¿Existe una democracia en Colombia?
¿Existe una democracia en Colombia?
«... Para que la participación democrática sea posible como mínimo se debe proponer una nueva forma de estado social de bienestar con los siguientes elementos: igualdad jurídica, libertad civil, participación democrática, igualdad social de oportunidades y justicia económica...»
En las respuestas a la pregunta planteada en el debate de Noticias Caracol y La Silla Vacía, ¿existe una democracia en Colombia?, se diferenció el Pacto Histórico al decir que no reconoce que haya democracia en Colombia, de la coalición Centro Esperanza y el Equipo por Colombia, cuyos candidatos afirmaron al unísono la existencia de una democracia consolidada y con instituciones sólidas.
Es la democracia más antigua de América del Sur, resaltan algunos candidatos y no ha sido interrumpida sino bajo la dictadura de Rojas Pinilla. Otras dificultades las tuvo bajo el dominio de presidentes autoritarios como Julio Cesar Turbay con su nefasto Estatuto de Seguridad y Álvaro Uribe que, con el embeleco del estado de opinión, doblegó de tal forma los poderes del Estado que le alcanzó, gracias a su astucia política, hasta para poner como presidente a quien más daño le ha hecho a la democracia representativa en nuestro país en los últimos tiempos.
El presidente Iván Duque ha mostrado tener un débil compromiso con las reglas de juego democráticas. Ha utilizado el clientelismo para asegurar el control de las mayorías del partido del gobierno en el Congreso, ha incidido en los nombramientos de personas de su círculo de poder en los más importantes mecanismos de control —la Fiscalía, la Contraloría, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo— desestabilizando así el sistema de pesos y contrapesos entre los poderes del Estado.
La Fiscalía procede de forma unilateral y arbitraria al utilizar su gran poder para castigar a los oponentes, mientras que protege a los aliados. La policía ha desbordado su poder de control civil disolviendo protestas mediante un uso excesivo y desproporcionado de la fuerza. En muchos departamentos del país la política está asociada con la corrupción, el clientelismo y la ilegalidad. Hay un claro desinterés entre muchos de los miembros de la élite política y administrativa frente a los problemas y carencias de la ciudadanía. Este desinterés ha generado el fracaso de la débil democracia que tenemos.
Débil ha sido también su compromiso con la democracia social, es decir, con la creación de las garantías materiales e institucionales para que los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los mayores de edad, puedan disfrutar de sus derechos a la educación, la salud, el trabajo y a una pensión digna. El presidente Duque ha reproducido el desafecto de Álvaro Uribe y del Centro Democrático por el Acuerdo de Paz y las instituciones creadas para implementarlo. Han sido asesinados hasta 2021, 292 excombatientes de las FARC. En el gobierno de Duque ha aumentado la censura y los atentados contra la libertad de expresión y de pensamiento. Han sido asesinados ocho periodistas y hay 618 denuncias por amenazas contra ellos en diferentes partes de Colombia.
Si esto es así, debe uno preguntarse qué piensan realmente los precandidatos de la coalición Centro Esperanza y el Equipo por Colombia, cuando afirman que tenemos una democracia. La pregunta en el debate solo daba lugar a un “sí” o un “no”, por lo que algunos candidatos ampliaron posteriormente su visión en las redes, lo cual no cambia el sentido de mi crítica. Esto no es un problema sencillo, como afirman muchos columnistas y tuiteros, y no se responde con la frívola frase: si la izquierda tiene candidatos, participan en la contienda y reciben financiación, entonces tenemos democracia. ¿Hay elecciones libres en la Costa atlántica dónde unas pocas familias compran la mayoría de los votos? Efectivamente no estamos ante una dictadura, pero nos encontramos lejos de la democracia como la entiende el liberalismo social: como el ideal normativo de una democracia radicalmente participativa, igualitaria e inclusiva.
