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Ciencia Especiales

Las ideas y el cambio climático como factores claves de la economía global

24/10/2018
Por: Harold Cardona Trujillo, Grupo Estudios Regionales, Facultad de Ciencias Económicas

Los economistas William Nordhaus y Paul Romer recibieron el Premio Nobel de Economía por el diseño de métodos cuantitativos  para describir la interacción entre la economía global, el cambio climático y el conocimiento. ¿Cómo se conectan estos tres factores con la sostenibilidad el planeta? Aquí se lo contamos.

 


William D. Nordhaus and Paul M. Romer, Premios Nobel en Ciencias Económicas 2018Ilustración: Niklas Elmehed. Copyright: Nobel Media AB 2018. 

Entender por qué crecen las economías y por qué ese crecimiento puede superar la resiliencia de la naturaleza, es el trabajo de los profesores Paul Romer y William Nordhaus. El primero ha logrado integrar las innovaciones tecnológicas en el análisis económico de largo plazo; el segundo ha sabido incorporar la variable climática también en el análisis económico a largo plazo. Por estos trabajos, la Real Academia Sueca de las Ciencias les otorgó el premio Nobel en Ciencias Económicas 2018 del Banco de Suecia, galardón concedido en memoria de Alfred Nobel

 

Cambio climático en análisis macroeconómicos

Comprender los costos económicos de los impactos ambientales es fundamental para comprender lo que las sociedades deberán pagar por su crecimiento, y así evitar la destrucción del medio ambiente. En particular, el trabajo del profesor de la Universidad de Yale, William D. Nordhaus, integra el cambio climático en el análisis macroeconómico a largo plazo a través de modelos cuantitativos que analizan las emisiones de carbono y su concentración en la atmósfera y su efecto sobre la temperatura global, al tiempo que examina cómo los cambios en la temperatura interactúan con la actividad económica. Los modelos de evaluación integrada son ampliamente usados para examinar las consecuencias de la aplicación de políticas relativas al clima. Un ejemplo son los impuestos a la emisión de dióxido de carbono, medida con la que se busca regular las actividades económicas contaminantes e incentivar la implementación de tecnologías limpias.

El uso de este tipo de modelos contribuye a que organismos como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) adviertan recientemente que las actividades humanas provocarán un aumento de la temperatura promedio global de 3 °C en los próximos 12 años, valor muy por encima del máximo de 2 °C contemplado por los Acuerdos sobre cambio climático de París y por el mismo Nordhaus. El incremento pone en franco riesgo la supervivencia de la especie humana en el planeta Tierra, toda vez que supone la extinción de los arrecifes de coral, la exposición de diez millones de personas más a inundaciones, la reducción de las áreas aptas para el cultivo de cereales o el aumento de la incidencia de enfermedades tropicales, entre otras nefastas consecuencias. Para paliar estas secuelas se requiere de cambios urgentes y a gran escala por parte de gobiernos e individuos. Por ejemplo, se propone disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en un 45 % para el año 2030, aumentar el uso de energías renovables, para que proporcionen hasta el 85 % de la electricidad global en el año 2050 y que 7 millones de kilómetros cuadrados de tierra se dediquen a cultivos energéticos.

Pero estas problemáticas no son recientes. Desde la década de 1960 se viene estudiando el impacto de las actividades humanas en el planeta, entre las que se destacan el aporte de CO2 a la atmósfera, la extinción de especies y la degradación de los cuerpos de agua y los suelos. Lamentablemente, la complejidad de los procesos naturales, sociales y económicos hace difícil conocer el impacto ambiental de la actividades humanas, pues la precisión de los pronósticos científicos está limitada por la tasa de cambio de los fenómenos que pretende estudiar.

 

El crecimiento económico sí está ligado a la investigación y el conocimiento

Por su parte, el profesor Paul Romer centra su atención en demostrar cómo el conocimiento funciona como un motor de crecimiento económico a largo plazo, para lo que parte de la teoría del crecimiento endógeno (Journal of Political Economy, 1986 y 1990). A partir de los modelos de crecimiento, Romer afirma que las ideas no sufrirán escasez y rendimientos decrecientes como los que experimentan los bienes materiales, por lo que son productoras de nuevas oportunidades de ganancia. El ritmo de generación de nuevas ideas e innovación y la manera como aportan al crecimiento dependen de factores como el apoyo estatal a la investigación y la regulación de la propiedad intelectual. Romer aporta a la comprensión de los patrones de crecimiento económico en el mundo al evidenciar que la creación y difusión de las ideas son acciones necesarias para el crecimiento, pero no suficientes. Es por ello que promueve acciones tendientes al avance del conocimiento de las regulaciones y de las políticas que apoyan la innovación y la prosperidad a largo plazo. Una muestra de estas acciones es el impulso de los gobiernos al cambio tecnológico en la década del 80, en el marco del Plan de Acción Mundial sobre la Capa de Ozono.


El Bosque de Tulenapa, en Urabá es una isla de bidiversidad en medio de la extensión del cultivo de banano. Fotografía: Juan Felipe Blanco, Instituto de Biología.

 

Política, innovación y cambio climático no deben ir por vías separadas

La cuestión del cambio climático sigue siendo un tema políticamente sensible.  El Premio Nobel de este año representa otra crítica internacional a la oposición del presidente Trump a las acciones nacionales e internacionales sobre cambio climático. Bajo la presidencia de Trump, Estados Unidos se ha sustraído de los esfuerzos globales consagrados a limitar el cambio climático, y yendo en contravía, se ha dedicado a promover la reducción de los controles a la contaminación.

Hoy día Colombia enfrenta un gran reto frente a la innovación y las acciones de adaptación al cambio climático. Los cambios sociales producidos por la firma del acuerdo de paz suponen que el control del territorio depende más de la guerra y de los tratados de paz que le preceden, que de una planificación de uso acordada bajo algún criterio de beneficio colectivo.

No obstante, Colombia cuenta con hechos de política que promueven la innovación en las organizaciones, el crecimiento y acciones de adaptación al cambio climático. Es el caso de la propia Constitución Política de 1991, de la Política Nacional de Ciencias, Tecnología e Innovación o del Impuesto Nacional al Carbono. Si bien estas acciones son tenidas en cuenta en la Misión de Crecimiento Verde, requieren del conocimiento y la gestión de los flujos de beneficios, directos o indirectos, de la biodiversidad. Pero estos beneficios solo se conservarán si se reconstruye la biocapacidad ya perdida del territorio, se previene su degradación y se persiste en un esquema de gobierno que promueva y fortalezca su sostenibilidad. Como se trata de acciones que exigen el fortalecimiento de las instituciones locales, resulta necesario comprender que no es el clima el que forja la sociedad. Son las innovaciones sociales las que devienen en adaptaciones al cambio climático, a través de la innovación tecnológica e institucional para el manejo de los ecosistemas.

La Universidad de Antioquia no es ajena a estas problemáticas. Desde sus diferentes facultades, la institución contribuye al estudio del crecimiento económico, al desarrollo social, al conocimiento y gestión de los diferentes impactos de la actividad humana y a la formulación de estrategias para la innovación de las empresas y la adaptación al cambio climático. Llegados a este punto, es importante destacar el significativo trabajo de la profesora de la Facultad de Ingeniería Paola Andrea Arias Gómez en el informe del IPCC del presente año.

 

Clic para conocer más sobre el investigador Harold Cardona Trujillo y el Grupo Estudios Regionales de la Facultad de Ciencias Económicas.

 

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