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Vida

La «deforestación del agua» en el Amazonas

08/06/2019
Por: Jennifer Restrepo de la Pava / Periodista

Los bosques tropicales de la selva amazónica influyen directamente en la seguridad hídrica de Suramérica. Si su deforestación continúa, en algunas regiones del continente las lluvias disminuirán, mientras que los eventos extremos como sequías e inundaciones tendrán un mayor impacto.

El paso de las nubes por el piedemonte andino-amazónico, en el departamento de Caquetá. Foto: cortesía Luis Polo / @luispolofotografía.

La deforestación de la selva amazónica pone en riesgo la seguridad hídrica¹ de Colombia, así como la de los nueve países de los que también hace parte. Es un ecocidio con múltiples victimarios y cómplices, que en los últimos 50 años ha cobrado el 20 % de la extensión total de la selva amazónica²; cercenando árboles para «sembrar» ganado, palma, alambres de púas, carreteras y muerte.

Estudios a gran escala realizados allí desde el 2015 por científicos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, indican que los bosques tropicales son un sistema «invisible» que surte y regula el agua en el continente, pues juegan un papel fundamental al recargar la humedad del aire y regular el caudal de los ríos, mitigando crecientes y liberando agua almacenada durante las sequías.

Incremento exponencial de las lluvias

El grupo de investigadores estudió qué le pasa al viento cuando fluye sobre los bosques tropicales del Amazonas. El estudio, titulado Crecimiento exponencial de la precipitación inducido por el bosque a lo largo de las líneas de viento climatológicas sobre el Amazonas, reflejó que, cuando el viento cruza esta selva, se «recarga de humedad», y el flujo de aire se mueve por la atmósfera transportando agua por el continente suramericano.

El experto en recursos hidráulicos, Juan Fernando Salazar Villegas, explicó que esas corrientes de viento son como ríos de aire. Cuando pasan sobre el bosque, se alimentan de humedad y forman las precipitaciones: lluvia, llovizna, nieve, aguanieve o granizo.

Los bosques alimentan las corrientes de aire para que, «río aéreo» abajo, es decir, viento abajo, haya lluvia. Si la superficie deja de alimentar el aire, los «ríos aéreos» se pueden secar, afectando la disponibilidad del agua. Como ocurrió con el racionamiento en Colombia entre 1992 y 1993, una larga sequía le costó al país cerca de 1600 millones de dólares de la época.

De acuerdo con la investigación, la lluvia se vuelve más grande a medida que la corriente del aire pasa por el bosque. Notaron que se formó una corriente de aire de más de 3000 kilómetros, mucho más larga que Colombia, la lluvia pasa de ser reducida en Brasil a ser muy alta en los Llanos Orientales colombianos.

Por primera vez se evidenció que, al cruzar los bosques tropicales, las lluvias tienen un crecimiento exponencial, es decir, acelerado; y también que no se mantienen constantes como lo plantea una de las hipótesis de la teoría de la bomba biótica, que relaciona los bosques y la producción de las lluvias.

«Me impactó la cifra, no esperaba ese crecimiento exponencial de la lluvia durante 3000 kilómetros, es difícil imaginar un efecto a una escala tan grande», destacó Rubén Darío Molina Santamaría, investigador principal.

«Hicimos muchas repeticiones y análisis del mismo experimento y el patrón de crecimiento se mantuvo como estadística, fue un estudio de datos exhaustivo pues no esperábamos que la lluvia creciera exponencialmente, es muy raro. Estábamos emocionados, aunque fuimos los primeros incrédulos», enfatizó el ingeniero, Salazar Villegas.

Embalses forestales

La facultad de almacenar agua y liberarla cuando se requiera, no es propia ni exclusiva de los embalses artificiales. El estudio Las propiedades de escalamiento revelan la regulación de los caudales de los ríos en el Amazonas a través de un embalse forestal, encontró que el bosque ayuda a que tanto las crecientes como los tiempos de caudales bajos sean menos drásticos.

Cerca del 30 % del territorio colombiano pertenece a la cuenca del Amazonas, por ello, los extremos hidrológicos allí —es decir sequías o inundaciones—, generan alto impactos socioeconómicos. Consistente con estos análisis, está la hipótesis de que la avalancha que ocurrió en Mocoa en el 2017 estaría relacionada con la deforestación.

