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Opinión

La universidad en la era neoliberal

24/09/2018
Por: Francisco Cortés Rodas, profesor Instituto de Filosofía UdeA

"...El neoliberalismo es una realidad económica, social, política y cultural, que tiene más de 50 años haciendo estragos en la sociedad, la naturaleza y el hombre. El neoliberalismo no es único ni idéntico a sí mismo en el espacio y en el tiempo..."


Doctos economistas, eruditos sociólogos y columnistas estucados de seriedad, dicen llenos de satisfacción derechista que el neoliberalismo no existe, que es puro marketing usado por la izquierda en su estrategia de permanente campaña electoral.

La izquierda, continúan, utiliza los males sociales, el desempleo, el aumento de los precios, del IVA, la pobreza y el hambre, para culpabilizar a alguien, en este caso a las políticas neoliberales y a la tal globalización. Se llenan de orgullo conservador para decir que la izquierda cambia de enemigo a su antojo: ya no es el imperialismo norteamericano, las grandes potencias, sino el capital financiero, la burocracia estatal tecnocrática, entre otras.

Pero el neoliberalismo no es una ficción creada por las “casandras desmelenadas” como algunos columnistas denominan a los intelectuales y políticos de izquierda. El neoliberalismo es una realidad económica, social, política y cultural, que tiene más de 50 años haciendo estragos en la sociedad, la naturaleza y el hombre. El neoliberalismo no es único ni idéntico a sí mismo en el espacio y en el tiempo.

Ha tenido diferentes ejemplificaciones a través de países, sectores y regiones en sus relaciones con realidades distintas.  Resultó de una reacción económica y política específica contra el keynesianismo y el socialismo democrático, primero en Inglaterra en la década de los setenta, luego en los Estados Unidos, antes de expandirse por el mundo entero hasta llegar a la misma China.

Contra lo que afirman Guillermo Perry, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Caballero Argáez, Rudolf Hommes y el “babélico bullir de tonterías” que es Andrés Hoyos, el neoliberalismo es un hecho histórico, existe como programa intelectual, representado por Friedrich Hayeck, Robert Nozick, Milton Friedman y otros. Es un programa político que defiende la no interferencia del Estado en el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo. Es también una ideología con una muy fuerte influencia en el mundo entero.

El neoliberalismo ha abarcado todas las esferas de la acción social: hay una idea neoliberal de economía, de educación, de atención médica, de administración pública, de derecho y de tecnología (Harvey, 2015, p. 74).

El neoliberalismo planteó una situación novedosa al extender la racionalidad económica a esferas y actividades que hasta entonces estaban regidas por otros sistemas de valor. En este sentido, el neoliberalismo ha hecho que tanto las personas como los Estados se construyan sobre el modelo de la empresa contemporánea, haciendo que aquellas y estos se comporten en modos que maximicen su valor de capital en el presente y mejoren su valor futuro. Esto lo hacen tanto las personas como los Estados a través de prácticas de empresarialismo, inversión y atrayendo inversionistas. (Brown, 2015).

¿Cómo el neoliberalismo transformó la universidad? Para el neoliberalismo, “la organización tradicional de las universidades implica en el mejor de los casos una asignación poco eficiente de los recursos públicos, en el peor, un puro desperdicio” (Escalante, 2016, 230). Consideran que mucho de lo que se hace en la actualidad en las universidades es superfluo, vano, se enseñan cosas inútiles y se investiga sobre asuntos no relevantes. Las humanidades son cuestionadas y muchos departamentos han desaparecido. Filología, Geografía han sido cerradas en Alemania, Inglaterra. Sobre Historia, Filosofía, Artes pende en muchas universidades la espada amenazante de la suspensión de programas y el recorte de personal.

Los neoliberales han sostenido que la universidad debe ser transformada sustancialmente, y debe actuar como una empresa que busca éxito en la competencia por fondos, profesores, estudiantes; debe abandonar la idea de la comunidad científica que produce conocimiento como un bien público global, y avanzar hacia la producción de un conocimiento competitivo como un bien privado (Münch, 2014).

En este nuevo modelo de universidad “la expansión global, el cambio acelerado del conocimiento, el crecimiento del número de estudiantes y la mercantilización de las condiciones de vida en general hacen que recursos privados desplacen la financiación pública en la educación superior de forma que sea posible acelerar y dirigir la producción de conocimiento” (Brandt, 2011, p. 128).

Las universidades deben entonces cambiar de forma radical, supeditarse al mercado y dejar de ser estériles torres de marfil, pues mucho en la educación superior parece superfluo. El problema de las universidades para el neoliberalismo es también que los profesores “sean funcionarios, burócratas, ajenos al movimiento del mercado, y más: que sean profesionales, con plazas definitivas, y por lo tanto capaces de hacer cualquier cosa con su tiempo, o nada, o dedicarse al estudio de alguna fruslería” (Escalante, 2016, 230).

El propósito se enuncia en una frase. Las universidades deben supeditarse al mercado. Como la eficiencia depende del mercado, “la aspiración es introducir la competencia, los apuros y riesgos y vaivenes del mercado, para recompensar a los mejores, a los que se dedican a algo útil, es decir, algo apreciado por los consumidores” (Escalante, 2016, 230). A la jauría estridente de los neoliberales les parece una gran estupidez de la izquierda que considere que la universidad no debe someterse al mercado. ¡Qué horror! “Hay profesores que continúan alimentando el odio por el mercado y por la libre empresa”. ¡Farsantes, aprovechados!

La transformación de la universidad ha sido general. Comenzó en el Reino Unido durante el gobierno de Margaret Thatcher buscando aumentar la productividad de las universidades mediante la reducción del nivel salarial de los profesores y la eliminación del carácter definitivo de las plazas.  Se continuó en los Estados Unidos con similares reformas y se ha extendido a muchos países de América Latina. En México se impuso un sistema de estímulos para la producción, que ha sido adoptado en Argentina, Perú y Colombia, entre otros países.

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Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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