Periódico Alma Máter

Hoy, como hace 50 años, nos encontramos también ante un gran debate social sobre el rol que deben tener las universidades, y sobre todo su financiamiento. Es un debate necesario, pero no debería limitarse a la coyuntura, por el contrario, deberíamos preguntarnos qué esperamos de nuestras universidades en los siguientes 50 años.

Colombia le dedica una parte considerable de su gasto público a la educación, y una porción no menor de esos recursos van para las universidades. Vale entonces preguntarse si le estamos sacando el mayor provecho a esas inversiones, si podemos afirmar, por ejemplo, que estamos formando profesionales con las destrezas necesarias que reclama la revolución digital, que se mueve a unas velocidades exponenciales; si estamos pensando, por ejemplo, en las habilidades que tendríamos que desarrollar en los próximos 50 años.

La realidad demuestra que los avances tecnológicos se están dando a una velocidad vertiginosa. El estudiante que entra hoy a la universidad puede estar viendo tecnologías que serán obsoletas el día que se gradúe. De tal manera que esas disrupciones ya no son cosas ocasionales, son parte de la vida, y con las que las nuevas generaciones van a tener que convivir.

Es el caso de la medicina. La Universidad de Antioquia tiene una impresionante trayectoria en este campo, con trasplantes pioneros en el continente e investigaciones de vanguardia en temas como el alzhéimer o la telemedicina. Pero la medicina también está sujeta a las disrupciones que comentábamos anteriormente. Es posible que pronto existan computadores que hagan diagnósticos más rápidos y precisos que un médico, y tengan más capacidad de hacer no solo diagnósticos, sino también prescripciones. También predicen que se desarrollarán sistemas inteligentes, capaces de monitorear en tiempo real la salud de miles de personas. ¿Qué pasará con los médicos y enfermeras que llevamos décadas formando? ¿Cómo los reentrenaremos?

Enfrentaremos retos similares en todas las actividades, afectadas por la automatización y la robotización. No sucederá de golpe o de una sola vez en todos lo sectores, pero que sucederá, sucederá. El futuro dependerá de cómo nos preparamos.

Recientemente en el BID hicimos un estudio con LinkedIn, plataforma digital que utilizan muchísimos profesionales. Nos permite repensar el apoyo que damos, tanto a los gobiernos como al sector privado, en materia de política laboral y formación de talento. Examinamos millones de casos y de perfiles —sobre todo de LinkedIn—, de trabajadores en 10 países diferentes, entre ellos Argentina, Brasil, Chile y México.

El estudio resaltó la importancia de las llamadas destrezas transferibles de una profesión a otra. Por ejemplo, hay ocupaciones en la industria informática que ya están siendo desplazadas por la inteligencia artificial. Muchas personas que perderán un empleo a causa de esas tecnologías, podrán aprovechar destrezas básicas para transformarse en programadores o en otros especialistas. Necesitarán el apoyo de universidades capaces de ofrecer alternativas flexibles, que permitan actualizar sus conocimientos a lo largo de sus carreras y no solamente durante la época que obtienen un título. La educación tendrá que estar anclada en el transcurso de la vida de las personas.

Es probable que no todas las universidades logren mantenerse relevantes, pero estoy seguro que por su historia y su visión, por su capacidad para modernizarse y sus robustos lazos comunitarios, la Universidad de Antioquia, no tengo dudas, pasará la prueba de fuego.

Así como hace 50 años el BID apoyó esa idea loca de construir la Ciudad Universitaria, queremos también seguir apoyando a la Universidad de Antioquia. Justamente hoy, con el BID Lab — laboratorio de innovación del BID—, hicimos una donación de un millón de dólares para apoyar los esfuerzos de telemedicina aquí en la Universidad.

El proyecto va a ser ejecutado por la Facultad de Medicina y su Living Lab. Beneficiará a más de dos millones de personas de bajos ingresos en Antioquia y se constituirá como un modelo de atención integral, enfocada en mujeres embarazadas, en personas con problemas de salud mental, y en personas con problemas cardiocerebrales y vasculares. Ojalá que en un futuro, también podamos apoyar el sueño de crear un distrito de innovación, para que esta ciudad se convierta en un imán de inversiones y talentos de todo el mundo.

Preparémonos para ese futuro con una responsabilidad compartida: por el Estado, las empresas y las universidades. Como ninguna otra ciudad, como ninguna otra región de Colombia, Medellín ha logrado construir ese trípode. Además, tiene la suerte de contar con una universidad como la Universidad de Antioquia. Los mejores días están por venir; desde Antioquia, esta Universidad siempre será un faro y una referencia para el resto del país.

Este texto es un fragmento del discurso de Luis Alberto Moreno durante el acto de reconocimiento que le hizo la Universidad de Antioquia a Ignacio Vélez Escobar, quien hace 50 años promovió y lideró la construcción de la Ciudad Universitaria. El evento —parte de la celebración Campus 50— se realizó el 30 de octubre en el Paraninfo de la Alma Máter de los antioqueños.