¿Es la inteligencia artificial el futuro de la educación?
¿Es la inteligencia artificial el futuro de la educación?
«La única certeza que se tiene es que la inteligencia artificial llegó al ámbito académico para quedarse, pues, la incursión de esta herramienta es una realidad irreversible y lo más sensato es aprender a implementarla de manera consciente, regulada y discreta para evitar caer en arbitrariedades como el plagio o incluso la creación de informaciones falsas que ocasionan oleadas de desinformación. Así pues, la IA es una herramienta útil en la medida que sea empleada de manera cuidadosa y se reconozcan sus límites».
Los avances tecnológicos que ha traído para el mundo la denominada revolución informática incluyen dentro de sí la aparición de una controvertida herramienta que ha llegado para establecerse dentro de los diferentes campos en los que actúa el ser humano. Se trata de la inteligencia artificial —IA—, la cual ha generado diferentes debates sobre sus alcances. El ámbito educativo no es una excepción. La educación históricamente ha estado relacionada de manera directa con la incursión de los avances técnicos y tecnológicos que van direccionados hacia la simplificación de los procesos, pero nunca se había enfrentado a la aparición de una tecnología capaz de «pensar por sí misma» y de adaptarse a las interacciones que tenga con el usuario.
Ahora bien, la incursión de la inteligencia artificial en el ámbito educativo ha propiciado el escenario perfecto para el desarrollo de debates alrededor de sus usos que, en muchos casos, son calificados de indiscriminados, arbitrarios y poco pedagógicos, desarrollando aptitudes que poco o nada benefician a la capacidad crítica de los actores involucrados dentro de este escenario formativo, esto visto al menos desde las perspectivas más conservadoras y tradicionalistas sobre la educación. Esas perspectivas no conciben el uso de estas herramientas como parte de los procesos educativos por considerarlas incompatibles en los proyectos de aula. A partir de esto surgen dos preguntas importantes: ¿Realmente el uso de la inteligencia artificial oscurece los procesos formativos? ¿Está preparada la academia para adaptarse a los cambios que implica la aparición y consolidación de la inteligencia artificial en el plano educativo?
A priori, estas preguntas pueden desglosarse y direccionar la discusión hacia dos perspectivas delimitadas y contrapuestas entre sí que vale la pena mencionar. La primera de ellas es una donde el uso de la inteligencia artificial deforma los procesos formativos llevando tanto al educando como al educador por la senda de la mediocridad, puesto que no hay desarrollo de la capacidad crítica y creativa, así como tampoco fomenta el ejercicio de contrastación de información, lo que provoca incertidumbre y en muchos casos olas de desinformación que se plasman en las producciones académicas.
Por otra parte, están quienes conciben a la inteligencia artificial como una herramienta de variados usos, la mayoría de ellos positivos. Aquí, la mirada oscurantista se difumina y da paso a una percepción más amigable frente a la implementación de este instrumento en las diferentes actividades humanas y en particular la que está relacionada con el ámbito formativo. La capacidad que tiene la IA de sintetizar amplios volúmenes de información, la facilidad de acceder a ella y la falsa idea de que a través de ella se logra garantizar el acceso universal a la información, que es parte de los proyectos democráticos, son aspectos que han favorecido la aceptación e implementación de esta en la cotidianidad académica lo que ha generado una ola mediática que aboga a favor de su uso.
Sin embargo, definir quién tiene la razón en estos debates es improcedente y la única certeza que se tiene es que la inteligencia artificial llegó al ámbito académico para quedarse, pues, la incursión de esta herramienta es una realidad irreversible y lo más sensato es aprender a implementarla de manera consciente, regulada y discreta para evitar caer en arbitrariedades como el plagio o incluso la creación de informaciones falsas que ocasionan oleadas de desinformación. Así pues, la IA es una herramienta útil en la medida que sea empleada de manera cuidadosa y se reconozcan sus límites, ya que la capacidad crítica y la capacidad creativa son exclusivas del ser humano.
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