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Academia Ciencia Gente UdeA

Un ingeniero robótico muy humano

21/04/2021
Por: Yenifer Aristizábal Grajales - Periodista

Gabriel Gómez Betancur, ingeniero de sistemas egresado de la Universidad de Antioquia, ha trabajado en laboratorios de Suiza y Estados Unidos en el desarrollo de robots humanoides e inteligencia artificial. En Alma Mater conversamos con él y el porqué de la robótica.

Este ingeniero de sistemas ha trabajado en inteligencia artificial y robots humanoides en laboratorios de Suiza y Estados Unidos.  Foto cortesía Gabriel Gómez Betancur.

Cuando Gabriel Gómez Betancur llegó en 1989 a estudiar Ingeniería de Sistemas a la Universidad de Antioquia tenía 17 años, no estaba muy lejos de ser el niño que soñaba con la robótica gracias a la serie de manga y anime Mazinger Z, creada por el guionista japonés Gō Nagai, en la que un robot gigante era tripulado por el protagonista.

No sabía que, 20 años más tarde, desarrollaría robots humanoides en algunos de los mejores laboratorios del mundo. Gabriel obtuvo su doctorado en Inteligencia Artificial en la Universidad de Zurich, Suiza, y trabajó en el laboratorio de Rolf Pfeifer, reconocido profesor de ciencias de la computación e
inteligencia artificial. Allí pasó ocho años y pudo empezar la línea de trabajo en robots humanoides, que era entonces lo que lo apasionaba.

En ese momento «teníamos una mano robótica para reemplazar la mano de una persona amputada. Leímos las señales de los músculos durante veinte segundos y se construyó una red neuronal que pudiese leer esas señales», recordó.

Posteriormente, este ingeniero conoció y trabajó con uno de los padres modernos de la robótica mundial, el australiano Rodney Brooks, entonces director (hoy profesor emérito) del Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts —MIT, por sus siglas en inglés—, donde hizo el posdoctorado.

Durante siete años, en el laboratorio del profesor Brooks intentaron desarrollar un robot que tomara los objetos autónomamente, pero no lo habían logrado. Invitaron a este ingeniero a hacerlo en cuatro meses: «El robot solo tenía una cámara en funcionamiento. No sabía cuál era la distancia del objeto y tampoco tenía sensores de tacto, o sea que no sabía si estaba tocando o no. Era bastante complicado, pero yo siempre había querido estudiar con él y le dije que sí».

Después de cinco meses en los que durmió poco y trabajó a contrarreloj, Gabriel estudió lo que los expertos llaman poking que tiene que ver con la forma en la que los bebés aprenden a interactuar con los objetos: miran el objeto, mandan la mano y eventualmente esta lo empuja: «De esa manera interactúan con el mundo y aprenden qué cosas hacen los objetos. Retomé esos experimentos que hicieron con niños y traté de hacer lo mismo con el robot y funcionó».

Estuvo en el laboratorio del MIT durante dos años. Actualmente, trabaja en una empresa de inteligencia artificial en Estados Unidos. Sus estatutos de confidencialidad no le permiten contar mucho, pero está trabajando en el primer sistema operativo basado en inteligencia artificial. 

Gabriel expuso su experiencia en robótica durante la Cátedra Expoingeniería, que giró en torno a la inteligencia artificial, la programación de robots e inteligencia computacional, realizada en octubre pasado por el Departamento de Ingeniería de Sistemas de la Universidad de Antioquia.

Uno de sus primeros trabajos fue el desarrollo de una mano robótica para reemplazar la de una persona amputada. La prótesis leía las señales a partir de una red neuronal. 

«Cuando conseguí la beca del Gobierno suizo me cambió la perspectiva de las cosas, me dediqué solamente a estudiar y trabajar en robótica. Cuando uno está joven no alcanza a vislumbrar hasta dónde podría llegar, le presta más atención a lo inmediato».

Robots al servicio de los humanos 

Parte del interés que este ingeniero de sistemas desarrolló por la robótica es que esta le ha permitido investigar cosas que parecían tener una base filosófica: «¿Qué es un objeto? Un robot tiene una perspectiva distinta a la de uno y hacer que manipule objetos es fascinante, permite investigar el aprendizaje o su interacción con una persona y entender cosas de la inteligencia humana».

Para este egresado de la Alma Máter los robots están lejos de «tomarse el mundo». Los humanos siempre serán más inteligentes y podrán apagarlos si no actúan como desean; en cambio, podrían ayudar a personas enfermas y mayores que requieren asistencia.

«El tiempo nos corre a todos y la parte más difícil para alguien es cuando no es capaz de valerse por sí mismo», dijo Gabriel. Para él los robots pueden ayudar a vivir con dignidad a quien no puede encargarse de todo con sus propias fuerzas.

«En países como Colombia siempre hay un familiar que lo está cuidando a uno; en otros más desarrollados esto no es así, si uno habla con alguien que está cuidando a un enfermo, esa persona seguramente dirá lo difícil que es y la cantidad de esfuerzos que hace. Eso es algo súper agotador y si un robot pudiera hacerlo, sería genial. La robótica puede ser algo fundamental para ayudar a la gente a que estén en sus casas y no tengan que irse a un asilo a que los cuiden», concluyó.

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