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Ciencia

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UdeA Noticias
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Ciencia

Millones de invasores se apoderan de su cuerpo

20/03/2019
Por: Stiven Arias Henao — UdeA Noticias

Una infinidad de seres con formas extrañas —casi míticas— se escabullen por todo su cuerpo. Lo rodean desde todos los flancos: la silla donde descansa, el techo que le da sombra y la ventana por donde divisa. Puede sacudirse y gritar todo lo que quiera, pero no lo evitará. La invasión es irreversible. 

Fotos cortesía: Darryl Leja, NHGRI. Imágenes editadas.

Aunque parezca un fragmento fílmico de ciencia ficción, esa situación es más habitual de lo que suponemos, pero menos dramática. La realidad es que su cuerpo no es tan suyo como cree: es la residencia de miles de millones de microorganismos invisibles. 

A esa, la curiosa raza que colonizó su cuerpo, no le falta más que clavarle una bandera en el cuello y reclamarlo como su botín de guerra. Cortázar diría que el suyo es «el cuerpo tomado», y Darío Jaramillo adaptaría su icónico verso para evocar a «esos otros que también lo habitan». Y la misma escena se repite una y otra vez por todo el Planeta.

Los seres humanos tenemos en nuestra microbiota —el conjunto de microorganismos que hospedamos— una valiosa ayuda para realizar distintos procesos vitales, según Diana Patricia Mejía Durango, microbióloga de la Universidad de Antioquia. Vista así, la idea de que nos invadan no resulta tan perversa. 

«Si no tuviéramos microorganismos en el intestino, no asimilaríamos ciertos componentes muy complejos de algunos alimentos», dice Johana Marcela Vanegas Múnera, investigadora del Grupo de Microbiología Básica y Aplicada de la UdeA.

De acuerdo con Vanegas, la microbiota también mantiene activo o retado nuestro sistema inmune para que esté listo para responder cuando aparezcan en la escena microroganismos patógenos.

El solo hecho de albergar microorganismos benéficos en nuestra piel o en las mucosas de nuestra nariz, por ejemplo, impide que bacterias perjudiciales se hospeden allí. 

La elección de inquilinos bacterianos

¿De dónde vienen los fascinantes universos microbianos que alojamos? De acuerdo con Mejía, adquirimos nuestra primera microbiota cuando la travesía hacia la luz nos lleva a recorrer el canal vaginal para nacer. Mamá nos brindaría la primera carga de microorganismos de nuestro tierno y frágil cuerpo. 

Sin embargo, «también depende de la dieta. Quienes tienen una dieta rica en algas o animales de mar cuentan con una microbiota diferente a la que tenemos los habitantes de Medellín, que comemos frijoles y chicharrón», dice Vanegas. De hecho, la microbiota de cada persona es tan única que podría hacer las veces de una segunda huella digital. 

La investigadora también señala que el intestino es el «territorio» de nuestro cuerpo más colonizado por bacterias, seguido por la boca. La piel, los ojos, los oídos, el tracto respiratorio y el tracto genitourinario son otras fronteras conquistadas por miles de millones de bacterias que superan, por mucho, el número de células corporales que tenemos. 

La proporción es de 10 bacterias por cada célula. Por esa razón cabe preguntarnos: ¿quién es el verdadero dueño de nuestro cuerpo?, ¿nosotros o la microbiota?

Huéspedes hostiles 

Aunque, según Vanegas, las bacterias que perjudican al hombre pueden ser menos del 5 % del total de las que se conoce, algunas condiciones particulares de las personas pueden provocar que las bacterias de su microbiota se tornen peligrosas.

Por ejemplo, que una persona esté en constantes sesiones de quimioterapia o que sufra alteraciones en su respuesta inmune puede provocar que ciertas bacterias de su microbiota terminen causándole alguna infección.

De otro lado, la proporción de bacterias benéficas versus bacterias perjudiciales depende también del contexto. Después de todo, una cosa es descansar tranquilamente en casa y otra muy distinta lo es estar confinado a una cama en un hospital, quizás conectados a un respirador mecánico. En vista de lo anterior, debemos protegernos incluso en asuntos cotidianos. 

Por ejemplo, hay quienes extraen la mancha verde o rosa que aparece en el pan o la arepa del desayuno y se comen el resto. Para Santiago García Londoño, microbiólogo de la Alma Máter, ese es un craso error toda vez que el alimento fue conquistado desde ya varios días por alguna clase de hongo. La zona visible que se extrajo no es más que una de tantas colonias. 

«Los hongos son oportunistas por naturaleza. Lo que necesitan es tener las condiciones óptimas y una fuente que los pueda alimentar: oscuridad, humedad, y un ambiente propicio. Se alimentan principalmente de glucosa, su fuente de carbono», explica García. 

Medidas de higiene —como un adecuado y regular lavado de manos, evitar el consumo de agua o alimentos de dudosa procedencia y tomar precauciones al usar baños públicos— marcarán la diferencia entre una relación idílica o tortuosa con esos pequeñines.

Pero una medida que cada vez cobra más relevancia es evitar el uso indiscriminado de antibióticos, lo cual puede impedir el desarrollo de la microbiota normal y favorecer la presencia de bacterias que sí causan infección. «Si barremos los microorganismos que nos colonizan de manera natural, pueden llegar otros que de verdad son patógenos», señala Vanegas.

Queda claro que conocer el mundo microbiano es una misión necesaria. Con todo, aún hay cuestiones por responder: ¿sienten dolor las bacterias cuando las atacan los antibióticos?, ¿existen organismos que los habiten, así como ellos a nosotros?, ¿somos los seres humanos una suerte de bacterias de alguna clase de cuerpo universal? 

En cualquier caso, la próxima vez que esté en casa viendo una película o una serie en Netflix, o escuchando música tranquilamente, recuerde que no está solo: miles de millones de bacterias le hacen compañía más cerca de lo que imagina. Y usted significa el mundo para ellos.

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