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Opinión

Orden con libertad

16/06/2017
Por: Francisco Cortés Rodas, director Instituto de Filosofía, UdeA

"... En Colombia, en muchas situaciones no estamos dispuestos, -no hemos aprendido ni interiorizado- a limitar la libertad que tenemos para actuar bajo este principio..."

En las universidades públicas se producen con cierta regularidad problemas graves que afectan seriamente su funcionamiento. Por la opinión pública son ampliamente conocidas las acciones de los estudiantes protestando contra determinadas políticas estatales, participando en marchas, etc. Pero hay otros hechos menos conocidos por el público que se han enquistado en los campus, que producen efectos negativos y perversos para la realización de los fines de la universidad.

En algunas universidades, como la Nacional, Antioquia, Valle, etc., se han dado y se dan fenómenos como microtráfico de drogas, ventas ambulantes por personas externas, fiestas, expendio de alcohol, atracos, robos y hasta extorsiones.

Estas situaciones se pueden interpretar como calamidades culturales, -siguiendo la terminología de Mauricio García en su último libro, “El orden de la libertad”-, las cuales resultan del incumplimiento de reglas básicas de coordinación y autorregulación. Pero, ¿qué produce el incumplimiento de las normas? Una primera respuesta, institucional, es que esto se debe a una debilidad del Estado o a su ausencia. Pero esto no explica todo.

Hay factores éticos y culturales que son relevantes y que tienen que ver con un comportamiento basado en un individualismo extremo. Para que un orden social exista, enseña el liberalismo, el uso de la libertad debe darse hasta el punto de no limitar la libertad del otro. En Colombia, en muchas situaciones no estamos dispuestos, -no hemos aprendido ni interiorizado- a limitar la libertad que tenemos para actuar bajo este principio.

El mundo social se ha convertido en una competencia desenfrenada en la cual cada uno quiere obtener las mayores ventajas sin importar los peligros. A los motociclistas parece no importarles ponerse y poner en riesgo a los demás, los políticos no le temen a la ley cuando roban el erario y algunos estudiantes y egresados, por lo menos en la UdeA., actúan como si la universidad fuera una plaza de mercado, un rumbeadero, un expendio de drogas y alcohol.

En estas situaciones, cada individuo reproduce el argumento de Trasímaco que Platón presenta en la República. Ante la pregunta: ¿qué es lo justo? Trasímaco dice “lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte”. Así, identifica la justicia con la potencia; un hombre debe hacer lo que él puede hacer, y se merece todo aquello que él consigue.

La consecuencia de que cada individuo se sienta omnipotente y que no ceda en el uso desenfrenado de su libertad, es el desorden, que produce la imposibilidad de la sociedad. ¿Por qué esta situación debe enfrentarse? Pues porque ante individuos que no han aprendido a autorregularse es necesario introducir medidas que garanticen la seguridad. ¿Cómo hacerlo?

Cuando seguimos normas o leyes esperamos que las personas las usen como estándares para regular su propia conducta, así como estándares para regular la conducta de las otras personas. ¿Cómo llegar a esto?

Generando una cultura de cumplimiento de las normas que primero requiere la coacción estatal pero que la abandona cuando la norma es aceptada, porque ha sido reconocida como legítima.

Este texto fue publicado en el periódico El Colombiano el martes 13 de junio de 2017


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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