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Opinión

Donación de órganos ¿norma o humanidad?

15/03/2017
Por: Carlos Mario Gallego Ospina, médico y abogado, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UdeA

"...Los trasplantes y la donación de órganos traen temas a la mesa sobre lo que significa la muerte y más la muerte de un ser querido, la integridad corporal, la identidad humana, entre otras; el ser donante habla sobre lo que somos, deja al descubierto nuestros principios y valores, el ideario cultural que le asignamos al cuerpo,..."

Con la promulgación de la Ley 1805 de 2016 a través de la cual se modifica la Ley 73 de 1988 que regula la donación y trasplante de órganos, se hace necesario al margen de cualquier concepto, creencia, ideología o normativa, evaluar si existe oposición expresa del ciudadano a ser donante al momento de su fallecimiento, si su familia se podría haber negado a que se utilizaran órganos del difunto para trasplante, si se puede o no brindar un órgano de un nacional a un extranjero en Colombia, sea residente o no, si hay tráfico de órganos, entre muchas otras cuestiones y mitos; para preguntarnos de qué es realmente lo que se cierne en el contexto de las donaciones de órganos.

Al respecto, debe considerarse que donar uno o varios órganos, bien sea como donante vivo o como donante muerto, ¿no es acaso una cuestión de simple humanidad? o si se quiere entonces, una cuestión de solidaridad con mis congéneres.

Es cuestionable que un ser humano, dentro de su percepción y concepto de la vida y la muerte; sobre todo, cuando se está ad portas de esta última o cuando alguno de sus familiares lo está, y tengan la condición de posibles donantes, no pueda tener un acto de generosidad para con otro ser, de manera espontánea, sin mayores angustias, sin mayores dudas u obstáculos sobre todo religiosos, por razones infundadas, visiones y percepciones egoístas;  por un cuerpo que solo es eso al momento de la muerte, un cuerpo que puede ser dado a otro y con ese acto engrandecer a quien ya partió.

Es comprender que la corporeidad en ese último momento no representa todo aquello que fue el espíritu y el ser que habitaba en él, es simplemente un contenedor de un ser con cosas mucho más valiosas que un miembro, un órgano, un tejido, que ya de nada le servirá al que fallece o a su familia, e inclusive, un órgano que en el donante vivo en  principio, no se hace vital para quien lo dona por ser un órgano par y no estar en riesgo su vida.

Entonces, ¿para qué una norma que regule lo que debería ser un simple acto humano de bondad hacia otro ser?, dejando de lado los prejuicios y comprendiendo más bien que la donación y el trasplante de órganos no se puede convertir en un imaginario social irracional por cuestiones ideológicas, religiosas, culturales, metafísicas e incluso como expresión de posturas infundadas que al ser cuestionadas no encuentran una respuesta, simplemente un no porque no.

Tan puede ser infundada nuestra posición a cerca de las donaciones, que muchos de aquellos que se niegan a donar un órgano, son los primeros en concurrir a participar en una campaña de donación de sangre, sin entender que al donar hemoderivados (sangre) y la posterior trasfusión a otra persona, estoy haciendo parte de un trasplante, y entonces el cuestionamiento es ¿por qué esta donación y este trasplante no genera ningún tipo de resquemor en el individuo?,  será que el dudar o negarse a ser donante, o permitir que órganos de mi familiar al momento de la muerte sean donados, se reduce simplemente a un culto al cuerpo y a su integridad aun después de la muerte, cuando ante la sepultura o la cremación todo se pierde, incluso el propio cuerpo, y lo único que pervive en nosotros es el recuerdo de nuestro ser querido y un acto de generosidad.

Será que el ser humano en su dualidad, y a pesar de que desde la teoría comprende que la donación de órganos se basa en la voluntad, el altruismo, la solidaridad y la gratuidad, no es capaz de materializar dichos principios, pero al momento de nuestra propia necesidad, porque requerimos de una donación o tenemos un familiar que requiere un trasplante, somos vehementes en solicitar y exigir la solidaridad del otro.

Por qué no comprender que a pesar de todos los matices y aristas que hay  con respecto a la donación de órganos y los trasplantes, debería entenderse que garantizar la vida, regalársela a otro al sustituir uno o varios órganos lesionados por uno o varios órganos sanos de un individuo, al cual ya no le son útiles y mucho menos útiles a su familia, representa uno de los actos de solidaridad que deberían ser cumplidos por todos los ciudadanos de un país, sin necesidad de una norma, solo pensando que es un acto terapéutico con un gran significado para todos los que en el intervienen, incluyendo las familias del donante y el receptor.

Los trasplantes y la donación de órganos traen temas a la mesa sobre lo que significa la muerte y más la muerte de un ser querido, la integridad corporal, la identidad humana, entre otras; el ser donante habla sobre lo que somos, deja al descubierto nuestros principios y valores, el ideario cultural que le asignamos al cuerpo, cuestiona sobre nuestra visión frente al mismo, cuestiones netamente humanas, no jurídicas, entonces ¿por qué una norma para un acto humano de generosidad?, porque nos empeñamos en humanizar, actos netamente humanos, con una norma.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

 

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