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Opinión

Defendemos la educación y la universidad pública

13/12/2018
Por: Tatiana Lopera Lopera, Egresada Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UdeA

"...Nos aguzamos porque sabemos que no hay recetas mágicas ni respuestas dadas de antemano para lograr lo que queremos, que tenemos que comenzar a experimentar y a crearlas juntos. Nos aguzamos porque la inercia del movimiento sin reflexión ni crítica nos adormece nuestros cuerpos y almas: ¡Paramos para aguzarnos!".

E E Ecua…
Ante un modelo educativo que quiere velar la educación y la universidad públicas, nosotras nos aguzamos para defenderlas.

Uno de los problemas concretos que vienen afrontando las universidades públicas en nuestro país es, sin duda, la desfinanciación. Esta no sólo viene poniendo en riesgo la permanencia física de las universidades públicas, sino también la autonomía y las libertades académicas que las sustentan, pues viene entrampando a las universidades en escenarios donde no les queda más remedio que hacer lo que sea “rentable” para sobrevivir, reduciendo así -cuando no cercenando- la capacidad de decidir acerca de lo que hacemos: para qué, para quiénes, cómo y qué… queremos seguir aprendiendo, creando, enseñando e investigando.

No es fortuito entonces que una de nuestras banderas en las manifestaciones y negociaciones con el gobierno sea obtener un mayor presupuesto, es importante y urgente lograr un compromiso presupuestal del gobierno con las universidades públicas y, en general, establecer un acuerdo colectivo a largo plazo que garantice un gasto social prioritario para la educación, las artes y la cultura.

No obstante, consideramos que la falta de presupuesto no es la causa del riesgo que se cierne actualmente sobre las universidades públicas: críticas, reflexivas, conectadas con lo social, patrimonio común de todos y todas; antes bien, la desfinanciación es la consecuencia del modelo político y económico Universidad-Empresa que se nos ha venido imponiendo, pues desconoce la voluntad, las propuestas y proyectos de los actores principales de la Universidad: estudiantes, trabajadores y profesores.  

Este modelo busca que las capacidades, los conocimientos y las fuerzas creativas que se desarrollan en las universidades, estén en función de producir servicios y bienes materiales e inmateriales que sean valiosos y rentables en términos económicos, además, que puedan ser patentados y apropiados individualmente. Segregando así las creaciones académicas que no entren en dicho estándar y disolviendo el vínculo de la Universidad con lo social, con los comunes y corrientes que padecen las injusticias y desigualdades sociales, para reemplazarlo por el de Universidad-Mercado.

En esta Universidad-Empresa como lo advierte un amigo en estas luchas, Carlos Enrique Restrepo, “se promueve un darwinismo universitario cuyo mecanismo es la selección natural, análogo a los dinamismos de competencia que rigen los intercambios en la sociedad del libre mercado”  así, los estudiantes y profesores son convertidos, a través de incentivos, premios y rankings, en gestores de la Universidad-Empresa, que compiten “sanamente” entre sí para mejorar su productividad. Desde este modelo universitario, la educación se concibe, en el mejor de los casos, como un derecho sometido a la disponibilidad fiscal y, en el peor de los casos, como un servicio público subordinado a la libre configuración legislativa o la potestad reglamentaria de la administración; y se promueven también programas de endeudamiento como un medio eficaz para resolver los problemas de cobertura de la educación superior pública.

Por eso lo que está en juego en estos momentos, más que el aumento del presupuesto, es la concepción de la Universidad y  la educación públicas que queremos. Pues no solo con dinero vamos a resolver los problemas que el modelo universitario actual, atado a la rentabilidad, ha generado y profundiza cada vez más, por ejemplo: el acceso y permanencia dentro del sistema universitario público entendido como un privilegio y no como un derecho; la intervención estatal, fundada en el control y vigilancia, y sus más que dudosos parámetros de calidad; la creciente privatización en desmedro de los cometidos misionales del sistema educativo y universitario; y la regresividad de las condiciones laborales y prestacionales del profesorado, especialmente, de los profesores ocasionales y de cátedra.

Estos problemas que venimos sorteando, no nos desaniman -sentimos una voz que nos dice: ¡Agúzate!- , tampoco pensamos que sean el signo del triunfo Universidad-Empresa; al contrario, pensamos que este modelo universitario está en vilo puesto que quiénes practicamos y damos sentido a las Universidades, aunque no tenemos unas condiciones materiales dignas, no somos pobres de espíritu… espíritu universitario que  mina constantemente las lógicas de la Universidad–Empresa.

Las Universidades siguen siendo un espacio con el que se gestan y acontecen múltiples creaciones, movimientos, pensamientos, artes y técnicas; con ellas insisten la reflexión y la crítica de las condiciones injustas de existencia, así como entramados vitales que crean modos y sentidos diversos de estar, aprender, compartir y crear juntos que desbordan el esquema empresarial y hacen vivir la Universidad de otras maneras: más alegres, festivas, solidarias y comprometidas con los comunes y corrientes, aquellos con quienes compartimos el tiempo y el territorio en el que estamos inmersos.

En nombre y con este espacio universitario múltiple, creativo y crítico, los comunes y corrientes de las Universidades Públicas, nos aguzamos no sólo para exigir un mayor presupuesto sino para crear la educación y las Universidades que queremos: donde la educación no sea más un privilegio sino un derecho fundamental en todos los ciclos del proceso formativo; justiciable mediante tutela y de aplicación inmediata; que imponga deberes y prestaciones a los poderes ejecutivo y legislativo; así como restricciones a todos los poderes públicos y privados que quieren disponer de las Instituciones educativas a su arbitrio.

Nos aguzamos entonces para colocar en el centro de las Universidades y de los espacios de decisión a quienes son sus actores principales: los estudiantes y profesores;  para instalar en el centro y al servicio de la vida social: el espíritu, los conocimientos, las capacidades y la vitalidad universitaria; finalmente, para que las Universidades y el conocimiento sean, efectivamente y no sólo en la letra muerta, patrimonio y bien común de todos y todas.  

Nos aguzamos porque sabemos que no hay recetas mágicas ni respuestas dadas de antemano para lograr lo que queremos, que tenemos que comenzar a experimentar y a crearlas juntos. Nos aguzamos porque la inercia del movimiento sin reflexión ni crítica nos adormece nuestros cuerpos y almas: ¡Paramos para aguzarnos!

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Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

 

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