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Opinión

Una sociedad que no garantice lo mínimo, es injusta

18/06/2020
Por: Claudia Marleny Jaramillo Lopera, Magister en Salud Pública, Comunicadora Facultad Nacional de Salud Pública UdeA

«... mientras algunos resuelven cómo organizar sus salidas y sus compras, otros están pensando, o más bien, padeciendo no tener un lugar seguro para escamparse, no contagiarse o peor aún, no morirse porque no tienen cómo resguardarse, y aquí, la responsabilidad es de todos...»

Para muchos afortunados, la pandemia es una etapa dura de aislamiento preventivo, en el cual, se puede salir teniendo todas las precauciones del caso y en unos días específicos. Quienes tienen empleo, simplemente se ocupan de trabajar desde casa, o bien desde sus lugares de trabajo, con autorización del Estado.

Hay quienes son menos venturosos y perdieron su empleo o alguien de su familia, lo que ha causado una disminución en los ingresos; o quienes viven del comercio informal o el rebusque y debido a la crisis y a las restricciones, no tienen a quien venderle y han reducido sus ingresos a cero.

Es muy común escuchar comentarios refiriéndose a quienes rompen la cuarentena como “indisciplinados”, incluso se escuchan frases despectivas como “¿esos brutos será que se quieren morir?”, pero detrás de esto, hay otras situaciones que se develan, especialmente, porque hay quienes no tienen una casa o un ingreso permanente, y cada día salen a trabajar para pagar un lugar donde dormir y tener dinero para comprar la comida del día.

Además de la comida, ¿qué otras situaciones apremian a estas personas? No tener un lugar seguro para vivir o alimentos que comer, ya genera altos niveles de estrés e incluso, enfermedades que podrían volverse crónicas para algunos; esto sumado a madres cabeza de hogar, con niños pequeños, que debido a la falta de oportunidades se ven sometidas a pararse a sol y agua en un semáforo, a esperar la caridad de los transeúntes, arriesgándose a otros peligros de la calle.

Y si no hay para comer ¿cómo van a comprar tapabocas, desinfectantes, acceder a espacios para su aseo diario y cambiarse la ropa? La pandemia indiscutiblemente, no sólo deja y dejará graves consecuencias para la salud, sino también para la economía, la sociedad y muchos otros sectores.

El acompañamiento del Estado, además de la entrega de mercados periódicos, debe incentivar programas de salud pública que impacten directamente en las poblaciones más vulnerables y que, poco a poco, permitan recuperar esas grietas sociales que se han abierto más durante estos meses; porque este problema complejo, deja grandes secuelas en la salud mental, que no respetan clase social, edad o condición física (2).

¿Todo esto es justo?

Para responder a ello, quisiera referirme sólo a uno de los planteamientos de Martha Nussbaum, una de las más importantes pensadoras de la actualidad, quien, por su conocimiento y experiencia, aborda diversos temas de justicia social, educación liberal, multiculturalismo y pluralismo, ente otras, desde una perspectiva humanista.

Desde su visión, todas las definiciones hacen parte de una versión mínima de la justicia social: una sociedad que no garantice tales capacidades a todos sus ciudadanos en un umbral adecuado, no alcanzaría a ser una sociedad completamente justa, con independencia de su nivel de opulencia (Nussbaum, 2001) (3).

Vida, salud corporal, sentidos y pensamiento, entre otras, son precisamente las capacidades básicas e innegociables que debemos poseer todos como seres humanos. A estas capacidades se les debería dar prioridad e importancia por parte de los Estados del mundo (4).

Desafortunadamente, esto pocas veces es así, y más en nuestro contexto, en el que vivimos llenos de incongruencias y bajo un sistema social de grandes desventajas, que cada vez, abre más las fisuras que hay entre unos y otros.

Esta pandemia es una oportunidad más de repensarnos como sociedad, de pensar en el otro, en la solidaridad, en el encuentro, en la ayuda, en el bienestar de todos; en que los menos favorecidos, al fin, puedan hacer parte de un sistema que hoy no los cobija, o por lo menos, no en la práctica (5).

Es hora de pensar más ampliamente y entender que mientras algunos resuelven cómo organizar sus salidas y sus compras, otros están pensando, o más bien, padeciendo no tener un lugar seguro para escamparse, no contagiarse o peor aún, no morirse porque no tienen cómo resguardarse, y aquí, la responsabilidad es de todos: Estado, instituciones, agremiaciones, iglesias, movimientos y la gente de a pie.

Referencias


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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