Juguemos al muerto: cómo los niños entienden la idea de la muerte
Juguemos al muerto: cómo los niños entienden la idea de la muerte
La muerte tiene un significado diferente para cada sociedad y cambia dependiendo de la época, el lugar y las creencias. Por lo general, también se analiza desde el punto de vista de los adultos, pero ¿qué entienden los niños por morir? —por lo menos aquellos que hacen parte de la sociedad occidental—. ¿Cuál es su percepción sobre este suceso durante su desarrollo?
Según los investigadores, las ideas al rededor de la muerte no son ajenas ni pasadas por alto por los niños y las niñas. Aunque no se les hable abiertamente de estos temas, ellos desarrollan sus conceptos a partir de lo que ven y escuchan.
«La muerte es una persona que escoge las almas y se las lleva para el cielo», «la muerte es buena porque así la gente que está enferma ya no sufre más», «morirse es cuando tú le debes a un pagadiario y el viene y se cobra con tu vida». Son algunas respuestas que entregaron niños y niñas, entre los 6 y 12 años —miembros de la unidad de duelo de la Funeraria San Vicente—, al preguntarles sobre la muerte en tres talleres realizados en el marco de la investigación El duelo en la infancia: desde la voz de los niños y las niñas, desarrollada por dos jóvenes investigadoras, estudiantes de psicología y miembros del semillero de investigación El duelo, la muerte y el morir, adscrito a la Red de Semilleros de la Universidad de Antioquia — RedSIN— y al programa de semilleros de la Vicerrectoría de Investigación de la UdeA.
«El concepto de la muerte emerge de las vivencias, y aunque muchas veces los adultos aseguramos que los niños y las niñas no entienden lo que está sucediendo cuando alguien fallece, lo que encontramos en nuestra investigación fue todo lo contrario. Ellos sí lo hacen, pero su manera de comprender la muerte es distinta a como la asumimos nosotros», afirmó Lina Julietd Mesa Osorio, psicóloga, coinvestigadora del proyecto y coordinadora del semillero de investigación El duelo, la muerte y el morir y de RedSIN.
Algunos de los hallazgos encontrados en esta investigación, según Mesa Osorio, son la personificación de la muerte, el temor a que los muertos retornen como espíritus o fantasmas, la concepción de un lugar al que se va luego de fallecer, como si de un viaje se tratara —el cielo—, y la aceptación de la muerte como un evento natural en el que todos estamos obligados a participar porque así es y punto, un acontecimiento que incluso puede ser el epicentro de la diversión.
Resultados que concuerdan con lo expuesto por Mario Alberto Ruiz Osorio, psicólogo clínico, especialista en duelo y cuidados paliativos y miembro del grupo de investigación de Psicología Sociedad y Subjetividades, adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA, quien afirmó que «los niños juegan con la muerte todo el tiempo; sus juegos están designados por la categoría de muerto, muerte, caído; juegan espontáneamente con este acontecimiento, lo actúan en su ingeniosa relación con el mundo: las balas y las flechas van y vienen y ellos saben que deben ocultarse y defenderse y cuando se torna inevitable caen inmóviles, rígidos y con los ojos cerrados».
Justamente, fue a través del juego «El muerto» que las investigadoras se conectaron con niños y niñas y crearon un vínculo de confianza con el que lograron que ellos expresaran sus pensamientos sobre la muerte y revelaran cuáles son esas fuentes de donde sale la información para sus elaboraciones sobre el morir.
«Salas de espera de hospitales, filas de bancos, conversaciones entre adultos, películas, televisión, redes sociales y dibujos animados fueron los lugares y las situaciones que ellos refirieron como referentes de la muerte. Varios de ellos indicaron, por ejemplo, que la muerte era como “puro hueso” —personaje animado que representa a la muerte en una caricatura infantil, caracterizado por ser un esqueleto que viste una túnica negra y lleva consigo una hoz—», explicó Osorio.
«No hable de eso y toque madera para que no atraiga la muerte a la casa»
¿Por qué los más pequeños no hablan de conversaciones con sus familiares como fuentes principales para entender qué es la muerte? Básicamente, porque en nuestra sociedad no se habla de ello, ya que por aspectos culturales, religiosos y espirituales se ha construido un imaginario que hace que nos angustie el morir, que le demos connotaciones negativas a este suceso y optemos por negarlo a través del silencio.
