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Opinión

El Acuerdo de Paz es patrimonio

14/10/2020
Por: Jaime Bornacelly Castro, profesor Escuela Interamericana de Bibliotecología, UdeA

«... el Acuerdo de Paz como patrimonio incómodo, sensible y emocional funciona como un documento/monumento y un artefacto de memoria, desatando en otros tiempos y espacios capacidades/posibilidades de transformación...»

Los patrimonios suelen ser relacionados con lo hermoso, exótico, pintoresco y único. Así, el periodo colonial, el arte religioso, el galeón San José, Cartagena de Indias, San Agustín, la Espada de Bolívar, el Desfile de Silleteros y hasta la arepa de huevo, han tenido un alto despliegue mediático, debido en algunos casos, a su vínculo con la potente industria turística, la invención de la nación o a las fuerzas políticas regionales. Pero existen otros patrimonios menos visibles y, si se quiere, polémicos e incómodos, es decir, que no cuentan con la aceptación social suficiente, hasta el punto de que algunos de ellos, literalmente, quieran volverlos trizas. 

Este es el caso del “Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” escrito y pactado entre el gobierno colombiano y las Farc-Ep y declarado Bien de Interés Cultural de Carácter Documental Archivístico y registrado en el 2018 al Registro Regional del Programa Memoria del Mundo (MOWLAC/UNESCO).

Recordemos que justo en los meses de septiembre, octubre y noviembre del 2016, Colombia fue un verdadero molotov de emociones y sus respectivas expresiones: llantos, risas, rabias, odios, compasión, tristezas, fracturas amorosas y de amigos, recorrieron la geografía nacional incluida las notarias y juzgados.

El Plebiscito por la Paz del 2 de octubre de 2016 fue narrado como un verdadero partido de fútbol y como la primera vuelta de las elecciones presidenciales que ocurriría en el año 2018. El resultado respalda esta afirmación: Por el SÍ, votaron 6.377.482 (49.78%) y por el NO, 6.431.376 (50,21%).

Si esto lo tradujéramos a goles, diríamos que terminó empatado el partido, pero en los penales, justo en el último cobro pateado por Santos, lo tapó Uribe en tres momentos, como si se tratara de un balón caliente, escurridizo, con voluntad propia que quisiera meterse a las redes. El estadio saltó en gritería, euforia, tiros al aire, voladores, se abrazaron los unos ante el éxito de una campaña mediática vía redes sociales y púlpitos, mientras la otra fanaticada, también se abrazó, pero de tristeza y dolor.

Y dicen los entendidos, que el dolor y la melancolía, suelen recordarse por más tiempo que las alegrías, de allí que estos meses sean evocados como la primera señal de que la paz no llegaría tan fácil y que la persistencia de la guerra, continuaría.   

Pues bien, esta energía, emociones, contexto histórico, participación ciudadana y la voz de las víctimas se encuentran registrados en este Patrimonio Nacional. Se trata de una documentación valiosa para todo investigador, ciudadano y político, incluso, parece que el exministro Fernando Londoño fue uno de sus más exegéticos lectores y divulgador para que votaran por el NO:

"Todo esto lo digo con el Acuerdo Final en la mano. Que tengo estudiado, repasado, subrayado, analizado. Y lo digo en honor de los que queriendo la paz van a votar por su destrucción definitiva, sin leer una página del mamotreto letal que supuestamente la contiene. Querido lector: puede hacer dos cosas. Creerme o estudiar el acuerdo. De ambas maneras vamos a coincidir. Seguro (Londoño, 2016)".

Este documento patrimonializado, no sólo contiene las 310 páginas que el exministro Fernando Londoño leyó y subrayó para evitar desvíos interpretativos a sus seguidores, sino que se trata de un expediente conformado desde el año 2011 hasta el 2016 y contiene el Acuerdo Inicial del 26 de septiembre y el Final del 24 de noviembre, las Actas de las mesas, las propuestas de las ciudadanías, la voz de las víctimas y el movimiento de mujeres; se trata pues, de más de 24.000 mil páginas, fotografías y objetos, algunos de ellos, presentados en la Biblioteca del Proceso del Paz[1]

Vale señalar que las motivaciones para ser postulado al Programa Memoria del Mundo de la UNESCO por parte del Archivo General de la Nación, dice “este documento, es requerido para dar un importante paso para la reconstrucción del tejido social, satisfaciendo los derechos de las víctimas a la verdad, justicia, reparación y no repetición y creación de una sociedad basada en la convivencia, cumplimiento de los fines del Estado Social de Derecho” (AGN, 2017).


Expediente, Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Archivo General de la Nación, 2017.

El historiador Jacques Le Goff afirmó que todo documento es monumento porque es producido y seleccionado en ciertas relaciones de poder de una sociedad determinada. Así, el documento/monumento es producto y productor de relaciones sociales, resultado de un montaje consciente o inconsciente de una época y sigue viviendo en otros momentos pese a los olvidos, manipulaciones y silencios; así, es un esfuerzo de sociedades históricas para imponer en el futuro una cierta imagen de sí mismos y expresa un ‘inconsciente cultural’, por tanto, no existe un documento-verdad, más bien, todo documento es verdadero y falso al mismo tiempo ya que se trata de un ropaje, una apariencia, un montaje que el crítico debe develar.

En estas coordenadas, el Acuerdo de Paz como patrimonio incómodo, sensible y emocional funciona como un documento/monumento y un artefacto de memoria, desatando en otros tiempos y espacios capacidades/posibilidades de transformación. Además, se asemeja a ese balón que cobró Santos y atajó Uribe, ya que el patrimonio es objeto y símbolo que permanece y se actualiza, al cambiar los escenarios, los lectores, actores, representaciones, economía de sentidos y mediaciones culturales con los cuales interactúa.

El patrimonio y su alter ego, la memoria, son más posibilidad que pasado, trayectoria y resonancia porque sus efectos políticos y simbólicos residen en su potencia virtual, esto es, aquello que emerge y puede convertirse en fuerza transformadora debido a las subjetividades no previstas que desató, cargadas de ira, odio y venganza, pero también, de compasión, esperanza y posibilidades de reconciliación en tiempos que Colombia se resiste a dejar la guerra, aunque también busca construir paz.

Parece entonces, que el Acuerdo de Paz, aunque incómodo, seguirá jugando y actuando hacia el futuro, unas veces utilizado por los políticos enemigos de la paz negociada en la Habana que encuentran en estas páginas un recurso inagotable de explotación electoral como la “ideología de género”, el “comunismo” y el “castrochavísmo”, pero otras veces, como un patrimonio de paz, activado y mediado simbólicamente por las instituciones de la memoria como los archivos, las bibliotecas, los museos y las conmemoraciones. En tiempos de desaparición de los rituales, conmemorar la paz, permite fijar su permanencia así sea por instantes.
_______________________

[1] https://www.archivogeneral.gov.co/acceda-la-biblioteca-del-proceso-de-paz-disponible-en-el-archivo-general-de-la-nacion


Nota

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