Vida

Tal vez las emisiones de los automóviles y del sector industrial sean una preocupación común a la hora de hablar del cuidado del aire, pero la manera en la que mercamos y los productos que consumimos también inciden en su calidad. 

“Hoy tenemos claro que si el planeta se llena de granjas agroecológicas, se enfría”, explica Lía Isabel Alviar, docente de la Facultad de Ingeniería, pues las formas de producción y distribución del agro impactan en la calidad del aire y en la temperatura de la Tierra. "Estamos preocupados en las ciudades por controlar las fuentes móviles pero estamos comiendo todo lo que proviene de la agricultura convencional, si empezamos a cuestionar esa forma de producción, distribución, comercialización y consumo, vamos a tener una mejor calidad del aire".  

De ahí la importancia de distintas iniciativas que estuvieron en Ciudad Universitaria, el pasado 12 de octubre, con la promoción de productos orgánicos, que vienen de cerca, de mercado justo (pues no hay intermediarios), con énfasis en la conservación de los recursos naturales y el fortalecimiento de relaciones sociales y económicas más igualitarias.

Los productores de café orgánico, la bicicleta que sirve de motor para una licuadora, el proyecto de Universidad Circular de la seccional Oriente, el stand de la letrina seca (para transformar materia fecal de manera sana en fertilizante), y los proyectos productivos de desplazados de la guerra que han retornado a sus tierras son algunas de las experiencias que participaron. 

Según Lía Isabel Alviar, un mercado agroecológico no debe confundirse con mercados campesinos que producen de la forma convencional, con fertilizantes y plaguicidas, entre ellos, el llamado úrea. “Las plantas solo toman el 10% de este fertilizante y el resto, un 90%, se va al aire en óxidos de nitrógeno que son gases de efecto invernadero”, expone Alviar, “o se va al agua y genera eutrofización, que es un enriquecimiento excesivo que causa mucha vegetación por encima del espejo de agua pero lo que hay por debajo muere; esa descomposición genera gas metano, otro que produce efecto invernadero”.

Ante este panorama, las huertas urbanas emergen como una alternativa sana, por eso los guías culturales de la Universidad realizan talleres para hacer huertas agroecológicas en la casa, recordando que por generaciones, los alimentos fueron producidos por agricultores en una interacción equilibrada con la naturaleza y a escala humana. 

De acuerdo con el vicerrector general, Edison Neira, con la campaña S.O.S. por el Aire se trata de sensibilizar, involucrar e integrar a distintas instituciones de Antioquia y a diferentes sectores de la sociedad para generar una conciencia social sobre la calidad del aire. "La crisis que sufrimos en el Valle de Aburrá fue un campanazo de alerta. Debemos avanzar en prácticas de vida que permitan nuestra existencia y la de plantas y animales", dice Neira, para quien es necesario romper con al antropocentrismo con el que "hemos considerado la vida". 

Los retornados

“Nos llamamos así porque regresamos a nuestro territorio y no nos vamos a volver a ir”, cuenta Willinton Arango Muñoz, líder de la asociación Los Retornados de la vereda La Inmaculada, en el municipio de Cocorná. 

Por cuenta de la guerra, entre 1999 y 2005, la población fue desplazada y el territorio casi abandonado. De las 32 familias que vivían allí (unas 250 personas), solo quedaron 3. De manera gradual, desde 2007, las familias han ido retornando y para sobrevivir han emprendido proyectos productivos de elaboración de panela orgánica (7 familias que conforman Los Retornados), fabricación de productos de aseo amigables con la naturaleza (asociación Los Verdes), conservación forestal, restauración de flora y fauna, y proyectos piscícolas de cachama y tilapia.

“El desplazamiento dividió nuestra historia”, relata Willinton Arango, “antes era una zona de cultivos y cuando nos fuimos la vegetación tuvo una restauración natural muy rápida por las lluvias, después de siete años la cobertura vegetal cambió totalmente. Al volver nos enfocamos en lo que sabíamos hacer: la producción de panela, que cumple con todas las características ambientales y toda su cadena de producción es orgánica. Nuestro trapiche y nuestras casas están en medio de la reserva, hoy en día vivimos felices”.

En esta vereda ubicada entre el río Cocorná y río San Matías, que limita con el municipio de Granada, se están construyendo pequeñas centrales hidroeléctricas que han permitido la inversión de recursos en proyectos productivos para la comunidad. “Si bien ha mejorado el nivel de vida en la zona, lo negativo es la afectación de la flora y la fauna”, por eso Willinton Arango resalta la importancia de planes de manejo para la restauración: “aunque hubo un retroceso, hoy podemos hablar del impacto en el rescate forestal, ha aumentado la fauna debido a la reserva, por eso podemos ver más pájaros y una mayor población del tití gris”.

Con un regalo de ocho árboles nativos para la Universidad de Antioquia, los productores de la vereda La Inmaculada quieren enviar un mensaje de cuidado del aire, como parte de esa restauración que hacen en su territorio con especies nativas. Se trata de compensar el daño hecho por las centrales hidroeléctricas, “hacemos el proceso de manejo de semillas, estamos capacitados, tenemos cuatro viveros… entonces se busca aprovechar los recursos y el conocimiento que tenemos, que es diverso”, añade Arango. 

Con la Alma Máter han tenido una relación cercana, pues reciben grupos de profesores y estudiantes del área ambiental en varias salidas de campo. “Se les muestra cómo trabajamos los grupos sociales y el proceso de la cadena de producción”, indica Arango, para quien la falta de oportunidades para los jóvenes de la vereda es una problemática grave, por eso en la comunidad se plantea emprender un proyecto de turismo ecológico y rural, especializado en flora y fauna, y la capacitación de los jóvenes en producción agroecológica.