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Opinión

Jesús Antonio Bejarano: un mártir de la paz

07/10/2020
Por: Germán Darío Valencia Agudelo, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

«... En esta columna quiero destacar la vida de Jesús Bejarano. Deseo hacerle un reconocimiento, entre los muchos que se están haciendo y que se harán, a este brillante académico, al fecundo pensador y uno de los seres más comprometidos con la paz en el país en toda su historia...»

El 15 de septiembre de 1999, el campo de la investigación para la paz en Colombia sufrió uno de los más duros golpes de su corta historia. Ese día fue asesinado el profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia Jesús Antonio Bejarano Ávila. La muerte del destacado docente se produjo en el momento en que entraba a dar clases, a las afueras del edificio del Doctorado de Economía. El mismo espacio donde décadas atrás se habían formado como economista (entre 1968 y 1972) y donde había ejercido labores administrativas como director del Departamento de Economía y decano de la Facultad de Ciencias Económicas.

El asesinato de “chucho”, como le decían sus amigos, se dio en una época de intenso dolor. Justo, un mes después de haber caído su amigo, profesor de cátedra y mediador de la paz, Jaime Garzón (el 13 de agosto de 1999). Cinco meses más tarde de haber sido asesinado de forma muy similar, en el Campus de la Universidad de Antioquia, el profesor y director del Instituto de Estudios Regionales (Iner), Hernán Henao Delgado (el 4 de mayo). Y un año y tres meses después de ser liquidado otro gran profesor de la Universidad Nacional, Eduardo Umaña Mendoza (el 18 de abril de 1998).

Estos cuatro docentes, además de tener en común el haber sido asesinados a finales del siglo XX y ser víctimas de la guerra, fueron ciudadanos que mantuvieron durante toda su vida la esperanza de poder crear las condiciones para construir un país en paz. En esta columna quiero destacar la vida de Jesús Bejarano.

Deseo hacerle un reconocimiento, entre los muchos que se están haciendo y que se harán, a este brillante académico, al fecundo pensador y uno de los seres más comprometidos con la paz en el país en toda su historia. A un profesor universitario que supo combinar su vocación intelectual con una vida práctica entorno a construir el bien público de la paz.

Quiero que recordemos a un profundo académico y economista ejemplar, a un abanderado y gestor del diálogo y la paz. Su amplio conocimiento y experiencia le permitió moverse sin dificultad entre la academia y los cargos públicos. Fue miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, director y creador de prestigiosas revistas como la de Estudios Colombianos o la de Economía Institucional, y asesor y consultor de organismos nacionales e internacionales como el Departamento de Planeación Nacional y el Comité de Modelos de Desarrollo de la Cepal.

Digamos para empezar que Bejarano se comportó como un verdadero científico social durante toda su vida. Su trabajo indagativo se inició queriendo diagnosticar la realidad económica, política y social del país. Sus trabajos, la mayoría de ellos publicados por la Universidad Nacional en sus cuatro tomos de Antología, nos permitieron conocer las causas de la pobreza y el subdesarrollo del campo colombiano. Entre ellas, Economía y poder, Ensayos de historia agraria en Colombia, El régimen agrario: de la economía exportadora a la economía industrial (1979), La SAC y el desarrollo agropecuario colombiano, 1871-1984 (1985) o sus ensayos en el tercer volumen del Manual de Historia de Colombia (1980).

Esta prolífica producción académica la combinó “chucho” con una vida pública activa. Desde mediados de la década de 1980 y debido a sus amplios conocimientos sobre temas agrarios fue llamado, a partir del 7 de agosto de 1986, durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990), como asesor económico en la Consejería Presidencial para la Reconciliación, Normalización y Rehabilitación (CRNR) (Decreto 2577). Allí coordinó el diseño y ejecución del Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), que se convirtió en la estrategia de paz adoptada por este gobierno para incentivar la dejación de armas y llevar la paz a los territorios en conflicto.

La experiencia acumulada, durante los cuatro años que trabajó en el gobierno Barco, le sirvieron a Bejarano para que continuara, durante el Gobierno de César Gaviria (1990-1994), en la tarea de construir la paz. En este nuevo mandato ocupó dos importantes cargos públicos: primero como director de la ya creada CRNR (Decreto 1858 del 15 de agosto 1990); y luego como consejero en la Consejería Presidencial para la Paz (Decreto 0053 de 1992). En el primer cargo logró entregarle al país la desmovilización de cerca de cinco mil alzados en armas del Ejército Popular de Liberación (EPL), del Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL) y del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).  

Y en el segundo, afrontar el duro reto de negociar la paz con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar en Tlaxcala y Caracas. Esta fue una tarea difícil, pues se agruparon en una misma mesa muchos intereses y actores. Además, se agravó la situación debido a las exigencias del Gobierno de un cese unilateral al fuego y a la insistencia de los armados de negociar en medio del conflicto. De allí que las negociaciones no tuvieron el éxito esperado y provocaran, finalmente, la renuncia de Bejarano a la Consejería.

A pesar de esta salida, las labores en torno a la paz de Bejarano no pararon. Su trabajo en torno a la paz continúo en las embajadas centroamericanas, primero, de El Salvador y, luego, de Guatemala. Su amplia experiencia en procesos de paz fue aprovechada por aquellos países para realizar aportes a las negociaciones que se tenían allí con otras guerrillas, como representante de Colombia en el Grupo de Países Amigos del Proceso de Paz y Negociación. Y que ayudó a feliz término, al suscribir los acuerdos que posibilitaron la desmovilización de las guerrillas en ambos países.

Como académico Bejarano supo aportar a aquellos procesos y a su vez recoger las lecciones de esa importante experiencia. Aprendizajes que quedaron consignados en el libro Una agenda para la paz: Aproximaciones desde la teoría de la resolución de conflictos, publicado en 1995. Trabajo que es considerado por nosotros los académicos como el primer intento en el país por aportar a una genuina teoría de la resolución negociada de conflictos desde Colombia; y a Bejarano el ser reconocido como el fundador de las investigaciones sobre paz en el país.

Finalmente, luego de regresar de sus labores de diplomacia por la paz, su compromiso en temas rurales y de negociaciones de paz lo puso al servicio de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC). Gremio que presidió y alternó con su labor de científico social crítico. En esos momentos, al comienzo del Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), se iniciaban los Diálogos del Caguán con las Farc-ep y Bejarano insistió en señalar los riesgos que tenía con estas negociaciones de la paz. Además, de la importancia y necesidad que se tenía de involucrar la sociedad civil en las negociaciones de paz. De allí que se comportó como un crítico académico y líder gremial de la negociación política, convirtiéndose, tal vez esta voz crítica, en uno de los factores que llevó a que se produjera la muerte unos meses después.

De allí que la propuesta sea la de aprovechar la ventana de oportunidades que abrieron las personas que componían el antiguo secretariado de la extinta guerrilla de las Farc-ep, para hablar sobre el asesinato de Jesús Bejarano ante la Sala de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Debemos convertir este espacio en un buen y justo momento para rescatar la obra de Bejarano y recuperar su legado intelectual, para poner de ejemplo esta corta, pero fecunda vida, destinada a indagar por el origen de la guerra, sus dinámicas y las maneras de llegar a una resolución pacífica. A presentarlo como lo que es: un mártir de la paz en Colombia. Y como símbolo del deseo que tenemos de no querer repetir esos momentos de destrucción violenta de nuestro capital humano, académico y cultural.

Este texto fue publicado el lunes 5 de octubre en la página de la Fundación Paz y Reconciliación 


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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