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Las armas y la pólvora como una forma de esperanza

19/09/2019
Por: Andrés Restrepo Gil, egresado Instituto de Filosofía UdeA

« ...   Sin lugar a dudas, defender la idea de un nuevo comienzo, rodeado de campesinos armados, nos incita a pensar que la historia de Colombia no camina hacia un futuro sin violencia, sino que parece girar, una y otra vez, sobre un eje de dolor y sufrimiento ... »

Hace algunos días fue publicado un video en el que Iván Márquez, jefe negociador de las FARC, hace oficial la decisión de tomar otra vez las armas. El hombre que durante años lideró un complicado tratado de paz, hoy decide, nuevamente, volver a la selva y confiar de nuevo en que los fusiles y las balas traerán la añorada justicia con la que este territorio ha soñado durante décadas.

Rodeado de un grupo de guerrilleros armados y que parecen mirar hacia ninguna parte, Márquez confiesa la esperanza que tiene en un país más justo y da cuenta de los sueños que tiene en una mejor y honesta nación.

Así mismo, manifiesta que para ello no basta con creer ciegamente en tratados de paz que no se cumplen, ni en grises hojas de papel que nunca llegan a hacerse realidad. Al final y luego de dejar claro el conjunto de justificaciones que les mueven a ello, Márquez da rienda suelta a lo que él mismo llama una segunda Marquetalia. 

Desde una perspectiva ingenua, uno podría pensar que las declaraciones del jefe negociador permiten concluir que los diálogos de paz fueron un rotundo fracaso, puesto que Colombia se verá azotada, otra vez, por los peligros de la violencia. Además, se podría creer que los años de paz llegaron a su fin y, otra vez, nos hemos rendido ante las seducciones de la violencia, cediendo tristemente ante sus cantos.

Sin embargo y desde que se firmó el acuerdo de paz, la violencia no ha desaparecido, ya que ni los campos, ni las ciudades colombianas han tenido el privilegio de no tener que escuchar el estruendo de las balas. Las cifras son incuestionables: desde que se firmó el acuerdo de paz hasta mayo de este año, 500 líderes comunitarios fueron asesinados, mientras 210.000 personas se les obligó a abandonar sus hogares, mediante el desplazamiento forzado.

Incluso, 300.000 exguerrilleros decidieron volver a tomar sus armas. Entonces, ¿qué tienen de especial los videos publicados teniendo en mente que la violencia no se detuvo, ni se ha detenido desde que se firmaron los acuerdos? ¿merecen los videos la importancia que se les ha dado? Es más ¿merecen importancia?

Decir que Márquez reanuda una guerra que se detuvo con la firma de los acuerdos es tan ingenuo como decir que Marulanda se inventó la violencia en Colombia con la fundación de las FARC. Si bien ellos no inventan, ni reanudan la violencia, sí parecen defender, con la creación formal de estos grupos, la idea de que las armas siguen siendo el medio para conseguir una sociedad más justa e igualitaria.

El error está en creer que, independiente del actor armado del que se hable, los disparos nos van a traer un mejor país o que las balas y el dolor aún tienen cosas que aportarle a este territorio. Al respecto, es obligatorio recordar la conocida sentencia de Gandhi: “Me opongo a la violencia porque aun cuando parece hacer el bien, el bien es sólo temporal; y el mal que hace es permanente” Es decir, la violencia funciona como una suerte de ilusión, pues nos seduce con unos beneficios temporales, mientras nos castiga con males eternos.

Las declaraciones de Márquez, siento yo, nos devuelven 60 años atrás, donde se sembró la idea de que la violencia y el sufrimiento son una posibilidad o una opción para solucionar situaciones críticas. La creación de un nuevo grupo armado parece ser el primer paso por un camino que los colombianos emprendimos hace más de medio siglo, muy a pesar de que este camino parece más un túnel que un sendero iluminado.

Al final, ese pasaje de la muerte que Colombia está volviendo a recorrer no nos dejará sino millones de desplazados, miles de muertos y un millar de desaparecidos. Semejantes cifras tienen que ver más con la locura y el sinsentido, que con los sueños de un mundo mejor, como bien lo defienden algunos hombres que sospechan que con armas se puede alcanzar algo valioso.

Como podemos constatar al final de ese túnel, Colombia no es todavía el país que se soñaron las personas que decidieron tomar las armas y, muy al contrario, la nación continúa sumida en un confuso mar de violencia. Y ello incluye, naturalmente, a cualquier grupo que haya confiado en las balas, como un medio para conseguir un país mejor.

Si los colombianos perseveramos en la idea de que mediante el uso de las armas lograremos un mejor país, Colombia vivirá en ciclo eterno de dolor. Por esta razón, considero que los actores armados de este país están profundamente equivocados al permanecer en armas, en dispararlas y en creer neciamente que un mundo mejor se construye mediante una acción violenta que despoja a otro ser humano de su vida. Me es difícil creer que una nación prospere con el despojo de vidas o utilizando la violencia como medio.   

A modo de conclusión, podría decir que las declaraciones de los guerrilleros sí que merecen importancia y, en cierta medida, creo que merecen más de las que hasta ahora se les ha dado. La razón de lo anterior es que, según sospecho, no hemos dimensionado el discurso que aquellos hombres decidieron pronunciar.

El asunto que particularmente llama mi atención, tiene que ver con que las palabras de Márquez hacen oficiales la idea de un nuevo comienzo o, como ya lo mencioné, de una segunda Marquetalia. Los interrogantes que me surgen son: ¿Cuál será el final de ese nuevo comienzo? ¿Otros 200.000 muertos y casi 83.000 desaparecidos?

¿Otro centenar de niños reclutados y un millar de jóvenes obligados a tomar las armas? ¿Un ciclo eterno de violencia, en el que al final será necesario una tercera y cuarta Marquetalia? Sin lugar a dudas, defender la idea de un nuevo comienzo, rodeado de campesinos armados, nos incita a pensar que la historia de Colombia no camina hacia un futuro sin violencia, sino que parece girar, una y otra vez, sobre un eje de dolor y sufrimiento.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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