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Academia Sociedad

«Estamos en la misma tormenta, pero no todos en el mismo barco»

25/06/2020
Por: Pedro León Correa Ochoa- Periodista

Aunque la Universidad de Antioquia ha tenido un positivo protagonismo en el manejo de la pandemia, los impactos de esta en términos financieros y de permanencia son preocupantes. Balance y proyecciones del rector, John Jairo Arboleda, tras tres meses de aprendizajes e incertidumbres. 

John Jairo Arboleda Céspedes, rector de la Universidad de Antioquia. Foto: Juan Pablo Hernández Sánchez.

El 15 de marzo de 2020, a las 4 de la tarde, John Jairo Arboleda Céspedes anunció a través de Facebook la que, dice, ha sido la decisión más difícil de su rectoría y un hecho inédito en la historia reciente de la Universidad de Antioquia. Contados tres meses desde la suspensión de actividades presenciales en toda la institución, Alma Mater habló con él sobre el pulso de la Universidad durante este periodo de reacomodos y aprendizajes, así como de los impactos que se prevén para la institución.

La Universidad ha enfrentado tiempos muy complejos, pero en la historia institucional este semestre tendrá una connotación especial. ¿Qué balance hace de estos meses?
La reacción inicial de muchos fue pensar: «esto va a pasar rápido». Luego entendimos que estábamos ante una situación tan excepcional que había que tomar medidas excepcionales. Suspender actividades presenciales fue la decisión más difícil, porque esta universidad ha sido, es y seguirá siendo presencial, es así como sabemos hacer lo que hacemos y como nos desarrollamos. Por fortuna, esta institución tiene muchos procesos innovadores como ha sido Udea@, así que lo que hicimos fue apoyarnos en esta y otras plataformas para acompañar a nuestros profesores y estudiantes en este momento. En las actividades programadas a través de Ude@ se han registrado más de 8760 participaciones de profesores y más de 9500 de estudiantes. Pero, para mí, lo más importante ha sido sostener la relación profesor y estudiante, que es inaplazable y necesaria para el bienestar. De otra parte, profesores, estudiantes y la institución misma han tratado de encontrar salidas a esas necesidades de equipos y de conectividad, tanto en Medellín como en la regiones. Sin duda nos queda mucho por superar en esas limitaciones, pero perdura el compromiso de avanzar académicamente donde sea posible y, donde no, retornar con las garantías académicas necesarias.

Ante el desfinanciamiento estatal de la universidad pública, un argumento a favor son sus aportes científicos, notables en esta crisis. ¿Siente una percepción más favorable?
Uno de los grandes aciertos de la dirigencia política del departamento, la ciudad y el país es que desde el principio se acompañó de científicos vinculados con la universidades. Este ha sido nuestro momento y en particular el de nuestra universidad. Los resultados están ahí: Antioquia y Medellín tienen un manejo muy favorable frente a otros lugares del país. En eso también ha sido clave la alianza Universidad, empresa y Estado, que promovemos desde hace 18 años. Además, demostramos nuestra capacidad en telesalud; en innovación, con los ventiladores para la atención de pacientes graves; nuestros investigadores también aislaron y cultivaron el virus, desarrollaron un protocolo de diagnóstico acoplado a nuestro contexto y vienen analizando los impactos sociales y económicos de la pandemia, para ofrecer líneas de intervención. Creo que ese es un mensaje muy potente de la universidad pública para la sociedad.

Pero es claro que vienen impactos negativos para la Universidad…
El golpe será muy fuerte, no tanto por los costos de matrícula pues somos la única Universidad pública del país que tiene la gratuidad para estratos 1 y 2. Creo que la principal causa de deserción tendrá que ver con que muchos estudiantes tendrán que solventar las necesidades económicas de esas familias que están en condiciones más precarias. Uno quisiera equivocarse, pero estamos proyectando una baja en la permanencia de entre el 20 y 25 %. Si algo dejó al desnudo esta situación son las enormes desigualdades que tenemos como sociedad; nosotros como universidad pública ya lo sabíamos, pero es claro que hoy estamos bajo la misma tormenta, pero no todos en el mismo barco. Hay un gran porcentaje de colombianos en condiciones precarias y difíciles y hacia allá debemos apuntar los esfuerzos de la institucionalidad colombiana.

Sin embargo, para muchos el sueño universitario sigue vigente. ¿En qué va el examen de admisión?
Sí, tenemos a más de 27 000 inscritos en espera, pero es bien sabido que no solo es complejo desarrollar una herramienta virtual que evite algún tipo de fraude, sino también garantizar la conectividad de cada aspirante; es un reto muy grande y en eso estamos trabajando. Por ahora fuimos claros en suspender el examen y comunicarles a todos los aspirantes la situación. Debemos esperar cierta certidumbre para convocar de nuevo, pues mal haríamos en estar aplazando y aplazando, porque tenemos que garantizar la seguridad y considerar a aquellos aspirantes de otras regiones de Colombia que todavía no se pueden movilizar a Medellín o a las sedes regionales. 

