Opinión

El pasado jueves 31 de octubre se fue un grande de las Ciencias Sociales en Colombia y en América Latina: Alfredo Molano Bravo.

La prensa lo registró como la muerte de un periodista. Practicaba los dos oficios con destreza. Sus primeros años fueron de sociología "dura" en Colombia y Francia, a donde llegó a complementar su formación inicial.

De los círculos de estudios de Estanilao Zuleta en los que se desmenuzaba la Economía política marxiana pasó a esa Francia eclipsada por el estructuralismo. Cómo cuenta Marianne Ponsford, allí se topó con el "colombianista" francés Pecaut  y con él como asesor, intentó hacer encajar la inasible realidad colombiana en los eurocéntricos marcos teóricos de la ciencia social para el momento.

De acuerdo con la periodista, Molano no se entendió con su asesor que como se sabe, ha sido defensor de la racionalidad histórica frente a la memoria y la experiencia.

Molano dejó atrás la ortodoxia europea y regresó a la búsqueda de las vivencias de la Colombia profunda. Selva Adentro, Aguas Arriba, por Trochas, esquivando fusiles, hablando con los desterrados de los que hizo parte; narró sus penas y mostró sus cadenas que eran también las suyas y las del país.

Para el establecimiento siempre estuvo muy a la izquierda. Por eso alguna vez lo sacaron de la Universidad de Antioquia siendo profesor, en un auge conservador. La izquierda siempre lo quiso más radical, haciendo llamados a la revolución.

Ni lo uno, ni lo otro. Creo, que lo suyo, fue la ciencia social pero mostrando otro ángulo de la historia. La de los vencidos colombianos del siglo XX que pese a sus épicos éxodos, mantuvieron esa condición aunque se rebelaran, como El "Tuerto Giraldo", que de San Carlos Antioquía fue expulsado por ser liberal y llegó al Llano "Siguiendo el Corte".

Allí fungiendo de estadista organizó la colonización y en esas también le llegó el conflicto. En esta y otras fotografías narrativas que tomó Molano, estaba fraguándose, poco a poco, esa gran explosión que aconteció en la Colombia de finales de siglo XX y principios del XXI.

Esa última época la enfrentó el sociólogo también desde otro artefacto narrativo: la columna de opinión. La suya en El Espectador de los domingos, de la que sí fui contemporáneo, era uno de los espacios de opinión más valientes e inteligentes del momento de las ofensivas insurgente y paramilitar en lo armado.

En el escenario civil, fue el tiempo del auge del Uribismo cuando los sectores progresistas estuvieron arrinconados.

Mientras algunos de los que hoy aparecen como pensadores progresistas se hacían los de vista gorda frente a la polarización política y hasta recibian cargos diplomáticos de la derecha como Santiago Gamboa, Alfredo Molano molía la compleja coyuntura narrando corajudamente el avance del lado oscuro.

Tuvo que irse a Europa y hasta a la casa de Boaventura de Souza fue a parar. Pero apenas pudo, volvió.

Y como entendía bien los contornos de la guerra, entendió la importancia del Acuerdo de Paz que defendió con ahínco. Hasta el día de su muerte persiguió la verdad.

¡Hasta siempre maestro!

Para destacar: La imagen del maestro Alfredo Molano fue sacada de la Revista diners en el siguiente enlace http://bit.ly/2qrPZTm