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Opinión

La guerra aún sigue aquí

17/02/2020
Por: Germán Darío Valencia Agudelo, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

« ...Quiso el ELN con este paro armado recordarle al Gobierno nacional, y de paso a la sociedad colombiana, que es un actor político en armas y que el país aún vive un doloroso conflicto armado. Dos de las principales razones para que en cualquier país se busque una salida negociada a la guerra...»

El “paro armado” decretado en Colombia este pasado fin de semana, entre el viernes 14 y el lunes 17 de febrero, por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) es un comportamiento rutinario de la agrupación armada ilegal. También lo determinó, para el mismo mes, en 2015, 2016 y 2018.

Este tipo de actos es una estrategia utilizada por la organización armada para recordar la muerte del cura Camilo Torres, ocurrida el 15 de febrero de 1966.

Fecha que también es aprovechada para recordar la muerte de otros dos sacerdotes y guerrilleros emblemáticos: la de Domingo Laín, ocurrida el 20 de febrero de 1974, y la de Manuel Pérez, “El Cura Pérez”, el 14 de febrero de 1998.

El paro armado para el ELN, además del objetivo conmemorativo con sus líderes emblemáticos, cumple otro fin: le sirve para mostrarle al Estado su poder de beligerancia y la presencia territorial que aún mantiene y amplía en diversos espacios de la geografía nacional.

Como es costumbre, durante este fin de semana, el ELN restringió la movilidad de las personas, afectó el desplazamiento de vehículos, cerró las puertas del comercio y provocó la parálisis de muchos municipios. Pero, sobre todo, causó zozobra y miedo entre toda la población colombiana; así quedó comprobado.

Y si bien el paro no tuvo una cobertura nacional, como lo pretendía el ELN, el fenómeno armado si afectó a muchos territorios y actividades cotidianas de la población. En especial, redujo la movilidad en Norte de Santander, Bolívar, Cesar y Arauca, el transporte fluvial en Chocó, el comercio en el norte de Antioquia y las actividades escolares en Cauca.

Zonas, todas ellas, con presencia armada y donde el ELN tiene autoridad. Esta es la realidad: la guerra siempre ha afectado más a los territorios alejados de las grandes ciudades, cerca a las fronteras, donde los habitantes son en su mayoría población pobres: campesinos, colonos y pequeños propietarios.

Y cada día que pasa esta guerrilla se fortalece. Según cifras presentadas por la Fundación Ideas para la Paz, el crecimiento de esta organización es sorprendente: pasó de tener entre mil y dos mil miembros hace tan solo cinco años, a contar hoy en sus filas con una población entre cinco y seis mil.

Quiso el ELN con este paro armado recordarle al Gobierno nacional, y de paso a la sociedad colombiana, que es un actor político en armas y que el país aún vive un doloroso conflicto armado. Dos de las principales razones para que en cualquier país se busque una salida negociada a la guerra.

Ha querido el ELN, con este tipo de acciones violentas, presionar al gobierno Duque para que vuelva a la Mesa de Conversaciones, para que retome los diálogos paralizados desde el año anterior en Cuba. Acciones violentas con que el ELN quiere demostrar al Gobierno que no es una guerrilla de segunda, y reclama similar trato al que se le dio a las Farc-ep.

El ELN sabe que tarde o temprano el Estado tendrá que sentarse nuevamente con su organización armada a pactar la paz. Más ahora, donde la organización se ha convertido, luego de la salida de las Farc-ep del conflicto armado, en la guerrilla más antigua de América y la más numerosa en Colombia.

El Gobierno Duque le exige al ELN, entre otras acciones, un cese al fuego y hostilidades para reiniciar diálogos, sabiendo todos que este tipo de pactos de paz han sido históricamente resultado de procesos de diálogo y no punto de partida.

Es claro que el Gobierno está desaprovechando el hecho de tener en La Habana, Cuba, una delegación dispuesta a continuar con las negociaciones. Un equipo de trabajo que reitera sus deseos de negociar la paz de manera constante.

En síntesis, el ELN mantiene una actitud beligerante con la que intenta presionar al Gobierno para que continúen con la búsqueda de una salida al conflicto. Pero lo hace recordándonos la guerra, usando la violencia armada, y afectando, como siempre ha ocurrido, las zonas más pobres y marginadas de la geografía colombiana.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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