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Opinión

¿La mala ciencia?

25/09/2017
Por: Paula Cristina Mira Bohórquez, profesora Instituto de Filosofía, UdeA

"...La ciencia toma su tiempo, pero este tiempo cuesta vida y sufrimiento, y este sufrimiento es en definitiva un problema de responsabilidad moral, del científico que lo ejecuta y de la sociedad que lo tolera..."

Hace algunos días el programa del canal Caracol Televisión, “Los informantes”, emitió un programa en el que se denunciaba la captura de monos nocturnos en la Amazonía Colombia y su venta a la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, dirigido por Manuel Elkin Patarroyo. En el programa se habla de la captura de hasta 12 monos semanales, que luego son vendidos para ser usados en la investigación para la vacuna contra la malaria.

Por qué las acciones denunciadas por el programa siguen siendo legalmente permitidas en un país que invierte dinero y esfuerzos en la lucha contra la caza y captura de fauna silvestre, sigue siendo para mí un misterio. Lejos de personalizar el debate, sin embargo, quisiera referirme a todos aquellos que en el pasado e incluso hoy en día, siguen refiriéndose a la disyuntiva ética-ciencia. Sobre todo, a aquellos que la comprenden como un conflicto en el que hay que elegir (a la ciencia claro) y que ven todos los intentos de limitar acciones como estas, como un intento de “acabar con la ciencia”.

La ciencia no es una entidad abstracta y amoral, la ciencia son todos los individuos que la constituyen y que, como cualquier ser humano, actúan de forma moralmente correcta e incorrecta. Todos somos susceptibles de evaluación moral, y la ciencia no es un traje blindado que nos permite hacer lo que queramos con quien queramos. Los científicos también pueden dañar a muchos animales humanos y no humanos, pueden generar sufrimientos, aislar, mantener en cautiverio y, como lo hemos podido constatar, hasta capturar.

Todas estas son acciones que encontramos moralmente reprobables por fuera del ámbito científico. ¿Por qué deberían ser moralmente correctas sin más en el laboratorio? ¿No están los científicos también obligados a cuestionarse sobre el daño que le hacen a los demás?  La ciencia, como toda actividad humana, debe dar siempre dos explicaciones, la exclusivamente científica y la ética, entendida esta última como una explicación que se le da a la sociedad sobre cuáles son los fines de la investigación y cómo se está tratando a todos los seres que pueden ser afectados en esta. La ciencia sin moral ha traído suficientes consecuencias desastrosas a la humanidad como para todavía no haber aprendido la lección.

Pero, mi apelación hoy es, precisamente, por la ciencia. Hace meses viene creciendo un movimiento de indignación científica mundial por el deterioro de la credibilidad de la ciencia. Se habla del aumento de creyentes en el llamado “creacionismo”, el aumento de la creencia de que el cáncer se cura con métodos no probados por la ciencia, o los oídos sordos del mundo ante la evidencia del cambio climático. Sin duda temas que nos ocupan en nuestro mundo científico colombiano. Pero, ¿qué mensaje enviamos como academia y como científicos si seguimos respaldando la investigación que captura, tortura y puede hasta poner en riesgo de extinción especies? Le estamos pidiendo a la gente que crea en una actividad que va en contra del cada vez mayor apelo mundial por la protección animal y ambiental; que va en contra de los clamores por la protección de la Amazonía y el freno a la extinción de las especies.

Estamos indicando que la ciencia no conoce moral ni compasión, y que, quien se dedique a ella, tendrá que pagar como precio el abandono de valores cada vez más importantes para la juventud del siglo XXI, a saber, el respeto por el otro humano o no humano, la solidaridad y la compasión por el más vulnerable, la idea de que el futuro de la humanidad también pasa por proteger el futuro de las demás especies en la tierra. ¿Es esa “la ciencia” que queremos promover? ¿No es posible enviar el mensaje de que “hacer ciencia” y ser una persona éticamente responsable van de la mano? ¿De que la ciencia tiene compromisos serios, responsabilidades esenciales, como la de la protección de la salud humana, pero que, no por eso está dispuesta a renunciar al respeto básico que le debemos a todos los seres sintientes?

Por demás, ¿debemos seguir haciendo ciencia que va en contra del principio constitucional de la protección del medio ambiente? Es errado hacer pensar que “la ciencia”, toda ella, protege el tipo de actividades denunciadas en el programa, cuando en nuestro país hay tantos esfuerzos científicos por la conservación de las especies y sus hábitats (hechos con las uñas, como se hace ciencia en Colombia), de científicos comprometidos moral y científicamente.

La ciencia responsable y respetuosa es una obligación, no es una opción. La malaria es un problema grave en nuestro país, las cifras indican que los infectados crecen, a pesar de que el científico en cuestión lleva 23 años y miles de monos sacrificados para su investigación. La ciencia toma su tiempo, pero este tiempo cuesta vida y sufrimiento, y este sufrimiento es en definitiva un problema de responsabilidad moral, del científico que lo ejecuta y de la sociedad que lo tolera.

La responsabilidad moral de la academia frente a los animales y el medio ambiente es un tema urgente que, por fortuna, ya hemos empezado a discutir. Tengo el orgullo de trabajar con muchos investigadores científicamente y moralmente preocupados y comprometidos, de manera que, sin ninguna ingenuidad, podemos decir que la disyuntiva “ética-ciencia” encuentra cada vez menos eco en las nuevas generaciones; esto por el beneficio de la ciencia misma.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. Escriba y envíenos sus columnas de opinión al correo electrónico: udeanoticias@udea.edu.co

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