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«... Este “enemigo” que es el coronavirus no ha hecho sino desnudar nuestras flaquezas, demostrarnos que necesitamos la presencia física del otro para vivir y convivir, puso en evidencia la fragilidad de nuestras instituciones y la precariedad de nuestros sistemas educativos, de salud, políticos y económicos...»
Hace algunos días, en el espacio de opinión del portal universitario de la Universidad de Antioquía, el profesor Carlos Vásquez refiriéndose al virus del Covid 19 escribió: “este enemigo nos está robando nuestros tesoros: la cercanía, el saludo de manos, el encuentro con los brazos y el corazón. Nos aleja y nos borra, nos recluye, nos saquea el aire y devora nuestras entrañas” [1].
Es cierto, lo que en diciembre del año pasado eran algunos casos atípicos de neumonía en China a comienzos de este ya se clasificaba como un nuevo virus altamente contagioso, se expandió con rapidez y en marzo tocó a nuestra puerta, era una realidad.
Desde entonces la totalidad de los países del mundo han encendido las alarmas y casi la mitad de la población mundial ha pasado por períodos de cuarentena, obligándonos a alejarnos de nuestros familiares y amigos y encerrándonos en nuestras casas y en nosotros mismos.
Para la generación de los “millennials” y los “centennials” que se ufanaban de su autosuficiencia y hacían alarde de los avances tecnológicos que permiten hacer contacto sincrónico con cualquier parte del planeta, es un duro golpe que hoy, confinados, lo que más se anhele sean los abrazos cálidos de los padres, el compartir y las sonrisas con los amigos, la caricia de la persona amada, la cercanía que ahora solo podemos lograr de una forma ilusoria, a través de una pantalla, por mensajes de texto o videollamadas.
Este virus no solo ha influido drásticamente en la política, la economía o la cultura, sino que se ha logrado inmiscuir en la vida privada de cada uno de nosotros, sin lugar a dudas pretende dar lecciones de globalización al mundo del siglo XXI.
El presente y el futuro han sido puestos en jaque, los análisis de los posibles escenarios que se avecinan para la humanidad no son para nada alentadores. En medio de la incertidumbre que nos genera crisis, con un mundo y un orden establecido que se nos desmoronan, ¿en qué podemos pensar? ciertamente, en la utopía.
Si tomamos el término literalmente podemos traducir utopía como un "no-lugar". Esta palabra fue acuñada por Tomás Moro en uno de sus libros en el cual describe la vida de los habitantes de una isla cuya organización política y social era la ideal y por tanto, lastimosamente, inexistente [2].
En la actualidad, cuando se habla de “utopía” se hace frecuentemente para referirse a cualquier tipo proyecto que aunque resulta deseable, en condiciones normales sería muy difícil de llevar a cabo. De otra parte, también se habla de lo "utópico" de una forma peyorativa, pues se entiende como un conjunto de ideas ilusorias, unas quimeras para atraer incautos.
Sin importar la variante que nos resulte más convincente, es evidente que al surgir dentro de las sociedades propuestas y teorías que tienden hacia la utopía, estas se generan y enraízan en la inconformidad, son una crítica a la sociedad que nos cupo en suerte habitar.
Lo anterior no son solo teorías limitadas a ser discutidas en los ámbitos académicos, basta con mirar lo ocurrido durante mayo de 1968 en Francia. Bajo consignas como “prohibido prohibir”, “seamos realistas, pidamos lo imposible” y “la imaginación al poder” los jóvenes franceses se tomaron París en una serie de protestas en las que exigían un cambio radical de la sociedad y de sus instituciones políticas.
En estas manifestaciones se buscaba reivindicar las libertades individuales y cuestionar la forma en las que estas eran coaccionadas en público, allí se unieron y canalizaron una gran cantidad de causas: la búsqueda de una verdadera universalidad y praxis de los derechos humanos, la revolución sexual, el antinuclearismo, el antibelicismo, el anticolonialismo, entre otras. Salieron a la calle movidos por la esperanza de cambio, en un estallido de libertad y con un derroche de creatividad que puso todo en cuestión y reclamó la construcción de unas nuevas normas de convivencia, de una nueva moral.
El mayo francés puso contra las cuerdas al gobierno del General De Gaulle pero no logró cambiar el sistema político y económico, ni las relaciones de poder y se fue apagando paulatinamente como aquellos amores fugaces, cuya intensidad termina por extinguirlos.
Antes que un fin alcanzado, se convirtió en motivación para un sinfín de causas que lo sucederían y algunas de las cuales nosotros hemos podido presenciar, los movimientos liderados por estudiantes, sindicatos y diversos sectores sociales. Mayo del 68 avivó en muchos el deseo de cambiar aquello con lo que estaban inconformes, de desobedecer lo que se les presenta como injusto y de buscar condiciones de vida óptimas para todos los seres humanos, sin excepción alguna.
Este “enemigo” que es el coronavirus no ha hecho sino desnudar nuestras flaquezas, demostrarnos que necesitamos la presencia física del otro para vivir y convivir, puso en evidencia la fragilidad de nuestras instituciones y la precariedad de nuestros sistemas educativos, de salud, políticos y económicos.
Cuando todo se viene abajo resulta imperativo poner manos a la obra y emprender una serie de reformas para transformar este mundo que hemos heredado de nuestros mayores y crear uno más solidario, donde todos quepamos, con verdadera justicia social e igualdad, que este a la altura de las circunstancias, porque necesitamos y merecemos.
El cambio es posible y está en manos de todos construirlo y cuando se torne complejo y sea tildado de utópico, resulta saludable recordar aquellas palabras de Fernando Birri “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.” Caminar juntos, a pesar de la adversidad y del cansancio, sin darnos por vencidos, yendo siempre hacia adelante.
___________________
Bibliografía
[1] Vásquez, C. (1 de mayo de 2020). Virus. Portal universitario de la Universidad de Antioquía: https://bit.ly/3c1ADXx
[2] https://www.biblioteca.org.ar/libros/300883.pdf
Nota
Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.
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