«La vegetación permite que el agua entre al suelo, salga de él y vaya a la atmósfera. Los bosques tropicales son excepcionalmente eficientes para controlar estos flujos de agua y con ello de los caudales extremos de los ríos. Creemos que los efectos hidrológicos extremos sobre la capital del departamento de Putumayo, serían producto de las altas tasas de deforestación que ha tenido esta zona, lo que coincide con las hipótesis que estamos planteando», recalcó Salazar Villegas.

Ante esta situación, el mayor temor de los científicos es que con la pérdida del bosque se pierda esa capacidad de regulación natural, que una cuenca como la del Amazonas no es sustituible por embalses artificiales.«Curiosamente, encontramos que la cuenca menos regulada según el análisis hidrológico, es la del río Tapajós al suroriente de la Amazonia, que tiene numerosos embalses artificiales, algo contraintuitivo», agregó Salazar. 

Para los investigadores, este es un ejemplo de que la capacidad de regulación natural es superior, en algunos casos, a la inducida artificialmente.

El exterminio continúa

Pese a ser el bosque más extenso y «pulmón» del planeta, declarado una de las siete maravillas del mundo y patrimonio de la humanidad, estos títulos no han sido suficientes para conservar los 6 millones de kilómetros cuadrados de la selva amazónica.

En estas imágenes se puede comparar, entre los años 2001 y 2018, la pérdida bruta de cobertura arbórea en la región que comprende la selva amazónica. «Cobertura arbórea» se define como toda vegetación de más de 5 metros de altura, y puede tratarse de bosques naturales o plantaciones dentro de una amplia gama de densidades. «Pérdida» indica la retirada o mortalidad de cobertura arbórea y puede ser debido a diversos factores, incluyendo la recolección mecánica, incendios, enfermedades o daños por tormentas. Como tal, la «pérdida» no equivale a la deforestación. Fuente: Hansen/UMD/Google/USGS/NASA, accedido a través de Global Forest Watch.

El recién aprobado Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, permite la deforestación de 252 mil hectáreas de bosque tropical anuales en Colombia. Según Valentina Rozo, miembro del centro de estudios jurídicos y sociales, Dejusticia —en una columna de opinión publicada por Semana Sostenible el 6 de mayo del 2019—, lo planteado por el PND es un desconocimiento del actual Gobierno nacional a la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que declaró a la Amazonia como sujeto de derechos y ordenó su protección inmediata y a acuerdos internacionales como el de París.

Los bosques no son solo árboles, son ecosistemas complejos con miles de años de historia y evolución. «Muchos de estos procesos que se observan en bosques naturales no están en un bosque plantado, los bosques diseñados o reforestados no funcionan igual que uno natural», enfatizó el ingeniero ambiental Rubén Molina.

Los científicos advierten que si la deforestación continúa, tiene el potencial de disminuir las lluvias en la cuenca del Orinoco y los Llanos Orientales, considerados como las despensas de Colombia; así como también se presentaría una disminución en la parte alta de la cuenca del Magdalena y por ende en todo el país. Las anteriores serían las afectaciones iniciales, llegaría a la parte Andina y a las cadenas de embalses, perjudicando la generación de electricidad.

Los investigadores universitarios añadieron que con su trabajo, buscan dejar evidencia científica para advertir qué pasaría si perdemos los bosques, daño que podría ser irreversible para el planeta. 

1 La Asociación Mundial para el Agua define la seguridad hídrica como la provisión de agua —en calidad y cantidad— aceptable para la salud, la producción de bienes, servicios y los medios de subsistencia, y un nivel permisible de riesgos relacionados con el agua como inundaciones y sequías. 
2 Según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza —WWF—.
3 Propuesta por el ruso Víctor Gorshkov y Anastassia Makarieva.


En el 2018, Colombia se ubicó entre los cinco países más afectados por la deforestación de selvas tropicales en el mundo. De acuerdo con la ONG Global Forest Watch, la pérdida de bosques primarios se incrementó en un 9 % entre 2017 y 2018, es decir, se perdieron 176 977 hectáreas, continuando una tendencia al alza que inició en el 2016. 

Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, —Ideam—, en el Amazonas se concentra el 75 % de la deforestación en Colombia.
 

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