Sociedad

Foto: cortesía Maribel Barreto, coordinadora del estudio.

La Universidad de Antioquia fue elegida por la Alcaldía de Medellín como la institución más idónea para estudiar los efectos del programa Buen Comienzo. Después de 7 meses de investigación fueron publicados los resultados. Las facultades de Educación, Ciencias Sociales y la Escuela de Nutrición diseñaron la investigación a partir de tres componentes: educación inicial, desarrollo y nutrición.

Buen Comienzo es el programa de la Alcaldía de Medellín que educa y promueve el desarrollo integral, diverso, incluyente y autónomo de los niños y niñas de la ciudad y está dirigido a las familias con mayor índice de vulnerabilidad. Cuenta con jardines y centros infantiles, además del Festival Buen Comienzo, que reúne a muchas familias de la ciudad en torno a actividades educativas.

En el componente de educación inicial se estudió el caso de 1936 niños beneficiarios de la modalidad de atención institucional de ocho horas diarias. Esta modalidad de atención provee educación a niños y niñas de 2 a 5 años. 

Viviana Zuluaga, madre de Sofía Arredondo, una niña beneficiaria del programa en esta modalidad, explica que para su hija la experiencia durante estos tres años fue algo difícil al inicio; puesto que el horario le pareció muy extenso. Sin embargo, con los días y a partir de las rutinas que en la institución le ofrecían fue adquiriendo mayor seguridad e independencia.

En el componente de desarrollo se encontraron fortalezas en el área personal social y adaptativa de los niños; pero también identificó que en el área comunicativa y cognitiva requieren más atención. Para estos resultados, los investigadores evaluaron niños desde los 12 hasta los 71 meses.

Sofía, según su madre, luego de un tiempo en Buen Comienzo se mostraba más segura e independiente en la interacción con otros niños y con adultos. Según Johny Villada, investigador del componente de desarrollo, fue una constante ver que el área comunicativa requiere más apoyo, es decir, para el programa es importante hacer mayores esfuerzos para promover la comunicación en los niños, y también en el área cognitiva sobre todo en los más grandes. 

En el componente de nutrición se estudió el impacto en 2103 niños beneficiados. Se encontró que los niños que llevan más tiempo expuestos al programa presentaron menos niveles de desnutrición frente al indicador de talla según la edad.

Zuluaga también explicó que la alimentación fue buena y balanceada, además de contar con apoyo y seguimiento por parte de la nutricionista y la docente.

Sofía, a los 3 años, manifestó no querer comer más, no quería almorzar, decía que le dolía la barriga y tuvo varios episodios de vómito, al notar esto; la docente realizó la remisión a la nutricionista. En compañía de los padres iniciaron un plan de mejoramiento, en el cual descubrieron un cuadro de ansiedad por la llegada de su nuevo hermano a la familia. La nutricionista guió el proceso y estuvo pendiente hasta mejorar este aspecto.

Maribel Barreto, investigadora y coordinadora del estudio, asegura que «lo que hace posible que la Universidad pueda asumir un reto tan grande como este, es la articulación de los distintos saberes que tiene cada una de sus dependencias».

El proyecto contó con la participación de profesionales de los grupos de investigación Psicología Cognitiva, Determinantes Sociales y Económicos del Estado de Salud y Nutrición, y Formación y Antropología Pedagógica e Histórica, Formaph. 

La ganancia para la Universidad por participar en estos procesos no se calcula en cifras, porque con estos proyectos la Institución muestra a la sociedad su potencial para responder a demandas externas. El reto está en crear nuevas propuestas de extensión, docencia e investigación a partir de estos resultados.