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Opinión

Conocimiento y responsabilidad para superar la pandemia

03/06/2020
Por: Diego Alberto Salazar Moncada, Doctorado en Biología, docente de cátedra, Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias UdeA

"... En la situación actual, hay que tener confianza en la investigación, solidarizarnos con los más necesitados por los medios oficiales de ayuda humanitaria o de manera particular y como sociedad actuar con responsabilidad al atender los protocolos establecidos; ..."

En la construcción del concepto personal de vida se suman, entre otros, los aprendizajes desde la disciplina de formación del individuo. Yo, lo he nutrido desde la biología, el control biológico y el proceso de autoevaluación, que es otro de mis amores, y lo simplifico en un nombre y dos apellidos: “Problema Opción Solución”. Cuando un problema no tiene una solución tangible, como ocurre con la pandemia, una pregunta crucial es ¿Cómo lo enfrentamos?, porque específicamente esta pregunta conduce a ese primer apellido, contemplar las opciones.

Es precisamente en esa búsqueda donde la generación de conocimiento es decisiva. Esta pandemia no es el primer gran desafío de la humanidad y tampoco será el último; a manera de ejemplo, eventos que parecen aislados alrededor del cloro, en el tiempo cobran sentido.

En 1774 el químico sueco Carl Wilhelm Scheele descubrió el cloro;  en 1854 el médico
John Snow determinó la ingestión de aguas contaminadas como la causa de una epidemia de cólera, donde murieron cerca de 500 personas en una semana en Golden Square, Londres, proceso riguroso que lo convirtió en el padre de la epidemiología moderna; posteriores avances en microbiología y otros campos, permitieron a inicios del siglo XX potabilizar el agua con cloro.

Esta innovación es considerada el avance en salud pública más significativo del milenio, por salvar millones de vidas e incrementar la expectativa de vida. Analizando este hecho, entender y visualizar una medida efectiva tardó tiempo, el necesario para que las investigaciones arrojaran resultados, que requerían los gobiernos para tomar las decisiones acertadas.

Sin embargo, todo aprendizaje tiene sus matices, el desconocimiento y la impotencia nos hacen cometer errores y enmendarlos también trae sus costos. Para ilustrar esto, me remito a una historia, que a través de los años se tornó casi en fábula, pero cuyo origen fue una situación real.  Citaré la versión registrada en el libro Ecología y Medio Ambiente de 1994, del autor G. TYLER Miller, JR., cuyo título es, La interferencia de los ecosistemas está llena de sorpresas:

Alguna vez el paludismo afectó a nueve de diez personas en el país de Borneo septentrional conocido como Brunéi.  En 1955, la Organización Mundial de la Salud (WHO. World Health Organization) empezó a rociar dieldrín (un plaguicida semejante al DDT) para matar los mosquitos portadores del paludismo. El programa fue tan exitoso que la terrible enfermedad casi quedó eliminada en la isla de Borneo. Sin embargo, ocurrieron otras cosas inesperadas. 

El dieldrín mató otros insectos, incluyendo moscas y cucarachas que vivían en las casas.  Los isleños aplaudieron, pero luego advirtieron que las lagartijas pequeñas que también vivían en las casas morían después de alimentarse con los insectos muertos.  A continuación, los gatos empezaron a morir después de alimentarse con las lagartijas muertas.  Sin gatos, las ratas proliferaron e invadieron los poblados y ciudades.  La gente estuvo amenazada por la plaga selvática llevada por las pulgas de las ratas.  La situación pudo controlarse cuando la WHO soltó gatos sanos en paracaídas sobre la isla. Luego los techos se empezaron a caer. 

El dieldrín había matado avispas y otros insectos que se alimentan con un tipo de orugas que evitaron o no fueron afectados por el insecticida.  Al ser eliminados la mayoría de sus depredadores, la población de orugas creció explosivamente.  Las larvas se encontraron así con abundancia de uno de sus platillos favoritos, las hojas utilizadas en los techos de paja. Al, final, el episodio de Borneo fue un éxito cuando el paludismo y los efectos inesperados del programa de fumigación fueron puestos bajo control.  Sin embargo, muestra los resultados impredecibles de interferir fuertemente en un ecosistema”.

Obviamente, faltó mayor conocimiento a la hora de tomar decisiones, se contempló la opción que en su momento era más conveniente, dada la impotencia ante una tasa de infección de 90%. Cuando la muerte acecha, el espectro de opciones puede ampliarse peligrosamente asumiendo que todo es válido; con la pandemia sucede cuando las personas se auto medican, basado solo en estudios preliminares, como el caso de algunos antiparasitarios usados contra el coronavirus.

La investigación es la que debe proporcionar la información adecuada; por ejemplo, en mi investigación sobre control microbiológico, encontré que en pruebas de laboratorio 1x103 conidias /ml causaba una infección superior al 70% en una plaga de cultivo (sinfílidos), pero en campo establecí que 1X108 conidias/ml presentó una reducción de 70,6%. De forma similar, ocurre entre pruebas de medicamentos en células con respecto a su uso en humanos.

Retomando las opciones presentadas en el manejo del coronavirus, el desconocimiento y la impotencia, llevaron a la OMS a proponer un manejo inicial de la enfermedad con síntomas de neumonía, con muy pocas cifras registradas en China; sin embargo, el proceso de cooperación científica, los protocolos de atención del SARS y el MERS,  el reconocimiento de nuevos síntomas como la coagulación intravascular diseminada, entre otros, hacen parte de los avances. Está claro que son los especialistas los llamados a establecer las directrices.

La verdadera arma que cada uno de nosotros tiene es el sistema inmune, pero cuando ingerimos químicos indiscriminadamente, lo primero que atacamos son nuestras propias defensas, así como pasó en la isla de Borneo, todo se va abajo. Infortunadamente, fortalecer el sistema inmune requiere una alimentación balanceada y millones de colombianos tienen que salir al rebusque, eso representa la inestabilidad de nuestro ecosistema social; ahí el gobierno debe concentrar esfuerzos, atacar esa infección social creada por los corruptos.

El equilibrio se restablece cuando cada organismo tiene la oportunidad de cumplir con su función, es decir, con tareas específicas en pro de un bien común, con empleo, salud y educación de calidad.

En la situación actual, hay que tener confianza en la investigación, solidarizarnos con los más necesitados por los medios oficiales de ayuda humanitaria o de manera particular y como sociedad actuar con responsabilidad al atender los protocolos establecidos; uso de tapabocas, lavado frecuente de las manos y distanciamiento físico, para favorecer además la activación económica gradual.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. 

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