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Academia

La personalidad de la Universidad en cuarentena

01/07/2020
Por: Fabio Humberto Giraldo Jiménez y Pablo Javier Patiño Grajales

Preguntarse por el rol de la Universidad de Antioquia en la pandemia y la pospandemia es un ejercicio tan complejo como necesario. En tiempos de crisis, convocamos aquí la reflexión profunda de dos voces universitarias que cuestionan el presente institucional y trazan rutas de cómo esta institución podría enfrentar transformaciones futuras.  

Foto: Juan Pablo Hernández Sánchez.

Una situación excepcional y extraordinaria pone a las personas, a las sociedades y a las instituciones en el límite de su voluntad y de su racionalidad; en ese estado aparece su personalidad cruda, sin adornos. 

Eso está pasando en la Universidad de Antioquia. Aunque el impacto mayor y más visible de la emergencia lo encajó la actividad académica que tuvo que afanar la virtualidad, las consecuencias generales inmediatas apenas se están sintiendo y las mediatas apenas se están previendo.

Es evidente que, en este inesperado y patético contexto, la descarnada personalidad que aparece contrasta con la que suele presentarse en las autoevaluaciones institucionales, porque éstas se hacen calculando el desarrollo y el crecimiento normal y casi natural de la institución y de su entorno.

Si la universidad soslayara la personalidad desnuda que queda expuesta por la urgencia contradiría la honradez y la objetividad que le son propias de cuna. Y más aún porque, al contrario de lo que parece, hay poco en esa desnudez que no conozcamos desde antes, aunque nos hayamos resistido a admitirlo. Por eso es obligada la catarsis: para saber en dónde están sus nudos, sus remolinos, sus atascos, sus redundancias, y en donde están sus cauces, sus rápidos, sus fortalezas, sus «rutas de la seda». 

En este sentido la autoevaluación institucional, actualmente en curso, y por lo tanto también el Plan de Desarrollo, deberían cambiar adoptando metodologías de análisis y estrategias para prepararse contra los efectos de lo excepcional y no solamente de lo normal. Solo así podríamos adecuar la Universidad para las próximas urgencias sociales que no serán pocas y que no serán solo producidas por virus.

Ensayando esa catarsis 

¿Cuáles son los rasgos más sobresalientes de la personalidad de la Universidad que se muestran en esta situación excepcional? Su mejor rasgo. Es conservadora en el cuidado de las ciencias básicas de todas las disciplinas científicas, de las artes y de las humanidades; lo es en el apego a los procedimientos que regulan la verosimilitud y la certeza del conocimiento; lo es en su vehemencia en defensa de la libertad, de la democracia social y política y del garantismo jurídico-político. Esta conserva es el cimiento de su crecimiento y es su mejor rasgo porque demuestra gran fidelidad a su «ethos» y a su «razón de ser» original como entidad responsable tanto del cultivo y cosecha del conocimiento validado con rigurosidad científica, como del conocimiento al servicio del bien común. Y da sus frutos. En efecto, durante esta emergencia se ha demostrado que la imagen producida por su siempre joven rebeldía política, es tan fuerte como su capacidad de ser solidaria y eficaz en el servicio social poniendo a disposición el conocimiento acumulado y el acervo investigativo.

Su rasgo negativo. La Universidad no es egoísta y mucho menos ególatra, pero si autorreferencial y ensimismada. En contraste con el necesario y eficaz carácter conservador, es una institución intensamente conservadurista y resistente en asuntos que exigen flexibilidad, capacidad de adaptación a retos nuevos y capacidad para inducir la novedad. Resulta casi paradójico que mantenga costumbres académicas caracterizadas por una excesiva compartimentación de los saberes, por una excesiva replicación de temas y programas, por la personalización de los cursos, de los currículos y de las investigaciones y por la gremialización de la discusión académica. Ese rasgo puede explicar en parte el hecho de que no haya logrado poner en práctica la transdisciplinariedad y el trabajo colectivo en la oferta curricular para la formación profesional; en efecto, la personalización y la compartimentación hechas costumbre le impiden reconocer la porosidad de las fronteras disciplinares y la integración académica. Con estas características se entiende por qué la Universidad es tan redundante en la oferta académica. 