Según recientes investigaciones empíricas, “Estados Unidos ya no es una democracia. Técnicamente, es una oligarquía”, escribe Cristina Lafont refiriéndose a lo que se ha convertido el sistema institucional de los Estados Unidos. Helmut Wilke muestra que en la mayoría de los países europeos hay un desencantamiento con la democracia. Klaus Dörre considera que el problema no está en la democracia, sino en el capitalismo expansivo y en la hegemonía del neoliberalismo, en cuyo altar ha sido sacrificada la democracia. En suma, se puede apreciar que en muchos países del mundo se está dando un proceso de desconsolidación democrática, que está erosionando con el triunfo de los populismos la convicción profundamente arraigada de que la democracia hace parte de nuestra forma de vida. Estos autores señalan que hay una profunda crisis de la democracia en las democracias más antiguas del mundo y que hay razones para temer que este mismo diagnóstico se aplique a muchos otros países aparentemente democráticos. Pero aquí diez candidatos afirman, sin ruborizarse, que tenemos una verdadera democracia.
Es necesario por esto introducir un nuevo elemento en la discusión: la cuestión social. La crisis de la democracia en Colombia es resultado de una distorsión institucional construida desde el inicio de nuestra historia republicana, que se reprodujo durante el siglo XX y que se extiende hasta nuestros días, la cual ha hecho posible sostener una gran desigualdad económica, social y política, que ha impedido la construcción de verdaderos gobiernos democráticos. En relación con la tierra, la gran desigualdad que hoy existe es la consecuencia de un proceso histórico de acaparamiento de estas, que se inició en los siglos XIX y XX y que se profundizó en los inicios del siglo XXI, mediante el modelo de “capitalismo paraco”, que consistió en una práctica específica de acumulación de capital y aumento de riqueza, que se produjo gracias a la conformación de una relación entre paramilitares, narcotraficantes, políticos y supuestos empresarios honorables.
Esta situación de profunda desigualdad es la que ha impedido e impide la construcción de verdaderos gobiernos democráticos. El punto clave es que las personas no pueden ser políticamente iguales si son socialmente desiguales. El argumento de la democracia social es que cuando algunos, ciertamente, tienen una igual libertad formal, pero por ignorancia, pobreza o falta de medios materiales, son imposibilitados para ejercer sus derechos y obtener beneficios de ellos, entonces, la libertad que les ha sido atribuida no tiene el mismo valor que tiene para los otros hombres.
“La ausencia de capacidad efectiva de ejercer derechos políticos formales sigue estando en el corazón de las críticas a las democracias existentes en la realidad”, escribe Adam Przeworski. Crítica que uno no encuentra en los programas y discursos de la coalición Centro Esperanza y del Equipo por Colombia. Según el DANE, 7.420.265 colombianos (15,1% de la población) no ganan lo suficiente para comprar los alimentos mínimos requeridos para sobrevivir. La pobreza deviene en una suerte de prohibición a los pobres para ejercer sus libertades. La desigualdad económica, en efecto, mina la igualdad política. ¿Pueden ustedes seguir afirmando que tenemos democracia en Colombia? ¿En qué mundo viven?
Para que la participación democrática sea posible como mínimo se debe proponer una nueva forma de estado social de bienestar con los siguientes elementos: igualdad jurídica, libertad civil, participación democrática, igualdad social de oportunidades y justicia económica. E incluir una renta básica universal, un sistema fiscal simple, redistributivo y favorable al empleo y un régimen de salud universal independiente del empleo, educación superior pública y gratuita. La democracia social propone la superación de la situación en la que viven una gran mayoría de personas, libres e iguales ante la ley, pero sin trabajo para subsistir, sin salud adecuada, sin educación, sin protección social y bajo un sistema político corrupto. Entonces, ¿existe una democracia en Colombia? ¡No! la democracia representativa no funciona, no se ha desarrollado la deliberativa, no tenemos democracia social.
Este texto fue publicado en la Silla Vacía el lunes 28 de febrero de 2022
Notas:
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