la cobertura corresponde a 99,8%, en Brasil y Costa Rica a 99,5% y en Chile a 99,6%, según datos del Banco Mundial.

De forma similar, el Gobierno Nacional y la Unidad de Planeación Minero Energética estiman que son más de 460.000 hogares los que carecen de electricidad en Colombia (Decreto 1623 de 2015). En contraste, Antioquia, según datos del Departamento Nacional de Estadística, está cercana a lograr una cobertura plena en acceso a energía eléctrica para las familias antioqueñas.  Esto es gracias, en buena parte, al programa Antioquia Iluminada de Empresas Públicas de Medellín (EPM).

No obstante, Antioquia, según el Índice de Competitividad Departamental, se ubica en la posición número 7 entre 25 departamentos en cuanto a cobertura de energía eléctrica, siendo superada por Bogotá, Quindío, Caldas, Atlántico, Valle del Cauca y Cundinamarca. En consonancia, el documento “Bases del plan de desarrollo” de la administración Pérez Gutiérrez reconoce esta limitación y afirma que el 5,5% de los hogares rurales antioqueños carecen de acceso a energía eléctrica. Allí, el Gobierno Departamental debe seguir, en conjunto con EPM, promoviendo el programa Antioquia Iluminada.

Y el Gobierno Departamental tiene razón al proponer el programa Energía para la Ruralidad, complementando el esfuerzo de EPM, y en la dirección correcta al sugerir fuentes energéticas alternativas para el área rural. Las características geográficas de Antioquia invitan a la utilización de diversas fuentes, permitiendo el uso de la energía solar, eólica y de la biomasa. Aunque el departamento lo haría a menor escala, los noruegos han demostrado las bondades y eficiencia de convertir los desechos orgánicos en electricidad, otro acierto.

La provisión de energía eléctrica, proveniente de fuentes ambientalmente sostenibles, resulta en una estrategia necesaria para mejorar la calidad de vida y promover el desarrollo del territorio. Primero, con electricidad, los hogares tienen acceso al uso de múltiples aparatos y máquinas que facilitan y simplifican sus tareas cotidianas. Por ejemplo, la posibilidad de adquirir electrodomésticos se vuelve viable, al igual que la de tener un teléfono celular para las comunicaciones.

Segundo, el acceso a energía eléctrica permite reemplazar el consumo de combustibles fósiles en la cocina. Esto resulta crucial para mejorar las condiciones cardio-respiratorias en aquellos hogares que cuecen los alimentos con leña. Luego, serán los costos de la energía y gas y campañas de promoción y prevención de salud las que facilitarán el cambio hacia formas de cocinar con menores impactos para el bienestar de los hogares, quizás, aprovechando, así, el acceso a la energía eléctrica.

Tercero, el acceso a electricidad provee nuevas posibilidades para el entretenimiento, la comunicación, la información y la formación. Además, es un insumo fundamental en el fomento del desarrollo económico, dando pie a oportunidades de emprendimiento y auge industrial. De forma consecuente, la apuesta del Gobierno Nacional es por mayor cobertura (Decreto 1623 de 2015), intención que comparte la Gobernación de Antioquia y EPM. Programas como Antioquia Iluminada y Energía para la Ruralidad deben apoyarse, pues son una apuesta decidida por la calidad de vida, transformando la energía eléctrica en un vehículo para el desarrollo.
 

Ver la publicación de este texto en el periódico ElMundo del miércoles 16 de marzo de 2016

Nota

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