Opinión

Remberto Rhenals M.

La falta de efectivo, una severa escasez de alimentos y medicinas y una inflación de tres dígitos son algunos de los males que padecen los venezolanos. El cierre fronterizo solo agudiza la situación del país y el descontento de sus habitantes en época de navidad, reza una información de prensa a raíz de la nueva medida tomada el pasado 12 de diciembre de 2016 por el Gobierno venezolano.

Las dictaduras y las democracias totalitarias de izquierda o de derecha, recurren usualmente a la existencia de conspiraciones externas para explicar las crisis económicas, políticas y sociales de sus países. En consecuencia, no deben extrañar las recurrentes alusiones a estas conspiraciones que caracterizan al régimen bolivariano venezolano. De hecho, en los dos o tres últimos años, el Presidente Maduro ha cerrado la frontera colombo-venezolana utilizando el argumento de una conspiración agenciada desde Colombia.

Desde mediados de 2014, el Presidente Maduro ordena, inicialmente en forma parcial, el cierre de la frontera colombo-venezolana en un supuesto intento por combatir el contrabando y prevenir actividades de personas que pudiesen representar amenazas a la seguridad de Venezuela. En agosto de 2015, decreta el cierre total de la frontera de 2.200 kilómetros, argumentando que dejarla abierta implicaba un riesgo de seguridad por la presencia de lo que llamó paramilitares colombianos, y para frenar el contrabando de productos básicos desde una Venezuela cada vez más golpeada por la escasez.   

Con la reapertura transitoria, en julio 10 de 2016 se pudieron observar miles de venezolanos cruzando la frontera con Colombia para comprar productos básicos (como alimentos, papel higiénico, toallas sanitarias y medicinas) que no podían adquirir en su país debido a la escasez. Muchos venezolanos se sintieron "felices de ver tanta comida junta" y hacían filas interminables para cambiar bolívares por pesos colombianos.

Desde entonces, la situación fronteriza comenzó a “normalizarse”.

Jaime Montoya Arbeláez

El 12 de diciembre de 2016, en otro ataque paranoico, ordena un nuevo cierre de la frontera por 72 horas. Este nuevo cierre, que complementa la salida de circulación del  billete de 100 bolívares, el de mayor denominación hasta ese momento, se justifica en la existencia de un sector inescrupuloso enemigo de la Patria, que ha emprendido un fuerte ataque contra la moneda venezolana, aplicando métodos ilegales de acaparamiento y extracción del papel moneda de curso legal con el fin de desestabilizar la economía venezolana, como reza el texto oficial.

Según las palabras del Presidente venezolano, la medida se toma después de una exhaustiva investigación en la que se determinó que hay almacenes, no solo en varias ciudades de Colombia, sino también en Brasil, Alemania, República Checa y Ucrania, donde las mafias estarían acumulando los billetes venezolanos. Responsabiliza también a este sector inescrupuloso de la elevada inflación venezolana, una de las más altas del mundo.

La duración de este cierre es el plazo establecido para que los residentes venezolanos pudieran acudir a los bancos oficiales a canjear los billetes de 100 bolívares por billetes de otras denominaciones o depositarlos en sus cuentas bancarias. Se trata de una colosal operación que implicaría la salida de circulación de aproximadamente 6.000 millones de billetes de 100 bolívares, aunque puede ser un número menor en virtud del cierre de la frontera.                                                                                                                             

Ante el gran fracaso de esta gigantesca operación de canje, en diciembre 17 de 2016, el Presidente Maduro decidió mantener cerrada la frontera con Colombia y Brasil hasta el 2 de enero de 2017 y prorrogar la vigencia de los billetes de 100 bolívares en el país, supuestamente para combatir las “mafias” que acechaban en la zona fronteriza. La explicación de esta prórroga fue nuevamente la misma: El canje no pudo realizarse durante las 72 horas iniciales debido a un sabotaje internacional que impidió la llegada oportuna de los nuevos billetes. En palabras del Presidente venezolano: “Tengo que denunciar algo, (...) estamos siendo víctimas de un sabotaje internacional para que los nuevos billetes que ya están listos no puedan ser trasladados a Venezuela”.

Aunque la medida generará inicialmente unas pérdidas importantes para los comerciantes y las casas de cambio de las ciudades fronterizas colombianas, debido a que probablemente un número significativo de billetes de 100 bolívares en sus manos no puedan retornar a Venezuela para ser canjeados por billetes de otras denominaciones en virtud del cierre de la frontera¹, los efectos negativos serán mucho mayores para la población venezolana. Las ciudades fronterizas colombianas se habían convertido en fuentes significativas de aprovisionamiento de bienes básicos para muchos residentes venezolanos.

En adelante, seguramente esta posibilidad de aprovisionamiento será más difícil debido a que, ante el temor de una nueva “expropiación” decretada por el gobierno venezolano, la moneda venezolana no gozaría de la ya menguada aceptación que había tenido hasta ahora. El resultado final será una mayor ruina para los venezolanos.

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¹ Estos billetes quedarían sin valor alguno, excepto para los coleccionistas de monedas antiguas. El cierre de la frontera durante el lapso establecido para el canje constituye claramente una “expropiación”.         

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Nota

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