Destacados

En octubre de 2020, una asociación de residentes del corregimiento de Rincón del Mar (San Onofre, Sucre) se acercó al profesor Juan Felipe Blanco Libreros, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, para expresarle su preocupación por la aparente mortalidad de un área extensa de manglar. Esto lo habían observado durante un sobrevuelo con un dron comercial. La imagen era preocupante porque las copas de los árboles presentaban un color pardo, lo cual sugería que se estaban “secando”. También se apreciaba en la fotografía que había un área desprovista de árboles y los pocos presentes se veían enanos. Esto requería un diagnóstico de la “salud ecosistémica del manglar”.

La “salud ecosistémica” es un neologismo, pero proviene de otro concepto en el área de la ecología de ecosistemas: el estrés ecosistémico. Con orígenes en las propuestas teóricas de los hermanos Eugene P. y Howard T. Odum, en los años setenta y un desarrollo empírico con las prácticas de restauración y rehabilitación de manglares, llevadas a cabo por Roy R. Lewis III durante las décadas siguientes hasta su muerte en 2018, la “salud ecosistémica de los manglares” considera que el estado de las variables a niveles de la población, la comunidad y el ecosistema son el resultado de una interacción presente y pasada con factores bióticos y abióticos.

De manera principal, la “salud del manglar” depende de las fuentes de energía que mantienen las funciones del ecosistema: la radiación solar y la energía contenida en las moléculas de agua y nutrientes que entran en el sistema con las corrientes marinas y las mareas, pero también con la escorrentía de agua dulce.
 

Después de llegar a un acuerdo sobre los alcances y métodos de la consultoría, la parte interesada contrató a la Universidad para hacer “el diagnóstico de la salud del manglar” en el área de interés. Se propuso un estudio a seis meses con una fase inicial de compilación de literatura sobre posibles causas de mortalidad en manglares del Caribe y el mundo. Luego de esto se realizó un análisis de la zona con imágenes de los satélites de la familia Landsat desde los años ochenta hasta la actualidad. Se calculó el índice de verdor de la vegetación para identificar una tendencia temporal de pérdida de verdor.

Posteriormente, se realizó una campaña de campo de un mes para medir algunas variables forestales de la manera clásica y otras con la ayuda de drones. Además, se tomaron muestras de agua, sedimentos y hojas para explorar los mecanismos, mediante los cuales estaría operando la posible mortalidad. Paralelamente, un grupo de estudiantes en formación y profesionales analizaba imágenes de alta resolución temporal y espacial, disponibles de manera gratuita desde 2017 en el portal Sentinel Hub para la observación de la tierra.

A mitad de camino del proyecto, ya con muchos datos y muestras, pero sobre todo con una visión holística, el equipo de “médicos” se acerca al diagnóstico del estado de salud del manglar, a la estimación del área severamente afectada y a establecer las causas para poder proponer acciones de intervención. Se espera que esta estrategia novedosa de mirar a los ecosistemas bajo el “macroscopio” sirva para el monitoreo y para la restauración o rehabilitación de los manglares en otras zonas del país.

Esta es una alianza universidad-sector privado, que pone la investigación al servicio de la extensión universitaria y esta última al servicio de la responsabilidad ambiental, de cara al “Decenio de la Restauración de los Ecosistemas” declarado por las Naciones Unidas.