«Ante esta negación, a los niños se les excluye de la muerte y se les aparta del dolor. A los niños no se los lleva a los hospitales, a los funerales o a los cementerios, como si hubiese un imaginario de contagio de la muerte; entonces se los aleja de una realidad que es natural», afirmó Ruiz.
Cabe anotar que no todo el mundo percibe la muerte de la misma manera, pues la concepción de esta se encuentra intrínsecamente relacionada con la cultura en la que se educa cada individuo. «Todos los sistemas de creencias, espiritualidades y religiones tienen concepciones muy distintas del nacer y del morir. El núcleo familiar en el que uno nace lo recibe con unos referentes y unos valores, y si ese núcleo familiar ya está introducido en un sistema de creencias definidas uno empieza a crecer con la dimensión del nacer o del morir insertado en lo que en lo familiar se vive», explicó Ramiro de Jesús Delgado, antropólogo, docente del departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA.
En el caso de las sociedades catalogadas como occidentales —como la gestada en Medellín—, la predominancia del cristianismo fortaleció el temor y el silencio como comunes denominadores frente a la muerte. «Las sociedades occidentales se callan ante la muerte. En el momento en el que la religión tomó el poder sobre su significado apareció el fenómeno del purgatorio, una instancia media entre el cielo y el infierno donde las almas se quedan en pena. Un concepto que empezó a introducir en el ser humano una angustia ante el fallecimiento debido a la dicotomía entre la salvación y la perdición», comentó Mario Ruiz.
No siempre hemos muerto del mismo modo
Según el historiador Philippe Ariès, hasta el siglo XII la idea de la muerte era acogida con naturalidad, tanto así que se pensaba como un acontecimiento que ocurría en comunidad, se trataba de un evento público en el que, ante la presencia de un moribundo, las puertas de la casa se abrían de par en par para que la gente, incluidos los niños, lo visitaran y acompañaran hasta el fin de su energía vital. El historiador la catalogó como la muerte domesticada.
Ellos también sufren
Una de las razones por las que como adultos excluimos a los niños de la muerte es para evitar su sufrimiento ante la pérdida, sin embargo, tanto para la investigadora Julietd Mesa como para el psicólogo Mario Ruiz, los niños sí sufren ante la muerte de un ser querido y tienen sus propias maneras de expresarlo.
«Los niños más introvertidos, por ejemplo, tienden a retraerse y evitan participar en las dinámicas sociales con otros niños; sin embargo, los más activos quieren jugar todo el tiempo y esto se asocia a la intención de evitar pensar en el dolor y en la ausencia del otro», explicó Mesa.
Por su parte, Mario Ruiz afirma que existen diferentes estadios en la concepción de la muerte de acuerdo con la edad en la que se encuentren los niños. «Para los niños hasta los 5 o 6 años la muerte es reversible. Después de los 6 años, con la adquisición del pensamiento lógico, los niños ya entienden que la muerte es irreversible y que quien se muere ya no regresa, y es en la adolescencia, junto a las preguntas de ¿quién soy yo? y ¿qué quiero yo?, que aparece esa relación angustiante con la muerte».
Es pertinente resaltar que, si bien en las familias y los círculos cercanos no se habla abiertamente de la muerte, sí se actúa alrededor de ella, ya que los niños entienden por imitación y es casi inevitable que no relacionen la muerte con el dolor y con connotaciones negativas, por lo que se refuerza el distanciarse del dolor como una herramienta para salvaguardarse a sí mismos y a sus cuidadores.
«Yo no lloro porque si yo lloro mi mamá se pone triste y yo no quiero que esté triste, yo más bien me hago el que no me duele».
«Evitar hablar de muerte con los niños termina siendo un obstáculo para su duelo y el del adulto del futuro al que se le dificultará afrontarla porque nunca se le habló de que sentir tristeza y dolor es normal, y tampoco se le otorgaron las herramientas adecuadas que le permitan procesarlas con más facilidad», afirmó Mario Ruiz.