Muchos estudiantes de posgrado sentirán el impacto económico y en el empleo. ¿Qué se ha planteado para ellos? 
Allí hemos visto menos limitaciones en la virtualidad, pero sabemos que el impacto económico de la pandemia seguramente afectará a muchos. Son 3160 estudiantes de 200 programas de especializaciones, maestrías y doctorados y lo que hemos encontrado es que más del 50 % tiene algún apoyo en forma de becas o auxilios. Ahora estamos enfocados en aquellos que no tienen ese apoyo; ya formulamos las estrategias para ofrecerles una reducción en el valor de la matrícula. Ello nos dará la garantía de que la deserción en posgrado será la menor posible.

La crisis social le ha exigido al Gobierno destinar importantes recursos públicos. ¿Impacta esto la financiación de las universidades?
El impacto de esta pandemia en las finanzas de las universidades públicas es supremamente preocupante. Hablamos de una reducción de ingresos del 40 %. En nuestro caso más del 50 % de los recursos vienen de gestión propia, de convenios interadministrativos, asesorías y consultorías, pero la pandemia provocó la suspensión de muchas de esas actividades, así que las afectaciones son enormes. Los recursos por estampilla que son muy importantes para nosotros, también se disminuyen en más del 40 %. Y a eso le sumamos la reducción por matrículas e inscripciones. Adicionalmente, ampliamos hasta el 30 de mayo los contratos de todos los profesores de cátedra y habrá que hacer reprogramación de los semestres y hacer una nueva contratación de profesores. Todo eso nos implica un reajuste financiero muy importante.

¿Cuál es la respuesta del Gobierno nacional frente a ese panorama?
Lo tengo que decir con toda claridad: el Gobierno ha seguido cumpliendo con los compromisos de incrementos en base presupuestal y el IPC, este año hizo la entrega del 4 % adicional e incluso entregó algunos otros recursos. Lo que esperamos es que, adicionalmente, a las universidades se les faciliten estrategias para acceder a empréstitos o préstamos con buenas condiciones, porque sin duda se van a afectar enormemente asuntos como las inversiones, la ejecución del Plan de Acción Institucional y del Plan de Desarrollo Institucional, la creación de plazas, la actualización de equipos y nuevas obras de infraestructura.
 
¿Se han trazado ya estrategias a nivel interno para mitigar esto?
La austeridad en la universidad no es algo nuevo, en esta rectoría reactivamos una comisión dedicada a esto. El ejemplo empieza por casa, o sea que la administración central tendrá que disminuir costos; también hemos hecho un llamado solidario a las unidades académicas, con muy buena respuesta de decanos y directores. Lo otro es que la universidad representa la vinculación laboral no solo de profesores y empleados, sino también de microempresas de ventas de servicios o de productos que se favorecen de la actividad de la institución y que están paralizadas. Es un tema fundamental y esperamos que los gobiernos locales, regional y nacional encuentren estrategias para mitigar los impactos. Nuestros grupos de investigadores en economía, especialmente, vienen trabajando con las entidades públicas en análisis y alternativas en ese sentido. 

Esta situación expuso debilidades de la universidad en términos de modernización y flexibilidad académica, ¿qué otras lecciones quedan?
De todas las crisis de la humanidad han salido grandes transformaciones. Si la sociedad colombiana logra poner de manifiesto lo frágil de la especie humana y la necesidad de generar procesos de desarrollo más integrales y justos, será un gran logro. La universidad, por su parte, tiene que replantearse muchas cosas, lo primero es valorar la importancia del otro, del contacto, creo que eso tomara una conciencia distinta. Lo otro es que como institución tenemos que estar preparados para que asuntos de este tipo no nos tomen de sorpresa y podamos recurrir a estrategias que, cualquiera sea la situación, nos permitan enfrentarla con rapidez y más eficiencia. En eso creo fundamental recoger experiencias de otros países, otras instituciones, y enriquecerlas o combinarlas en nuestro contexto.

¿Se puede hablar ya de un retorno de actividades?
Un equipo humano viene generado las condiciones que permitan retornar de manera gradual, no masiva, pero sí segura. Por ahora, en un par de semanas reactivaremos los laboratorios, que son importantes en muchos posgrados, son más de 300 entre Ciudad Universitaria y sedes y seccionales, reactivarlos es una tarea enorme que asumimos con toda creatividad y responsabilidad para no reunir a las personas en el mismo momento y espacio, y para asegurarnos que ese retorno sea seguro con todas las adecuaciones que se requieren, en eso hemos tenido toda la colaboración de los decanos y directores.

 

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