No todo lo que es característico de la personalidad de la Universidad es endógeno. La presión externa bajo la modalidad de la coerción presupuestal y la ampliación de cobertura a bajo costo ha influido determinantemente en la modelación de esa personalidad.

¿Qué alternativas tiene la Universidad para responder a los desafíos poscovid-19?

Se requiere una discusión de carácter epistemológico que debe pasar, sine qua non, por la integración de los saberes y la hibridación del conocimiento. La educación e investigación universitarias deben asumir una visión sistémica de las situaciones que plantea el contexto actual, perspectiva que no es posible lograr desde una disciplina en particular. El análisis y la prevención de los diferentes riesgos que enfrenta la especie humana y el planeta en general requieren de la interdisciplinariedad y la convergencia de las ciencias como elementos esenciales para la construcción del conocimiento y la formación de profesionales. Nuestra universidad requiere una aproximación desde puntos de vista muy diversos, que reconozcan la construcción de una visión sistémica de su propia naturaleza y de su relación con el contexto.

Existen dos referentes que bien valdría la pena se tuvieran en cuenta en una adecuación de la Universidad a las nuevas condiciones que plantea la covid-19. Aunque la Misión Internacional de Sabios 2019 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible —ODS— obedecieron a procesos previos a la actual pandemia, el alcance de sus reflexiones y propuestas no solo ofrece una ruta posible, sino que además crea la posibilidad para asumir un liderazgo en el sistema universitario nacional.

Por ejemplo, se puede proponer una nueva división de la universidad de acuerdo con las necesidades sociales que se reflejan en los focos temáticos de la Misión o en algunos de los ODS, tales como Salud y bienestar, Calidad de la educación, Energía limpia, Acción por el clima, Vida bajo el agua, entre otros. Pero, adicionalmente, estas iniciativas tienen la bondad de ofrecer el control de la desigualdad e inequidad mediante procesos de democracia social y el control del medio ambiente a partir del desarrollo sostenible, todo dentro de un espacio de libertad y paz, es decir con democracia política.

Para responder a este tipo de propuesta se requiere una reorganización de los saberes en la Universidad, así como una reestructuración de la administración académica, lo que debería reflejarse en una profunda reforma curricular que permita una nueva oferta de formación profesional.

No se trata de conservar los privilegios por parte de quienes ya los tienen, sino que todos los miembros de la sociedad puedan disfrutar de tales privilegios: una vida sana, una vida digna. Tal tarea depende de valores que la Universidad debe privilegiar:

  • La defensa de la democracia que permita encontrar nuevas rutas de la educación y la ciencia para construir comunidades reflexivas y críticas, solidarias y compasivas.
  • La autonomía y la libertad académica como condiciones para mantener la legitimidad y la influencia de la universidad sobre toda la sociedad. 
  • La solidaridad social debe ser una característica definitoria de la Universidad, de forma que asegure la formación de profesionales y científicos en un mundo poscovid-19 que, además de gran calidad académica, evidencien compasión y responsabilidad profesional. 
  • La responsabilidad social como una noción que implica una actuación en pos del bien común, acompañada de la medición de resultados, evaluación del impacto y seguimiento de todas las funciones de la Universidad. 
     

De esta manera la Universidad de Antioquia se puede convertir en un actor indispensable en la creación un mundo mejor después de la covid-19, como una institución cívica y democrática que, además de producir conocimiento científico de calidad, se compromete con la educación de ciudadanos éticos y empáticos para una sociedad democrática, justa y sostenible.

*** Fabio Humberto Giraldo Jiménez es filósofo, especialista en Análisis del Estado y profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Pablo Patiño es médico, doctor en Ciencias Básicas Biomédicas y magíster en Inmunología, también es profesor de tiempo completo de la Facultad de Medicina.

 

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