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Con el grito amordazado

26/05/2020
Por: Judith Nieto López, escritora y profesora Escuela de Microbiología UdeA

«... Sin lugar a dudas, las informaciones —y las desinformaciones— que han llevado a que hoy en el mundo, casi sin excepción se hable del coronavirus, dan cuenta de que el miedo y sus manifestaciones sirven de acicate para nutrir relatos promovidos con la fuerza de la imaginación...»

 

Tan histórico como el hombre es el temor a la muerte; lo que ha llevado a que, desde sus comienzos, la humanidad viva en una infatigable lucha por evitar y, si es el caso, negar esta inminencia.

Para ello, el mismo hombre ha inventado cuanto recurso ha sido posible para detener esta realidad que irremediablemente llega a poner fin a aquello que un día tuvo principio.

Así, tan urgente como el afán de vivir, es la brega por no morir, por evitar el deceso; anhelo al que se han afiliado los más caros intereses de la ciencia, hoy erguida en cumbres impensables e inesperadas, como la pretensión de no envejecer y de no deteriorarse, según rezan los mandatos de la ilusión de la eterna juventud.

Tras esta aspiración se mueven mercados e individuos; unos y otros en el intento de ganar la batalla siempre vencida por la muerte, realidad que triunfa por doquier al dejar atrás este inútil esfuerzo.

Además de señalar que inevitablemente la vitalidad y pretensiones de la inmortalidad descienden con la edad, pues la extinción, realidad ineludible como la de la vejez y la de la enfermedad, suele deslizarse entre los hilos frágiles del cuerpo cuando es transgredido por inconvenientes de la salud.

Así como la muerte tiene su momento preciso para todos y cada uno, de igual manera, la enfermedad reserva sus instantes y los cuerpos elegidos por esta sin discriminación alguna. Y cuando se le ataca mediante terapéuticas concedidas por el saber y la ciencia, sus síntomas  desaparecen, pero no para siempre, pues es innegable que el cuerpo tiene memoria.

Entonces, habrá nuevos y agudos síntomas y, con estos, un día se producirá la muerte, impostergable, así haya quienes se obstinen en negarla. Un buen ejemplo literario para dar cuenta de la represión, de la negación de la muerte, está en La muerte de Iván Ilich, de León Tolstói.

El ejemplo del silogismo que había estudiado en la lógica de Kizevérter: “Cayo es hombre, los hombres son mortales, luego Cayo es mortal”, le pareció toda su vida correcto con relación a Cayo, pero no con relación a sí mismo (….).

“Cayo era mortal; en efecto; le correspondía morir; pero, en lo que a mí se refiere, (…) a Iván Ilich, con todos mis sentimientos e ideas, es algo distinto. No puede ser que deba morir. Esto será demasiado horroroso” (Tolstoi, 2009, pp. 47-48).

“No puede ser que deba morir”, parece gritar el protagonista de la novela de Tolstoi, quien en otra parte de la obra dice que esto que le espera no lo puede entender, pero que no se trata de entender, se trata de aceptar que la muerte vendrá inevitablemente. Esto no lo hace distinto a Cayo, quien por ser hombre tendría que morir.

 La enfermedad persiste y una especie de batalla contra los males que afectan el cuerpo y el alma ha sido la lidia histórica adelantada por el hombre, ‘beneficiado’ por la técnica que tiene a su favor el capital y por los emporios industriales siempre abiertos a afianzar el consumo del prodigio entregado por la ciencia, mediante el señuelo de la inmortalidad que esta parece portar. Es la misma inquietud que hoy se impone al cuerpo cuando se debate contra una patología de la que quiere y necesita liberarse.**

Sin lugar a dudas, las informaciones —y las desinformaciones— que han llevado a que hoy en el mundo, casi sin excepción se hable del coronavirus, dan cuenta de que el miedo y sus manifestaciones sirven de acicate para nutrir relatos promovidos con la fuerza de la imaginación.

¿No será que la aprensión y el afán por mitigar la “propagada” gripa del momento sea una manifestación más del horror a morir? Sin duda, solo que ¡del Hades no habrá escapatoria!
_________________

Referencias

Nieto, J. (2016). Todo enfermo es un hombre, Bucaramanga, Ediciones UIS.

Tolstói, L. (2009). La muerte de Iván Ilich, Bogotá, Norma

** Fragmento tomado de Todo enfermo es un hombre (2016). Bucaramanga: Ediciones Universidad Industrial de Santander.  Uno de los diez mejores libros académicos de 2016, según El Espectador.com, pp. 71-74.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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