Opinión

Porque se trata de la Alma Máter, y del alma de todos: estudiantes, docentes, empleados, directivos; se trata de nuestros sentidos y razón, afectados por el ruido, el aire que no podemos respirar y nos asfixia, y la mirada que no puede ver porque las lágrimas la invaden para proteger los ojos de los gases. Pero también porque por ellos el alma hace catarsis ante los signos de la violencia, de la provocación del mandato de Amos, a quienes no podemos ver su humanidad y que se sitúan en el lugar del que comanda.

Pretenden movilizarnos, evangelizarnos y develarnos su verdad; desconocen la construcción colectiva y el respeto a lo público. Con grito de guerra, nos dicen que despertemos del letargo y del acomodo que ellos ven de la Universidad… pero no la conocen, no saben todo lo que ella construye y logra hacer en lo social. 

Pregonan que ellos son los que defienden lo público, pero no nos dejan vivir en lo público; se apropian de nuestros espacios y pretenden dominarnos e imponer lo que consideran debe ser trasformado. Nos dicen que se conmemoran fechas, pero el modo de conmemorar reitera y repite la violencia, el desalojo, desplazamiento y la intimidación, que indigna la conciencia de la humanidad que se funda en la palabra.

No podemos permitir repetir el desalojo y el despojo del refugio que tenemos socialmente que es la Universidad. Quieren hacer de ella territorio de guerra y de mercado.

La única alternativa verdadera de vida posible es la que se construye con la cultura, el saber y el respeto a la palabra del otro. Es la palabra y no las acciones las que nos representan, porque la palabra es verbo, es acción trasformadora. Repudiamos el ejercicio de las acciones violentas que se presentaron en los últimos días.

Las trasformaciones de nuestra universidad las conseguimos con discursos que nos permite hacer lazos, nos permite el encuentro de trabajo, de pensamiento para construir nuestras propias propuestas sociales y de vida.

Olvidan quienes se confrontan con fuerza, gases, papas y botas, que las grandes revoluciones no han sido las violentas, sino aquellas fruto de la movilización de consciencias que se cultivan con palabra y en escenarios como el de la Universidad. Es con palabras y no con piedras, con razones y no con gases y capucha o bota, como lograremos trasformar lo que necesitamos como ciudad y país.